4. Mágica luna (II)

1K 61 14
                                    

Eva se adentró entre los árboles y yo le seguí con un gran cabreo encima. De acuerdo, no la tocaría más, pero que al menos me tratase bien, no como si fuera un perro. Casi estaba llegando al coche cuando la cogí por el brazo y la obligué a girarse.

-¿Crees qué es normal que me des un golpe así? -Ella me miraba con las aletas de la nariz contraídas, estaba nerviosa.

-Es que... ¡Estoy harta de que me toques sin ningún motivo aparente! -No entendía absolutamente nada, así que seguí preguntando.

-Eva... ¡Por Dios, nos hemos tocado un montón de veces! Somos amigos. Nos hemos abrazado, nos hemos dado besos en la mejilla... De verdad, no entiendo porque te enfadas solo porque te haya acariciado la mejilla. -Mi tono de voz comenzaba a ser más alto de lo normal.

-Hugo, tú no lo entiendes. Ya no somos unos niños, ya no somos aquellos renacuajos que se decían "eres mi mejor amigo" a cada instante. Lo siento mucho, pero por favor... No vuelvas a tocarme jamás. Al menos no de esa manera... -Bajó la vista al suelo, parecía avergonzada de algo, pero yo no podía pensar con tranquilidad.

-O sea que yo no puedo acariciarte la mejilla, pero otros tíos que conoces solo en cinco minutos ya se pueden meter bajo tú falda, ¿no? -Me arrepentí de aquellas palabras en cuanto las solté por la bocaza tan grande que tenía. Eva me miraba con los ojos abiertos y tristes. -Oye, Eva... Mira, yo no quería decir eso. - Me acerqué a ella, pero Eva dio unos pasos atrás con la rabia en sus ojos.

-No lo querías decir... Pero lo has dicho. Mira, Hugo... ¡Vete a la mierda! -Tragué saliva al escuchar aquello y el tono de voz que había utilizado. -¡De verdad, vete a la mierda! -Otra vez, como si no hubiera suficiente con una. Pero yo también me cabreé.

-De acuerdo, si quieres me voy a la mierda. Pero no pienso llevarte a esa estúpida fiesta. No pienso ver cómo te emborrachas, cómo fumas o cómo te vas a la cama con alguien de quien ni siquiera sabes su nombre. Estás a cinco minutos a pie, ya sabes el camino, ¿verdad? -Mi tono irónico no gustó a Eva, que seguía fulminándome con la mirada, como si quisiera matarme con esta. Di unos pasos más hacia el coche y entré en este a toda velocidad, pero antes de arrancar pude ver por el retrovisor como Eva le daba dos o tres patadas al coche con rabia. En aquel momento lo arranqué con rapidez.

***

-¡Eso, vete! ¡Déjame aquí sola, imbécil! ¡Prefiero estar sola que mal acompañada! ¡Idiota! -Ni siquiera sabía porque me esforzaba en gritarle, ya que él ya no podría escucharme.

____________

Qué complicado es todo, ¿no?
¿Volverá Hugo a por ella?
Os leo♥️

más que amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora