24. No te puedes resistir (I)

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-Para, para, para... -Eva puso sus manos sobre mi pecho y me echó hacia atrás, con delicadeza. Yo estaba completamente aturdido, y los labios me ardían, los suyos eran como un fuego abrasador, pero como uno del que no quieres huir.

  -¿Qué ocurre? -Pregunté en un susurro casi impronunciable. Eva se puso de pie delante de mí, y comenzó a mover nerviosa sus pies y sus manos.

-Es que... ¿Qué se supone que haces? -Me miraba preocupada. Puede que me hubiera precipitado, pero otra vez me había dejado llevar por el corazón y no por la cabeza.

-Yo... Lo siento... No sé lo que me ha pasado... Yo... -Dile que la quieres, dile que es la mujer de tú vida, dile que sus besos te hacen transportarte al cielo. -Sé que esto es muy repentino, que hace muchísimo que no nos vemos y que tú te vas a casar... Pero en mi interior hay un gran vacío. -Me miró con el ceño fruncido, mientras yo intentaba ser lo más sincero posible.

  -¿Y qué tiene eso que ver conmigo? -Me preguntó con incredulidad en la voz y con pocas ganas.

-Tú me llenas ese vacío. -Hubo un momento de silencio después de mi confesión. No me miraba, simplemente estaba con la mirada perdida, como si analizara toda aquella situación.

Finalmente me miró a los ojos, puede que fuera la primera vez que lo hacía directamente, sin ningún prejuicio. Se acercó a mí con paso precavido y con el semblante serio. Cuando sus labios estuvieron a unos cinco centímetros de los míos y mi pulso se aceleró hasta límites insospechados, ella me habló.

-Mira... Yo no sé si esto está bien o si está mal... Pero supongo que está mal, porque yo me voy a casar. -No hacía falta que me lo recordara, lo sabía de sobras. Se acercó a mí y me besó con ternura, pero con un toque de pasión... Solo ella sabía besar así. Rodeé mis manos por su cintura y la acerqué mucho más a mí, mientras nuestras bocas parecían moverse con desesperación. Respiraba con dificultad, pero a la vez con alivio; era extraño sentir tantos sentimientos opuestos a la vez.

-Creo que sí está mal. -Dije en un momento de descanso, antes de besar de nuevo sus labios carnosos.

-Yo también. -Dijo casi sin fuerzas y con los ojos entrecerrados. -Pero... Ahora mismo no me importa. -Nos quedamos mirando a los ojos, y yo intenté pensar en lo que ella estaba pensando en aquel instante.

La primera vez que la besé fue a oscuras, y ahora la luz de la lámpara iluminaba todo el comedor como si fuera de día. Le acaricié la cara con mis dos manos, después el cabello, después la espalda, después las caderas... Volví a besarla con fuerza. Ella ni siquiera se resistió, me cogió más firmemente por el cuello y jugueteó con mi pelo corto.

-No sabes las ganas que tenía de besarte... -Le confesé en un momento de silencio. No sabía cómo reaccionaría ella ante aquello, porque detrás de aquellas palabras había un doble significado: que la quería con toda mi alma.

Abrió un poco la boca, parecía que iba a decir algo...

-Creo... Creo... Que yo también. -Le compuse una media sonrisa al oír aquello. 

-¿Sólo lo crees?

***

Me preguntó con un tono muy sensual; aunque quizá me lo pareció a mí, porque estaba bastante caliente en aquel momento. No, no lo creía, lo sabía.

-Hugo... Creo que nos estamos equivocando... -Le dije apesadumbrada.

-Ya lo sé... Pero déjame que las consecuencias las piense mañana. -Volvió a capturar mis labios con unas ganas desmesuradas. "De acuerdo, Eva; tú también lo pensarás mañana... Porque no puedes más."

Lo besé con pasión, hacía tiempo que no besaba a alguien así, y también hacía tiempo que nadie me besaba y me tocaba como él lo estaba haciendo. Rafa no le llegaba ni a la suela de los zapatos a Hugo... Estaba perdidamente enamorada de él, y había comprobado que no podía resistirme más, que quería entregarme a él por segunda vez en mi vida.

-Quiero hacer el amor contigo. -Aquello le cogió por sorpresa, porque abrió los ojos como platos y frunció el ceño. Yo tragué saliva y noté como mis mejillas ardían de calor, de vergüenza.

Había estado con un montón de hombres, pero jamás había sido tan directa con ellos, y tampoco había tenido tantas ganas como las tenía ahora. Podía sonar extraño pero no quería hacer el amor con Hugo porque estuviera deseándolo (aunque también lo deseara), simplemente quería hacer el amor con él porque para mí era una forma bonita de decirle que lo quería... O que lo amaba, aunque sonara un poco cursi.

-Creo que estoy de acuerdo con tú deseo. -Moví los ojos de un lado para otro, un tanto avergonzada. Rocé mis labios con los suyos, con lentitud, mientras nos mirábamos a los ojos; a continuación los cerré, para sellarlos con un beso mucho más profundo y pasional. Solo se escuchaban nuestros besos, por todo el piso.

Hugo me agarró por detrás e hizo presión sobre mí, mis pies casi no tocaban el suelo, así que di un pequeño salto, Hugo me cogió con fuerza y rodeé su cintura con mis piernas; todo aquello sin dejar de besarnos ni un instante y sin que él dejara de acariciar con su mano derecha mi mejilla izquierda.

-En el sofá, en la cama, en el suelo... -Me dijo entre besos, mientras yo reía por su comentario, sin despegarme un solo segundo de sus labios.

-En el suelo... Ni hablar... -Dije divertida, él me enseñó una media sonrisa. -El sofá es muy pequeño... Pero así estaríamos más juntos... -Los dos miramos el sofá por un instante. -En la cama, en la cama... -Dijimos los dos a la vez, cosa que nos hizo reír. -Al fondo a la izquierda. -Le dije con tono apresurado, antes de besarle en la mejilla con dulzura.

En todo el camino hacia la habitación no dejé de besarle ni un instante y por eso tardamos en llegar, porque casi no le dejaba caminar y él me llevaba en brazos.

***

Creo que no tardamos ni un segundo en desnudarnos, fue todo rápido... Pero todo esto podía parecerme porque se me nublaba la vista, y lo último que me imaginaba aquel día es que acabaría por hacer el amor con ella en su cama de matrimonio.

Hubo un momento en el que nos miramos a los ojos, ella debajo mío totalmente desnuda y yo encima suyo totalmente desnudo. Le acariciaba la fina piel con desesperación. Ella acariciaba mi torso con la punta de sus dedos ágilmente, mientras que con su otra mano acariciaba mi rostro con ternura.

-Te quiero. -Le dije sin pensármelo. -Te he querido siempre. -Me regaló una pequeña sonrisa, mientras que sus ojos entrecerrados le daban un aire enigmático. La única luz que entraba en aquella habitación era la de la luna llena, que habitaba el cielo aquella noche.

Ella levantó un poco su cabeza, con esfuerzo, y me besó... Fue un beso largo, un beso que duró una eternidad; mientras mi pecho daba pequeños espasmos, pinchazos y vibraciones... todo lo que un loco enamorado puede sentir cuando tienes a la mujer de tú vida entre tus brazos.

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¡Por fin! ¿Habrá consecuencias o empezará a irles todo bien?
Os leo ♥️

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