Capítulo 2

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Tenía una semana desde que despertó en el cuerpo de una niña de 7 años

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Tenía una semana desde que despertó en el cuerpo de una niña de 7 años. Sucedió de una manera tan incoherente  que hizo que gritara como una desquiciada en una habitación que no conocía y golpeando al único individuo que la acompañaba. No tenía la culpa, más bien, ¿quién no le pegaría a la persona que le dijo que era una princesa? Estuvo a la defensiva los primeros días y se pegó en la cara varias veces para comprobar si todo esto no se trataba de un sueño demasiado lúcido. Sintió dolor, las demás personas también y lo había comprobado de una manera no tan ética; el mundo parecía real porque lo experimentaba pero, ¿de verdad existía?, ¿de qué manera? Se estaba volviendo una maniática, ¿su ser era su mente o el cuerpo en el que habitaba? No tenía idea de si era su imaginación o la realidad, estaba perpleja, sabía que era ella porque lo percibía  pero, entonces, ¿de quién era ese cuerpo?, ¿de qué se trataba este mundo?, ¿acaso estaba muerta?

Todo este tiempo se la había pasado recopilando la poca información que le daba su dama de compañía, para tratar de comprender su información. Estaba más que jodida porque, aunque pareciera fascinante transmigrar en la entidad de una princesa, ella terminó en el cuerpo de la décimo séptima princesa de Sidonia, un pequeño país que era demasiado misógino para su bien, gobernado por un rey sádico y explotador. Lo que recolectó no le ayudó a saber mucho sobre en donde estaba, solo sabía su nombre: Dianne Kshatriya Dalal, una princesa abandonada por la familia real.

¡Púdrete, Dios!, gritó en su pequeña habitación.

Se observó al espejo mientras se peinaba, era una niña con una belleza extraordinaria, parecía una pequeña hada sacada del mismísimo libro "Sueño de una noche de verano", con sus cachetes color granada y su cabello largo y ondulado de color rubio dorado, que hasta el mismo oro sentía envidia de su beldad. Se quedó sorprendida de su propia perfección, en su mundo esta clase de hermosura no se observaba a menudo, casi parecía irreal. ¿Estaba segura que no era un sueño? Está bien, no podía seguir negando su propia existencia cuando había pasado varios días respirando y cagando en el mismo cuerpo, así que sonrió viéndose a sí misma.

Tenía una clase de belleza celestial muy diferente a su aspecto original, era chocante el solo ver su reflejo en el espejo, ¿y su piel quemada y colorida?, ¿y su cabello negro como el grafito?, refunfuñó, este cuerpo no era de ella, hasta observar sus manos era de mal gusto; lo que más le irritaba eran sus ojos, en su universo nunca hubiesen existido estos ojos color magenta parecidos al granate que la miraban con asombro y disgusto; era raro, no tenía una enfermedad, ¿verdad?; aún así, no podía negar que era una niña preciosa, sin embargo, era difícil aceptar su nueva forma corpórea; en la ficción, las jóvenes lo aceptaban con encanto y facilidad; en la vida real, era molesto, ¿qué harían si un día despiertan en el cuerpo de alguien más?, ¿podrían adaptarse fácilmente a él?

Su instinto le decía que este podría ser un mundo de fantasía, no cualquiera tiene ojos rosas, y ella, una ávida lectora de novelas de reencarnación y transmigración y, después de razonar hasta desfallecer, coincidió que esta era la mejor resolución; tal vez era para no volverse loca o para aferrarse a la mentira más lógica pero, ¿y si era una transmigración? Al menos se sentía mucho más aliviada de saber más o menos su contexto y no pensar que se encontraba en la cama de un hospital en coma; ¿debería de agradecerle a Jess por darle a leer esas tonterías de niñas y venderle la historia más sensata para no caer rendida en las puertas de la locura?

Le intrigaba el porqué ella estaba ahí, no era una buena persona ni mucho menos una fan de estas historias, era la villana en su mundo, por regla general siempre se llevaban a personas buenas, hasta Platón lo había dicho; ¿por qué tuvo que ser ella?, solo era una estudiante que le gustaba follar, no podía aportar mucho a la trama de una historia de fantasía, a no ser que fuera más dieciocho, ¿acaso era una?

