35. El gran día

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-¡Vamos, Sam! El taxi nos está esperando a abajo. -Flavio intentaba ponerse la corbata azul con prudencia, para que no se le volviera a deshacer. -Ésta maldita corbata acabará conmigo, te lo digo en serio. -Supongo que farfulló algo más, pero ni siquiera le escuché; lo miraba con seriedad, observando su traje negro y elegante... -Esta mujer es un caso, llegaremos tarde a la boda. ¿Puedes ponerme bien la corbata, Hugo? Por favor. -Me levanté del sofá completamente decidido y fui hacia él con las manos levantadas dispuesto a echarle una mano. En cuanto tuve la corbata entre mis manos comencé a ponérsela bien, pero Flavio me miraba con el semblante triste.

-Lo siento por ti, de verdad. -Cogió mi mano, para que parase de mirar la corbata y lo mirara a él. -Lo siento de verás. -Intenté disimular que no sabía de que me hablaba, aunque lo sabía perfectamente.

-No te entiendo. -No tenía ánimos ni para hablar y la verdad es que había pasado toda la noche en vela pensando que en 24 horas Eva estaría casada con un hombre que no se llamaba Hugo.

-Sí me entiendes... Pero voy a decirte algo. -Lo miré a los ojos, esperando a que me dijera aquello que parecía tan importante. -Tú puedes cambiar el transcurso de las cosas.

-¿Y eso que quiere decir? -Pregunté, sin entender absolutamente nada.

-Tú puedes cambiar el destino, si sabes cómo hacerlo... claro. -me quedé pensativo. -Por cierto, gracias por la corbata, siempre has sabido hacer muy bien los nudos. -Dijo con ironía. De repente, Sam apareció con un vestido de tirantes azul cielo y unos tacones a conjunto; el cabello se lo recogía en un pequeño moño que la hacía mucho más joven de lo que ya era.

-¿Cómo estoy? -Dio unos pequeños giros, mientras miraba un poco hacia los lados, como si quisiera encontrar alguna imperfección en el vestido.

-Estás preciosa, cariño. -Flavio se acercó a Sam con los ojos brillantes, y le dio un tierno beso en los labios. Durante unos segundos... Los envidié. Sam estaba radiante, y parecía completamente feliz.

-Pablito acaba de dormirse, o sea que no creo que te de mucho la tabarra. -Se acercó a mí con aire sonriente y me dio un beso cariñoso en la mejilla. -Te quiero, cuida bien a mi hijo. -Me guiñó un ojo con gracia y yo le contesté, sonriéndole... Aunque mi sonrisa no fue la más sincera de todas.

-Ya está bien, harás que me ponga celoso. -Sam y yo reímos por el comentario de Flavio, y finalmente nos despedimos, ellos felices y yo infeliz.

***

-Cariño... Estás preciosa... -Mi madre se acercó a mí con aire cansado y apoyando todo su cuerpo en el bastón de madera, herencia del padre de mi madre; o sea, mi abuelo. Se sentó en el primer asiento que vio libre y suspiró cansada.

-Estoy horrible. -Le dije, completamente convencida. Me miro de arriba a abajo, en un espejo destartalado y antiguo, con manchas por todos lados... ¿Qué podía esperarse cuando te vas a casar en la iglesia más antigua de la ciudad? Estoy de pie entre aquellas paredes de piedra que dan a la estancia un toque enigmático y especial y provocan que dentro de la iglesia haga un frío terrible.

-No digas tonterías, estás muy guapa. -Mamá intentó tranquilizarme, lo noté por su voz como la seda, suave y delicada. Escuché el ruido de un motor, el cual provenía de fuera, y miré de reojo por la ventana cuadrada y pequeña: es Rafa. En aquel momento me puse muy nerviosa porque había imaginado que quien bajaba de aquella limusina no era otro que Hugo. Pero no... Nunca lo tendré... Se casará con otra mujer, y yo pasaré a la historia, y seré desgraciada toda mi vida.

-Mamá... -Arreglé un poco mis medias, y me puse los tacones con cuidado, intentando no caerme al suelo. -¿Crees que seré feliz? -Mamá me miró con aire nostálgico... Las arrugas que surcaban su rostro le hacían un aspecto mucho más sabio y alentador.

-Eso depende de ti, si haces lo correcto. -Comencé a respirar con dificultad, volviéndome a mirar al espejo. Contemplé mi vestido blanco con los ojos brillándome, estaba a punto de llorar.

-Mamá... No estoy segura de estar haciendo lo correcto. -Empecé a llorar... Primero una lágrima, después otra, y otra, y otra, y otra... Vi a mi madre levantarse de la silla con fuerza, parecía preocupada por mí... Me abrazó con mucho cuidado, como si fuera la figura más frágil.

