20. No me mires a los ojos (II)

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Puede que no fuera ella... Puede que fuera otra persona.... ¿¡A quién quería engañar!? Era ella... Y yo... Me había quedado sin voz, tenía la garganta completamente seca. Nos quedamos mirándonos con total seriedad. Sabía que mi jefe nos miraba de reojo, de Eva a mí y de mí a Eva.

-Bueno... ¿Qué pasa? ¿Os conocíais? -Su pregunta sonó divertida, como si notara la tensión que había en el aire en aquellos instantes y quisiera romperlo. Ninguno de los dos dijimos nada, simplemente nos miramos a los ojos... Aunque yo no quería que ella me mirase a los míos.

La contemplé disimuladamente: su cabello había crecido -obviamente tenía que ser así, después de dos años y medio-, estaba morena y vestía un vestido azul a juego de sus ojos que parecían pedir auxilio, se frotaba las manos con nerviosismo, sus labios carnosos estaban pintados de color rojo... No estaba guapa, estaba guapísima. Se la veía bien... ¿Feliz? Suspiré repetidas veces y cogí la cámara en mis manos, la cual colgaba de mi cuello por una cinta.

-Será mejor que se ponga correctamente, así acabaremos antes con las fotos. -Dije con un tono profesional, quizás no apto para dirigirte a la persona amada... Porque si algo tenía claro, es que estaba totalmente enamorado de ella, todavía.

***

Su tono frío y calculador me hicieron reaccionar. Di un paso atrás y me puse recta para la foto.

-Está muy tensa, señorita Barreiro. Será mejor que se relaje un poco. -Me dijo con total sorna, y yo le fulminé con la mirada. No sabía si decirle algo, si preguntarle cómo estaba, cómo se encontraba, qué hacía, qué... Di un paso atrás e intenté sonreír, pero me salió una sonrisa tan hipócrita que hasta el hombre calvo intentó arreglarla.

-Bueno... Creo que será mejor que empecemos con la entrevista y dejemos para lo último las fotos. -No sé que era peor, si que me entrevistara y tuviese que abrir la boca, o que él me hiciera fotos. -¿Le parece bien? -Miré a aquel hombre y le dije que sí con la cabeza, lentamente. -De acuerdo... Perfecto... -Sonrió con alegría y sacó una pequeña grabadora de su bolsillo. -Sé que es un poco cutre, pero mi entrevistador no ha podido acudir a la cita. Menos mal que al menos tengo a este hombretón. -Dio unos golpecitos en el hombro de Hugo, mientras reía con alegría. -Está soltero y además es un buen partido... -Miré a Hugo con los ojos entrecerrados, no dando crédito a lo que me decía aquel hombre: parecía estar vendiéndome a Hugo. Hugo se llevó la mano a la cara, parecía frustrado por algo.

-Bueno, empecemos... -Intenté no pensar demasiado, porque si no iba a acabar completamente loca. Abrí los ojos con fuerza y presté atención al hombrecillo que parecía querer mucho a Hugo. -Aquí va la primera pregunta. -Acomodé mi cabello y abrí bien mis orejas. -¿A qué edad empezó a nacer su pasión por el dibujo? -Miré a Hugo, que desvió la mirada de mí en cuanto vio que le miraba.

-A los diez años, más o menos. Un amigo me dijo que tenía un gran potencial y que debía aprovecharlo. -Y aquel amigo lo tenía a unos centímetros de mí, casi podía notar su respiración... Estaba tan guapo, tan diferente, tan...

-La acuarela es su especialidad, ¿comenzó con ella?

-No, comencé a pintar a carboncillo. Lo primero que pinté fue a mi mejor amigo. -No sabía porque decía aquello. Era información innecesaria, pero parecía vital para mi existencia.

En las demás entrevistas solo me había dedicado a decir "a carboncillo", nada más. Respondí a un montón de preguntas más sobre la pintura, mis pinturas... Hugo parecía prestarme mucha atención, pero yo... Yo no me prestaba a mi misma atención. Estaba sufriendo por dentro como una tonta. Tenía ganas de irme de allí, de marcharme con él, hablar con él, pedirle perdón... Había llegado a pensar que jamás volvería a verle, pero allí estaba; con su mirada profunda, sincera y triste, con su cuerpo delgado, con su voz grave y rota, con su camisa... Era él, el de siempre. El que me había enamorado, pero yo seguía negándolo por miedo a él, porque él era la persona que mejor me conocía... Y yo no quería que me conociera tan bien.

-¿Podría explicarnos qué significa el cuadro que tiene detrás? Es maravilloso, la técnica es sublime. -Pensé en lo pelota que estaba siendo, pero al acordarme del cuadro del que me hablaba, me giré totalmente asustada.

-Yo... Es que... ¿Y si le explico otro? -Dije tartamudeando. Hugo seguía quieto, con el semblante serio y los ojos entrecerrados, mirándome con atención y suspicacia.

-No. Quiero que me explique este. -Me susurro el hombrecito, parecía estar convencido de ello, así que bajé la vista al suelo y tragué saliva.

-Es mi prometido, el del cuadro es mi prometido....

***

Puede que por mi mente se me hubiera pasado la idea de una reconciliación, pero solamente era el amor que sentía por ella el que me estaba cegando de la cruda realidad: ella tenía otra vida. Se me cayó el alma a los pies y en mi cabeza solo oía: "Es mi prometido, es mi prometido". Ella se iba a casar, se iba a casar con alguien... Y ese alguien no era yo, no era yo, no era yo...

-No me encuentro bien, me voy. -Soné seguro, pero hecho polvo interiormente. Mi jefe me miró sin entender absolutamente nada, y Eva me miró con preocupación. Al menos podría haber puesto una escusa, o haberme mentido sobre el cuadro.

-¿Qué dices? Tienes que hacerle fotos a esta señorita. -Me estaba dando la vuelta justo cuando me habló, pero miré por última vez a Eva.

-Pues que se las haga su prometido. -Puede que pareciera un loco celoso, pero ya no eran solamente los celos... Lo que me fastidiaba es que ella parecía haberse olvidado de mí. Mi tono burlón hizo que mi jefe me mirara con los ojos abiertos de par en par.

***

Vi a Hugo marchándose, y yo no pude más que echarme a llorar.

  -¿Está bien, señorita? -Aquel hombrecito se acercó a mí y me miró con preocupación.

Sentía un vacío dentro de mi corazón, un vacío que dudaba que lo pudiera llenar Rafa, u otro que no fuera Hugo. ¿Pero a quién quería engañar? Había recreado muchas veces en mi cabeza el momento en que nos volviéramos a encontrar frente a frente; pero ahora no estaba preparada para afrontar nada, y menos afrontarle a él. Y me sentía como una basura.

Salí corriendo detrás de él.

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