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—¡Por favor Número Cuatro!—Suplicaba Tres a Cuatro el cual se negaba rotundamente a ir a la cita de parejas que habían organizado ella y Número Uno.

—¡No Tres! Olvídalo, es una estupidez para mi—Dijo el cruzándose de brazos y yo rodeé mis ojos.

—¡Ocho dile algo!—Tres me miro desesperada.

—Te dije que era tu trabajo convencerlo—Dije alzando mis manos en el aire.

—¿Que tengo que hacer para que accedas?.

—Quiero cincuenta dólares—Dijo y yo reprimí una risa por lo abusivo que estaba siendo.

—¡Eso es demasiado!—Exclamo Tres ofendida.

—Tómalo o déjalo—Cuatro se cruzó de brazos y sonrió de manera arrogante, ganándose una mirada de desaprobación de mi parte.

—Está bien, te daré veinticinco y lo restante te lo dará Uno—Hablo rendida Tres sacando de una cajita rosa el dinero y extendiéndoselo al abusivo de Cuatro.

—Bien, prepárate para tu primera cita—Me dijo tratando de molestarme.

Salió de la habitación dejándonos solas y yo me eché hacia atrás en mi cama.

—No tengo que usar para la ocasión—Dije haciendo un puchero.

—No te preocupes tengo todo cubierto, mamá consiguió un vestido rojo para ti—Me dijo orgullosa y yo negué riendo con la cabeza.

—¿Y no te pregunto para que lo queremos?.

—Dije que no te preocupes, no nos descubrirán—Sonrió orgullosa de sí misma.

Después de un rato más platicando sobre los detalles de la tan esperada cita, se fue a su cuarto dejándome sola.
Baje y entre a la habitación donde estaba el piano, era la única que sabía tocarlo.

Solo Siete  y yo sabíamos tocar un instrumento, a los otros les parecía una pérdida de tiempo.  Comencé a tocar una melodía que mamá me había enseñado, de hecho, la primera que aprendí a tocar.


Encontraba muy placentero el escuchar lo que mis dedos producían. Cerré mis ojos dejándome llevar por la melodía.

—Es muy lindo—Escuche la voz tenue de Cinco a mi costado y me sobresalte tanto que presione muy fuerte las teclas del piano provocando un sonido horrible.

—¡Tonto casi me provocas un infarto!—Exclame entre risas y el igualmente río.

Me gustaba verlo reír o sonreír, comprobar que no estaba vacío por dentro como todos estos años había creído. Le hice una seña para que se acercara y él obedeció sentándose a mi lado.

—¿Que haremos hoy?—Le pregunté curiosa.

Últimamente pasaba mucho tiempo a su lado. Entrenábamos nuestros poderes, trataba de enseñarle a tocar el piano, el me enseñaba física, a veces leíamos juntos, incluso vimos una que otra película de las que compraba papá para Siete y Tres para reírnos de las historias tan tontas y por supuesto, no nos habíamos perdido ni un solo atardecer desde hace dos semanas y media que llevábamos siendo amigos.

El castigo había sido levantado dos días después de limpiar el sótano. Hasta a papá le sorprendió lo bien que nos llevábamos ahora.

𝐁𝐮𝐬𝐜𝐚́𝐧𝐝𝐨𝐭𝐞 | CINCO HARGREEVES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora