36. Las locuras son la mejor parte

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-Créeme cuando te digo que todo esto es una locura y que a alguien le van a pegar una paliza. -Pablito me miraba sonriendo. Estábamos delante de la iglesia, una como la de las películas, aquellas con escaleras grandes de piedra que te hacían sudar como un pollo al subir por ellas.

-To, to, to, to...

-Sí, Hugo es un tonto. -Reí al ver las muecas que Pablito hacía, mientras abría y cerraba la manita derecha rítmicamente como si quisiera atrapar algo con sus pequeños dedos. -Pero un tonto enamorado. -Finalmente llegué sano y salvo a la puerta de la iglesia, grande y de madera. Ahora solo tenía que abrirla, empujarla y... Vale, me entró un ataque de pánico momentáneo, no podía moverme, no podía hablar, no podía pensar... ¿Y si ella me rechazaba, y si ya había dicho el "sí, quiero"?

***

El cura hablaba, hablaba y hablaba. La iglesia era muy grande pero casi todas las personas que se reunían hoy allí eran familiares o amigos de Rafa. Yo no tenía demasiada familia y de amigos, como mucho, tenía a Sam y Flavio... Bueno, tenía otro amigo, el cual nunca creí posible que se perdiera mi boda, pero las cosas no han ido como yo esperaba... Porque yo no esperaba enamorarme de él hasta tal punto que tengo ganas de llorar, patalear e insultar... porqué no es con él con quien estoy aquí...

Miré a Rafa sin pizca de emoción en mi rostro y él me sonrió al darse cuenta que yo le estaba mirando. Su rostro estaba iluminado por el sol que entraba brillante por una de las vidrieras de colores, donde había dibujado un niño Jesús en los brazos de la Virgen María. Al ver aquello, me dio por curiosear toda la iglesia: sus paredes se imponían ante mí y daban la sensación que querían aplastarme con fuerza y sin descanso; me daba la sensación que la gente solo me miraba a mí y con mala cara; me daba la sensación que flotaba en un espacio sin tiempo, porque todo parecía haberse petrificado, estancado por un momento...

-Eva Barreiro, ¿quieres a Rafa Romera como legítimo esposo, para amarlo y respetarlo, hasta que la muerte os separe? -Miré al cura con los ojos miedosos e inyectados en sangre. Hasta que la muerte os separe... Me parecía mucho tiempo, demasiado. Podía notar la tensión en el ambiente y como todos los ojos que había en aquel lugar se centraban en mí, solamente en mí.

-Eva... ¿Estás bien? -Rafa apretó mi mano, supongo que para hacerme reaccionar... Pero yo solo tenía en mente mi primer beso con Hugo... Todo lo que sentí en mi interior fue tan intenso que quería sentir aquello toda mi vida. Analicé la situación con prudencia... Y en mi cabeza creé una lista de cosas buenas y cosas malas... Todas con respecto al matrimonio que podríamos llevar Rafa y yo.

-No, no voy a casarme contigo. -Un silencio cortante, una tensión constante. -Ni ahora, ni nunca. -Soné tan segura que el corazón saltaba de alegría en mi pecho.

Pero antes que todo transcurriese como yo quería, la puerta de la iglesia se abrió de par en par, haciendo un ruido estrepitoso y provocando que todos los presentes voltearan sus cabezas hacia ésta.

-¿Hugo? -Murmuré para mis adentros, sin todavía creérmelo, aunque todo el mundo parecía verlo. -¿Pablito? -Volví a murmurar.

***

Me quedé quieto con Pablito en los brazos al ver que todas las personas reunidas allí me miraban con los ojos abiertos y con una expresión de asombro en sus rostros. No sabía qué hacer al verme allí en medio plantado, así que levanté la mano libre, sin dejar de sujetar a mi Pablito con la otra y saludé a todos los allí presentes.

-Hola. -Dije sin miramientos. -Vengo a parar esta boda. -Eso pareció afectarles a todos, ya que comenzaron a hablar entre ellos como si de eso dependiera su vida. "Genial, Hugo; seguro que pareces un loco, y ahora están esperando que saques una metralleta". Moví los ojos de un lado a otro, completamente nervioso... Hasta que vi a la persona más preciosa del mundo... Eva. El corazón se me paró al verla vestida de blanco y con una pequeña sonrisa en su rostro, aquello es lo que me pareció más extraño... Di un paso, otro... Y avancé entre las dos filas de bancos que había en aquella gran iglesia hacia donde la mujer de mi vida se situaba... Brillaba con su belleza natural y a mí se me aceleró el corazón. De repente alguien de los presentes salió a mi encuentro. Sam.

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