-Mi amor... ¿Pero por qué lloras? -Su voz me hizo temblar, ya que sonaba asustada. -Deberías estar feliz, hoy es el día más importante de tu vida.

-No, no lo es... Porque no me voy a casar con el hombre que amo. -Dejó de abrazarme para mirarme con los ojos abiertos. Vale, ya lo había soltado... Ahora sí que iba a ser una boda de lo más divertida.

-¿De quién estás enamorada tú? -Me preguntó, sin creérselo todavía. No pensaba decírselo, y menos a ella porque no dejaría que me casara... Y me iba a casar porque Hugo había renunciado a mí... Y no iba a servirme de nada quedarme de brazos cruzados esperándolo sentada en el sofá porque él nunca iba a aparecer.

-Ya es la hora mamá, debemos ir ya... Voy a casarme... -Me enseñó una media sonrisa de tristeza, mis palabras no la convencieron de nada. Giré mi cuerpo, alejándome un poco de ella y abrí la puerta de aquella pequeña estancia.

-Deberías cancelar esta boda ahora mismo. -Me dijo, con un tono más bien amenazador. Entrecerré los ojos con fuerza, sin entender su tono... Era mi vida, no la suya; era mi madre, pero eso no le daba derecho a afirmar algo como aquello. Abrí un poco más la puerta, dispuesta a salir corriendo hacia el altar.

-Mamá... Voy a casarme, quieras o no... Voy a olvidar todo lo que me ha pasado y voy a seguir adelante.

-¿Y también vas a olvidar a Hugo? Porque no creo que estés enamorada de otro que no sea él... -Giré mi cuerpo con rapidez y con los ojos abiertos de par en par. ¿Cómo lo sabía, cómo? Sabía que Hugo había ido a visitar a mi madre, pero no creía que él le hubiera contado algo... -No me preguntes como lo sé... Esas cosas se notan... Y lo sé desde siempre, no desde ahora. -La miré, completamente furiosa, y entonces sí que di por finalizada la conversación.

-Vamos, tengo que casarme. -La cogí por el brazo y la ayudé a caminar.

***

Sam me había engañado, Pablito estaba despierto, muy despierto. Y en cuanto se marcharon sus padres, éste comenzó a llorar como un descosido. Lo dejé por el suelo del comedor para que jugara a su antojo y a mí me dejara pensar con claridad.

Miré por la ventana grande del comedor, y a continuación abrí los cristales, necesitaba un poco de aire fresco.

-Hu, hu, hu, hu... -Los sonidos que Pablito hacía, eran más bien una muestra de ansias por hablar. Lo cogí con cuidado y lo abracé.

-Te quiero. -Le dije con dulzura, él pareció abrir un poco sus brazos, como si quisiera abrazarme también. Me encaminé hacia la ventana con Pablito entre mis brazos. Observé a las personas caminar, correr, reír, enfadarse, hablar por el móvil, mirar unos papeles de dentro de la carpeta... Todos parecían tener prisa y todos parecían pensar en alguien o algo... Era, como ellos, una persona normal entre tanto mundo anormal. -Soy un estúpido. -Insultarme a mí mismo era mi propia medicina. -¿Verdad que sí? -Pablito jugaba con mi pelo sin prestarme atención alguna. Observé otra vez la calle, el mundo... Vi a una pareja de enamorados besarse bajo el cielo azul y con alguna que otra nube blanca con formas raras y diversas. -¿Crees que estoy haciendo las cosas bien? -No hubo respuesta, solo unos cuantos gorgoritos alegres. -Qué feliz vives, qué felicidad se ve en tu rostro. -Miré el comedor a mi alrededor. Cerré los ojos por un instante y recordé a Eva... Su pelo, su olor, sus ojos... y qué ojos... sus manos, su piel suave como la seda, su risa contagiosa, su voz. Recuerdo cómo hicimos el amor con tanta ternura y pasión... -¿Qué diablos estoy haciendo aquí? -Me pregunté a mi mismo en voz alta. -Dime Pablito, ¿qué estoy haciendo aquí? -Pablo me sonrió y jugueteó con mi nariz. -¡Tengo que parar esa boda! No pienso dejar escapar a la mujer de mi vida. -Apreté más fuerte a Pablo con mis manos, cogí con la punta de mis dedos la llave de casa la cual se situaba encima de la mesa y salí corriendo, dando tumbos y provocando risas a Pablo.

-Vamos a dar un paseo, cariño. -Le dije con alegría y entusiasmo, a la vez que cerraba la puerta de la casa. ¡Esa boda no iba a celebrarse!

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Hugo se ha decidido, ¿llegará a tiempo? 🙃

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