Todo se derrumbó al ver su cuerpo de niña, ¡no podría hacer nada con este cuerpo! Se intranquilizó mientras se retorcía en el medio de su pequeña y dura cama, como haciendo una rabieta; se jaló sus preciosos mechones y se paró de un sentón, "hoy tengo que ir a la biblioteca", pensó. Era más que nada porque necesitaba información, información del mundo donde había llegado a caer, tal vez era un mundo post-apocalíptico o podría encontrarle fallas y ver si no era un tipo de matrix o *inception, o una clase de experimento por abducción de los aliens; al final, la idea del mundo de fantasía la tranquilizaba más que las otras.

Entre suspiros se dirigió a la biblioteca, extrañaba demasiado su mundo; pensó en matarse para regresar a él con su madre y Jess, las únicas personas importantes en su vida. Ahora es sólo una niña de 7 años, pero suicidarse era una decisión demasiado arriesgada y no había ninguna prueba de que ella regresaría sana y salva; independientemente, en muchas películas, si mueres en tus sueños también mueres en la vida real; además, tendría que morir otra vez o, eso es lo que recuerda, el dolor de la muerte; ni siquiera el cuándo, cómo y dónde fue su muerte apareció en su mente por el momento, pero no querría volver a sentir ese sufrimiento una vez más.

Se escondió entre los rincones para no ser vista, era mejor que nadie notara su existencia, no sabía todos los problemas de la vida de este cuerpo; podrían matarla por nada.

Llego lo más pronto posible a la biblioteca, una biblioteca inmensa que a la de Alejandría le hubiese dado envidia. Se dirigió ávidamente a buscar un libro de historia universal, al menos le alegraba saber leer y hablar. El libro se encontraba demasiado alto para ella, ¿por qué tuvo que ser una niña de 7 años?

Observó cómo una mano pálida y grande tomó el libro, se dirigió a examinar a la persona de la cual provenía, era un joven de unos dieciséis años con cabello rojizo y ojos cobrizos, vestido con un prenda larga parecida a un abrigo o sherwani indio de color azul llegándole hasta las rodillas, con un pantalón blanco y botones de oro. Se le acercó y trató de darle el libro con una amable sonrisa.

― Di, ¿qué haces aquí pequeña?―

Dianne hizo una mueca, aún era desconcertante el entender y hablar un idioma que no era suyo. Tomó con cautela el libro mientras trataba de ver si era mejor ser amable o descortés.

―No sé quien eres y no hablo con extraños― la niña salió corriendo con el libro en las manos, literalmente como una niña que roba un dulce. Era mejor que nadie se diera cuenta que ella estuvo en ese lugar, ¿y si le cortaban las manos por tomar un libro? o, ¿si quemaban a las niñas que entraban a la biblioteca? No pensó en eso hasta llegar, era mejor huir.

Cansada de correr y debido a su débil condición, se escondió en el jardín cercano. Debajo de los arbustos y, revisando hacia todas las direcciones, por fin tuvo el valor y abrió el libro. Fue ahí donde decidió ver el mapa del mundo; aún le resultaba raro saber leer este idioma que tenía tintes arábicos. Ágilmente buscó a Sidonia, este era un país más pequeño que una nuez y, al lado de su trivial reino, se encontraba un imperio, un imperio tan gigantesco que parecía que se comería al mundo. Entró en pánico, ella conocía el nombre de ese imperio, lo había leído en la novela que le recomendó su amiga Jess, era el imperio de la Princesa Athanasia, Obelia.

¿Qué diablos estaba sucediendo? Entre un manojo de pensamientos recordó su nombre, su nombre era Dianne, el nombre de la madre de Anastasia y el país donde se encontraba. ¡Oh, Dios Mío! Nauseas inundaron su estómago, ella era la madre, la madre que moría dando a luz, la madre que fue vendida. Se tapó la boca con un grito ahogado.

¿Qué no su padre abusó de ella? No pudo aguantar más y vomitó.


*Inception: es una película donde hay asesinos especializados en infiltrarse en los sueños para robar ideas, claves, etc.

*Inception: es una película donde hay asesinos especializados en infiltrarse en los sueños para robar ideas, claves, etc

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¡Muchísimas gracias por leer y darle una oportunidad a Dianne!

Dianne: la verdadera princesa encantadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora