Adriel observaba detenidamente a su hermana pequeña, mientras ella balanceaba su espada con esfuerzo. Sus pequeñas manitas apenas sostenían la espada, sus cachetes eran dos fresas que se podían comer en un mordisco, parecía una muñeca de porcelana que se quebraría en cualquier momento, ¿cómo es que ese pequeño cuerpecito guardaba un alma tan determinante? a veces se ponía triste por ella, parecía como si huyese de alguien o algo. Sus ojitos rosas como el atardecer siempre parecían cansados y llorosos, al igual que si estuvieran carentes de esperanza. Su hermana trabajaba día y noche, no dormía por estudiar, ¿a qué le tenía tanto miedo?, solo podía admirarla y quererla desde lejos, ya que parecía que esa niña tenía sus propios planes, a veces él también quería ser parte de su mundo, pero ella siempre ponía una barrera, como si supiera algo que todos no. No pudo contenerse y la fue abrazar.
-¡Ahhhh! ¡Hermano! ¿Cuándo me vas a dejar en paz? ¿No ves que estoy entrenando?- le riñó Dianne mientras era apretada por los brazos de Adirel y se sacudía para zafarse de su agarre.
- Di, ¡no pude evitarlo!, te ves tan linda- sacó sus labios hacia adelante a modo de puchero- además, ya entrenaste mucho ¿no?, ¿qué tal si vamos a dar un paseo?- Le comentó Adriel. La verdad es que ya extrañaba a su hermana, parecía que se escondía de él y Alaia, le gustaba más estar sola; se preocupaba por ella, ¿estaba bien que una niña como ella entrenara tanto?, siempre trataba de sacarla antes, tenía miedo de que su hermana se enfermara.
- ¡Ya qué!- contestó Dianne furiosa- pero me debes algo ¿está bien? ¡nada es gratis en esta vida hermano!
Adriel no pudo dejar de reírse, pero le parecía tan tierna cuando Di estaba enojada. Era una niña muy mona y, aunque sabía que eran medios hermanos, los dos estaban solos en el mundo, lo comprendió desde el primer momento en que la vio, una niña tan pequeña como un árbol de naranjas enanas, recostada en la hierba, viendo el sol y, al igual que ahora, Dianne era una niña solitaria, que parecía quererse escapar y que desaparecía en cualquier momento. Sólo pudo verla desde lejos pero, instantáneamente supo que era una de sus hermanastras ¿quién más tendría ojos rosados como joyas sino la hija de la quinta concubina?, esa concubina había escapado del castillo, dejando a su hija sola.
Adriel había escuchado que la niña nunca lloró por la pérdida de su madre, le parecía una niña muy curiosa, aunque al verla más de cerca vio sus ojos hinchados. Esa niña, había sido abandonada y olvidada en el castillo por la traición de su madre.
Recuerda haberse acercado un poco más a Dianne y esta, al verlo le regaló una sonrisa tan brillante y carente de malicia que el agua se quedaba corta al ver su pureza; desde ese momento quedó conmovido ¿cómo una niña, olvidada por su padre y madre podría regalarle una muestra de afecto a alguien sin siquiera conocerlo?, desde ese momento, Adriel supo que querría a su hermana, como una ráfaga de calidez que calentó su pecho. Los dos podrían tenerse el uno al otro, él tampoco tenía a nadie, él podría protegerla y cuidarla, a cambio, podría obtener una sonrisa sincera.
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Dianne: la verdadera princesa encantadora
Fanfiction¿Qué harías si despertaras en la madre de la protagonista? Dapinka, una joven universitaria y bailarina de danza oriental, era la chica más indeseable, conocida por coleccionar hombres como si fueran monedas. Ella, reencarnó en la madre de la prota...