Capítulo 23

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Francamente estuvo pensando demasiado sobre si matar a Penélope o no; al comienzo solamente quería advertirle a Claude que no se enamorara de ella pero tampoco era la mejor solución, más bien, Penelope era un gran problema y no quería dejarla vivir

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Francamente estuvo pensando demasiado sobre si matar a Penélope o no; al comienzo solamente quería advertirle a Claude que no se enamorara de ella pero tampoco era la mejor solución, más bien, Penelope era un gran problema y no quería dejarla vivir.

Muchos dirán la fática frase "Para vivir, hay que dejar vivir", pero era una suposición errónea que solamente valía para unas cuantas situaciones, pero en circunstancias de vida o muerte, siempre es mejor la muerte de cualquier insecto molesto.

Subsistir a partir de la muerte de otros, es una regla no escrita en el juego del poder.

Penélope era una mejor peligrosa, debido a su gran ambición, por lo poco que recuerda de la novela, deseaba una vida cómoda y lujosa por encima de todo. Era una mujer egoísta y manipuladora, capaz de dar la espalda a quienes consideraba innecesarios. Era lo suficientemente perspicaz como para no formar vínculos afectivos con los demás y establecer relaciones ventajosas que le permitan lograr sus objetivos.

Pensándolo mejor, no le caía tan mal, era una mujer audaz que sabía lo que hacía, bueno,  hasta cierto punto.

Nadie puede culparla por aspirar a ser emperatriz y no querer estar comprometida con un hombre que no tiene legitimidad al trono. El problema es que no fue tan lista como para elegir el mejor candidato para emperador y se decidió ir por el peor: Anastacius de Alger Obelia.

Tenía muchas posibilidades de obtener el trono. ¡Si tan solo hubiese sido lo suficientemente capaz! 

Ella tenía el corazón de Claude y fue su primer amor, además de ser prima del Duque  Alpheus  y ser de una familia noble; pudo irse con él, apoyar la revolución y sentarse en el trono, pero no jugó bien sus cartas.

En vez de eso,  decidió engañar a su prometido e irse con su hermano, un don nadie que solo tenía el título y que carecía de total habilidad para gobernar. Un hombre con un complejo de inferioridad ante su hermano menor, y que debido a su falta de talento en la magia, la utilizó como experimento usando magia negra para crear artificialmente a un niño que poseyera suficiente poder para superar al de Claude.

Su final fue infausto e insignificante. Después de que Claude matara a  Anastacius por el trono, no le quedó de otra más que huir llevando a Jennette en su útero — un feto concebido artificialmente que se convertiría en  la protagonista de la primera línea y la hija amada de Claude — y  buscar  ayuda con el Duque Alpheus, su primo. Al final e igual que la mayoría de las madres de las protagonistas, murió dando a luz.

¡En serio escritor! ¡¿Por qué tienes que matar a las madres después de concebir?!

Al parecer, en este mundo, embarazarse aumenta tu tasa de mortalidad a un cien por ciento.

Regresando a lo anterior, murió durante su trabajo de parto, sin que ni siquiera su último atisbo de esperanza, de que su hijo por nacer le concediera la vida que deseaba, se cumplió; y es irónico, puesto que en la primera línea muy probablemente lo hubiese conseguido.

Dianne: la verdadera princesa encantadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora