-Hija mía, ¿por qué no vienes a mis aposentos conmigo y pasas más tiempo con tu padre?- gritó el rey extasiado.
Sintió su perversa mirada dirigiéndose a ella. No pudo evitar sentirse vulnerable, aunque esa sensación duro poco. Si todo salía bien no tendría por qué preocuparse por este viejo decrepito. Una sádica sonrisa se formó en su mente, hoy iba a terminar con ese bastardo.
Ella era el ángel de la muerte, bella y cálida como un hada pero feroz y sanguinaria, hoy cobraría las vidas de aquellas almas inhumanas. Aceptó inclinando su cabeza y dando una reverencia al rey se acercó a su presa.
En el salón no se oía ni una solo voz, ni un solo ruido, solo ella podía escuchar como un zumbido todos los pensamientos de esa repugnante gente y, en ese momento fue una coincidencia fatídica que los ojos del rey y de ella se encontraran. Esos ojos llenos de malicia con una sonrisa que sólo un ser maligno te podría dar. Se acercó con cuidado al rey, un soberano que no tenía que rendirle cuentas a nadie.
Al llegar cerca del rey, este la tomó de las axilas y la cargó en sus brazos. Su corazón paró por un segundo; no estaba incomoda, este maldito tenía experiencia. El rey no le habló en todo el camino hacia su habitación, subieron la escalera de bronce con cuidado.
El hombre solo la observaba, como esperando a que ella gritara o tratara de zafarse de sus brazos, después empezó a acariciarla con cuidado, primero el cabello, luego los brazos, tocaba su cara con delicadeza. ¿Qué niño no gritaría ante semejante espectáculo? Sus pensamientos estaban llenos de odio, asco y repulsión. Dianne hizo su mayor esfuerzo, se mantenía calmada, ya que por lo visto el rey le gustaba disfrutar a sus presas.
Estaba cansada hasta que el rey empezó a tocar sus pies, empezó a subir sus manos como una serpiente. Dianne ahogó un grito en su interior.
-Padre, ¿y si jugamos a las escondidas en tu cuarto?- trató de decirlo lo más dulce posible pero solo salió una voz fría y cortante.
El rey dejó de tocarla y la miró con asombro.
- Si me atrapas, te toca decidir el siguiente juego. ¿qué dice su alteza?- le dijo retándolo.
El hombre que la cargaba subió las comisuras de su boca. Era una sonrisa como de un gato viendo a su presa.
- Si es tu gusto querida, eso haremos- respondió plácidamente en un murmuro.- Mi juego será mucho más divertido, ya lo veras.
Los dos caminaron entre los pasillos del palacio Mysorre, que parecía cada vez más siniestro mientras los dos avanzaban. Los dos se pararon en frente de unas puertas de oro gigantescas, un sirviente abrió la puerta y los dos entraron con cuidado. La puerta se cerró y dejo un sonido fuerte y espeluznante, como presagiando la mala ventura. Un silencio sepulcral lleno esa habitación.
El rey la bajó con cuidado y se agachó con su obeso cuerpo diciéndole:
- Ponme la cinta hija, está ahí- dijo señalando una venda roja que estaba arriba de su buró cerca de su cama- contaré hasta 50, te encontraré y, después jugamos a lo que yo diga, ¿si cariño?, juega con tu papi.
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Dianne: la verdadera princesa encantadora
Fanfiction¿Qué harías si despertaras en la madre de la protagonista? Dapinka, una joven universitaria y bailarina de danza oriental, era la chica más indeseable, conocida por coleccionar hombres como si fueran monedas. Ella, reencarnó en la madre de la prota...