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IX. 

Era una bella tarde de sábado, Savannah admiraba el ocaso desde la silla de un parque, los niños jugaban y corrían mientras el sol bañaba todo el horizonte. Savannah se sentía en paz con ella misma, las cosas con Noha parecían tomar buen camino, su hermana le escribía a diario y le contaba sobre su situación con mamá y a pesar de aterrorizarle la idea de que su hermana viera el fantasma de su madre, también le agradaría poderla ver una última vez más.

Apenas se escondió el sol, Savannah se levantó de la silla y comenzó a caminar en dirección al pent-house, unas calles más adelante comenzó a sentir que alguien la vigilaba. Giró a la derecha por una esquina y por el rabillo del ojo vio un misterioso encapuchado a una distancia moderada de ella. Comenzó a caminar más rápido para verificar si la estaba siguiendo ¡Oh Dios mío, ahora que hago! Camino más rápido y más rápido, giro por otra esquina y espero contra la pared a que se acercara la misteriosa persona.

1… 2… 3…

— ¡¿Tienes algún problema?!

La persona había desaparecido. Estaba segura de que me estaban siguiendo. Se giró en sus talones para seguir su camino pero de repente el encapuchado que la seguía apareció frente a ella y coloco un pañuelo en su cara. Savannah entro en pánico y segundos después perdió la conciencia. 

Samantha. ¿Estás ahí?

Al recuperar el conocimiento lo primero que noto fue el incesable dolor de cabeza. Savannah se hallaba acostada en un sofá rustico pero muy cómodo, detallo su alrededor: Se encontraba en una habitación amplia y fría por el baldosín, al fondo había una chimenea y enzima colgaba en la pared una cabeza de venado. Había una licorera y una repisa llena de trofeos, y las paredes estaban decoradas con diferentes recuadros y pinturas. En frente del sofá había una silla con las mismas características rusticas, y una mesa de centro de cristal sobre un tapete de lana fina.

Se levantó mareada y se acercó a la puerta tambaleando, la cerradura estaba cerrada con llave desde el otro lado y no habían ventanas. ¡Estoy atrapada! Camino por toda la habitación intentando encontrar una salida pero no hallo nada que le fuera útil. ¿Quién la había traído allí? ¿Acaso era la casa de Noha o Annette? No, ellos nunca la secuestrarían para llevarla a su casa, o tal vez solo le estaban jugando una buena broma. Savannah dejo de engañarse a sí misma, quien la había secuestrado definitivamente no la quería dejar ir. Inmediatamente se alarmo y entro en pánico, su corazón latía a mil por hora, tenía miedo.

— ¿Hola? ¿Hay alguien? ¡Ayuda!

Savannah prácticamente estaba gritando pero nadie parecía oírla.

1, 2, 3, 4, 5…

Regreso al sofá donde se había despertado y abrazo sus rodillas. Comenzó a contar los números para calmarse y saber cuánto tiempo estaría allí. Al llegar al número mil por cuarta vez, escucho abrirse una puerta a la distancia, ¿tal vez en un primer piso? Perdió la cuenta de los números y dedujo que llevaba allí más de una hora. Escucho diferentes voces pero luego concluyo que eran solo dos voces, masculinas.

—¿Hola? —Savannah hablo en voz alta pero con el miedo en cada letra que pronunciaba.

Las voces se callaron, Savannah sintió que los pasos se acercaban, cada vez eran más fuertes como si subieran escaleras y con cada paso el corazón le latía más rápido. Luego los pasos se detuvieron.

— ¿Hay alguien ahí? —preguntó Savannah acercándose a la puerta para oir mejor.

Sonó el seguro de la chapa y la puerta se abrió lentamente, Savannah retrocedió y dio paso a dos chicos, uno le parecía familiar pero el otro era un total desconocido.

The redheadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora