20.

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XX.

Primer paso: Entrar en la casa de Georgina. Hecho. Segundo paso: Entrar en el centro psiquiátrico. Merde.

El taxista la dejo en la entrada del hospital psiquiátrico. Ante ella se imponía un gran complejo de color blanco y gris con muchas ventanas; su construcción era notablemente antigua pero muy bien conservada. Rodeado por estacionamientos, jardines, árboles y mucha naturaleza; a simple vista, parecía un lugar muy acogedor para pasar el rato.

Iban a ser las dos de la tarde, Savannah miraba impaciente la puerta del hospital mientras algunos doctores y enfermeras salían y entraban. Según la información de los papeles, el horario de visita es desde la una hasta las ocho, ya debería poder entrar. Parecía petrificada, el corazón se le iba a salir del pecho y las piernas le temblaban, pero no sabía qué hacer.

—Disculpa, ¿Te puedo ayudar en algo? —la cuestionó amablemente una enfermera que venia del estacionamiento. Era alta y delgada como un palillo, el cabello en un tenso recogido y el blanco uniforme impecable.

Savannah se quedó mirándola un momento, como si estuviese procesando las palabras en alemán, luego reacciono.

— ¡Si! Vengo para… Una visita —respondió torpemente.

La enfermera la examino con la mirada de pies a cabeza.

— ¿Te he visto antes en algún lugar? —inquirió la enfermera como si intentara recordar, pero la verdad, era que seguramente veía a diario a su hermana.

Savannah negó.

—Sígame —le indicó la enfermera caminando al interior del hospital y dirigiéndose hacia algo similar a una recepción, donde otra enfermera pidió el nombre del paciente a visitar.

—Samantha Collingwood.

— ¿Qué relación tiene con la paciente? —preguntó la enfermera de la recepción en tono monótono para completar la información del visitante.

— ¿Hermanas? —respondió Savannah dudosa de si era la respuesta correcta.

—Tercer piso.

La enfermera caminaba tan rápido que Savannah no tenía tiempo de detallar el lugar, intentaba ir al ritmo de la enfermera y no perderse. Subieron las escaleras, primer piso, segundo piso, y en el tercer piso, la enfermera se detuvo de golpe y comenzó a caminar más pausadamente por el pasillo.

—Tu hermana debe estar por aquí —mencionó la enfermera en voz baja.

Savannah se sentía más ansiosa que nunca. Mientras caminaban lentamente por el pasillo, Savannah observaba cada detalle intentando planear “el escape”. El pasillo tenía puertas de ambos lados, Savannah suponía que eran habitaciones pero no estaban abiertas a excepción de una con el interior completamente vacío y las paredes acolchonadas. ¿Para qué será ese cuartito? Me daría claustrofobia. Al final del pasillo se hallaba una sala general, había un televisor, mesas, sillas y sofás desgastados.

¡Pero que locura!

Savannah sintió escalofríos al ver con quienes trataba Samantha a diario. En la sala se hallaban algunas mujeres jóvenes, ninguna hablaba ni la miraba a los ojos. Una observaba por la ventana rejada, como si esperase a alguien. Otra se quitaba las costras de las cortadas en su muñeca y la que menos loca lucia, era una chica de ojos claros  que estaba en los puros huesos. Supongo que la anorexia es su motivo para estar aquí.

— ¡Samantha! —exclamó una enfermera robusta desde una recepción que se hallaba más allá de la sala— ¿Cómo te has escapado? —la interrogó dirigiéndose a Savannah.

The redheadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora