más que amigos

16. Desamores entre comida (II)

Iba a acariciarle la espalda, pero mis manos cambiaron de rumbo y las dejé quietas al lado de mi cuerpo al escuchar esas palabras. ¿De Rafa? Había sido un completo idiota y también un iluso. Escuchar aquello de su boca fue como recibir una puñalada directa en el corazón. Eva me había hecho daño: me había insultado hasta límites extremos y sabía hacer daño psicológicamente... Pero la amaba más que a nada en el mundo.

-Vaya, yo pensaba...  -¿Pensabas qué, Hugo? Jamás va a ser tuya, por mucho que tú estés deseando besarla y sentir su piel sobre la tuya.

-Hugo, ¿qué se siente al estar enamorado? -Su pregunta fue directa, clara y precisa; y yo podía contestarla directamente, con claridad y precisión, también. Yo sabía lo que era estar enamorado, yo sabía lo que era querer morirte cuando tienes tan cerca a ese ser y no puedes tocarle... Eva se giró hacia a mí y me miró a los ojos, los suyos todavía estaban llorosos.

***

Quería saber si lo que sentía por él era amor del verdadero, y no simplemente un capricho de veinteañera.

-Pues, estar enamorado es sentir que la piel te quema cuando sientes su contacto. -Me acarició la mejilla con suavidad, y yo me quemé interiormente, porque lo deseaba. Tragué saliva antes que continuara. -Cuando la persona amada se aleja de ti, tú te sientes extraña, nerviosa, la echas tanto de menos que podrías dar todo el dinero del mundo solo por verle. -Bajé la mirada, me daba vergüenza que me notara que era él a quien había echado tanto de menos en América, que era él en quien pensaba al levantarme y después, al acostarme. -Cuando estás con él solo existís él y tú. -Ahora solo existíamos él y yo, ni siquiera los grillos que cantaban a nuestro alrededor. -Sientes que es la persona que mejor te conoce. -Él, sin duda, era quien mejor me conocía. -Sientes que sin él te mueres, que sois como almas gemelas, aunque en realidad sois las personas más diferentes del mundo. Quieres besarle a todas horas, hasta el cansancio. Tienes ganas de tocarlo. -Pero sabía que no podía, una extraña sensación me decía que no era el momento.

-Estoy enamorada de Rafa, todo lo que has dicho... Lo siento aquí. -Me puse la mano sobre el corazón y me aguanté las ganas de vomitar. Ahora sabía a ciencia cierta que mi corazón le pertenecía a él, a Hugo y para siempre.

***

Me hubiera gustado ser Rafa. Me hubiera gustado besarla y hacerle el amor allí mismo. Me hubiera gustado seguir con ella en lo bueno y en lo malo, pero... Yo no era quien ocupaba su corazón; y no me extrañaba, la había tratado mal, bueno... Los dos nos habíamos tratado mal.

-Me alegro... -Le cogí las manos con fuerza y la miré a los ojos con sinceridad. -Me alegro que hayas encontrado el amor, que te hayas enamorado... Creo que es lo más bonito que le puede pasar a una persona. Espero que Rafa y tú seáis felices. -No era mentira, quería que ella fuera feliz... Aunque no fuera conmigo, necesitaba a alguien que no la conociera tan bien como yo, necesitaba a alguien con quien poder abrirse por primera vez. -Creo que te lo mereces, tú y yo podemos seguir siendo los mejores amigos del mundo... Como siempre. -Se me quebró la voz, al menos quería conservar una parte de ella, pero ni eso me iba a permitir.

-No. -Negó con la cabeza y miró al suelo, yo le levanté la cara cogiéndola por el mentón.

-No... ¿Qué? -Dije en un susurro, mientras le acariciaba la mejilla, sacándole una pequeña lágrima de su moflete rojo. Ella volvió a negar con la cabeza y dio un paso atrás, alejándose de mí.

-No vamos a ser ni amigos, ni compañeros... Ni nada por el estilo. -Abrí los ojos como platos. -Nuestros caminos se separan aquí. Mañana mismo me marcharé de casa y no volveremos a vernos. Ahora solo me queda pedirte que me perdones por todo lo que te he dicho y hecho.

Parpadeé con rapidez. Yo la quería, la amaba, la deseaba, quería pasar el resto de mi vida con ella... Pero no podía obligarla hacer algo que ella no quería, y menos le podía obligar a sentir algo que no sentía: amor por mí.

Bajé mi mirada hacia la hierba y escuché cómo emprendía la marcha hacia el restaurante; yo me quedé unos minutos allí, puse mi mano en mi corazón y cerré los ojos con fuerza.

Me dolía tanto que hubiese deseado morirme en aquel mismo instante, era como si me lo hubieran arrancado de las entrañas. Me consumía por dentro.

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