XXI.
Samantha. Samantha.
— ¿Estarán bien? —preguntó una señora angustiada.
—Se mejoraran —aseguró una voz masculina—. Ahora, por favor salga de aquí, señora.
¿Qué pasa? ¿Quiénes se mejoraran?
Savannah estaba escuchando lo que sucedía a su alrededor pero no podía abrir los ojos, su cuerpo no reaccionaba a sus órdenes.
—Mañana podrá visitarlas —le afirmó una dulce voz—, por ahora, ya es muy tarde.
Una puerta se cerró, pero aun había personas junto a ella.
— ¿Cómo sigue su diagnóstico? —inquirió la dulce voz.
—Están estables —respondió la voz gruesa—. Extrañamente, muestran los mismos resultados.
Savannah sintió que una aguja atravesaba la piel de su brazo.
Auch.
¡No! No te duermas. ¡Despierta, Savannah! Despierta…
A los pocos segundos dejo de escuchar lo que sucedía a su alrededor y volvió a perder el conocimiento.
En donde estoy.
— ¡Savannah! —Era Samantha que la llamaba desde la caballeriza— ¡Savannah, ven!
¿Estoy en casa?
Savannah salió de la casa y admiro el ocaso, el sol daba sus últimos rayos a la casa de madera y a la amplia pradera. ¡Estoy en casa! Savannah corrió por la pradera disfrutando de estar de vuelta en su hogar, al llegar a la caballeriza no vio a Samantha por ninguna parte.
— ¿Samantha? —su voz sonaba aguda y aniñada.
Comenzó a caminar en el interior y al final encontró a una pequeña Samantha de unos ocho años. Estaba sentada en el pajar acariciando a Boston, el pequeño potro acostado de medio lado.
— ¿Qué le pasa, Savannah? No se ha querido parar en toda la tarde —masculló preocupada Samantha.
Savannah se acercó a su hermana y se sentó junto a ella para reconfortarla.
—Seguramente está enfermo —dedujo Savannah—, debes dejarlo descansar, mañana vendrá Philip y lo revisara.
Su hermana se echó a llorar en su regazo.
—No lo dejare, ¿Y si necesita agua y no puede tomarla porque no se levanta? Necesitará que lo cuiden.
—Te aseguro que el estará bien —Savannah intentaba calmarla—. Es más, le dejaremos agua solo para él —Savannah se levantó y le trajo una ponchera con agua para dejársela a su lado.
Samantha se tranquilizó pero no cambiaba de opinión.
—Me quedare aquí —recostó su cabeza sobre el estómago del potro y cerró los ojos.
Savannah no la podía dejar allí, el invierno se acercaba y el frio cada día aumentaba más. Se fue de vuelta a la casa y regreso a la caballeriza con una cobija. Hizo lo mismo que Samantha y apoyo su cabeza sobre el estómago de Boston.
— ¿Qué haces? —preguntó Samantha desconcertada.
—No te dejare aquí sola —Savannah extendió la cobija sobre ambas—. Jamás te dejare sola.
¡¿Dónde estoy?!
Savannah quedo sentada de un brinco. Inmediatamente sintió que sus fuerzas disminuían y volvió a caer sobre la almohada. Un pitico comenzó a sonar detrás de ella y una enfermera apareció a su lado ¿De dónde salió ella? La enfermera reviso sus signos vitales y apago el pitico.
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The redhead
عاطفيةElla es pelirroja, sus ojos son azules y su piel demasiado blanca. No es de la ciudad, eso es seguro. Jamas ha usado un celular en su vida, ni una laptop ni una TV. Es reservada, no habla mucho y se limita a observar. Nunca se ha enamorado, en re...