28. Como tontos

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No me gustaban las situaciones absurdas, y aquella era una de ellas. Todo mi cuerpo temblaba al ritmo de un tambor, mientras llevaba media hora con el plato de sopa enfrente de mí y no había probado bocado.

-Pues me alegro mucho que te fuera tan bien la carrera. Es una gozada cuando en la universidad te dan clase profesores que han estado tantos años en ella.

-Sí, la verdad es que los mejores eran los que llevaban más años, pero he de decir en defensa de los otros, que todos fueron unos grandes profesores. -Una mierda, eso es lo que era aquella conversación. Resultaba tan aburrida... A Hugo no le interesaba, le conocía como la palma de mi mano; y podía comprobar, y cada vez más, que no había cambiado absolutamente nada.

Rafa volvió a hablar, sabiendo que a él sí le interesaba aquella conversación.

-Entonces... ¿Ahora trabajas de fotógrafo? -Dejé de mirar al plato, y de mover la cuchara dentro de la sopa, para mirar a Hugo. Lo miraba con pena, con los ojos entrecerrados por la rabia que me hacía sentir su sonrisa, pero también por las ganas que me entraban de besarle cada vez que me miraba de reojo... Porque lo hacía, y me daba cuenta.

-Sí, en una revista... -Me miró por un instante, esta vez descaradamente, y yo me quedé completamente embobada. -¿Y tú de que trabajas? Eva me ha dicho que haces negocios.... -Preguntó a Rafa, apartando la vista de mí con rapidez. Me entraron ganas de llorar, de gritar y patalear. Miré a la cara a Rafa que bebía un sorbo de vino antes de contestar a Hugo.

-Sí, exacto. -Rafa acarició mi rostro con cariño, y yo le sonreí a desgana, mientras miraba a Hugo de reojo, y podía ver como fulminaba con la mirada a mi prometido... Jamás había disimulado algo, pero esta vez tenía que hacerlo, sí o sí. -Tengo negocios por todas partes, pero sobretodo en Francia; y todos tienen que ver con el mundo de la construcción. La verdad es que me va muy bien para tener veintinueve años.

-Vaya... Me alegro mucho por ti... Aunque pensaba que tenías nuestra edad.

***

Alterné la mano de Eva a mí, señalándonos. ¿Tenía veintinueve años? ¡Venga ya!

-Vaya, pues qué raro que te gustasen tanto las fiestas con veintisiete años. -Soné un poco borde, pero era lo que pensaba... Supongo que en el fondo pensaba: "Si Eva no hubiera conocido a Rafa en una de esas fiestas que frecuentaban, entonces a lo mejor sería ella quien estuviera prometida conmigo". Vi como los dos se miraban sin sonreír, como si no supieran qué contestar ante aquello, por eso intenté arreglarlo. -Bueno, pero que no te preocupes... Solo ha sido un comentario, es raro ver a alguien tan mayor en fiestas... Yo hace muchísimo que no voy a ninguna. -Intenté sonar alegre, y arreglar la situación.

Antes quería ver sufrir a Eva, pero me había dado cuenta que no podía, que no podía hacer algo que le sentara mal... Porque entonces yo también me hacía daño, mucho daño. Era extraño sentir aquella conexión que te une, indudablemente, a la persona que más amas en la vida.

Estaba a punto de levantarme e irme, cuando Rafa volvió a hablarme sin miramientos.

-Pero dejemos de hablar de trabajo, creo que estamos aburriendo a Eva. -Ella no dijo nada, pero él compuso una media sonrisa de suficiencia, después de acabar la frase con un retintín en su voz. -¿Por qué no me hablas un poco de ti? ¿Tienes novia? -Aquello me puso más nervioso de lo que estaba, y casi no podía disimularlo. En realidad, podría haber dicho que sí, o que no, pero ahora mismo no tenía ni idea de si tenía, o no.

-No lo sé. -Miré a Eva por una fracción de segundo; en su rostro se veía la desesperación y la contradicción. Al palurdo de Rafita se le escapó una pequeña risotada, y yo lo miré con cara de pocos amigos.

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