Capitulo 4

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-¿Cómo sabes que fui yo? –pregunté, volteándome y caminando hacia mi cama distraídamente, para que no notara que me había sonrojado.

-Eres la única persona aquí que aún tiene compasión. -contestó.

Me detuve, lo miré a los ojos y sonreí ante su respuesta. De algún modo, él me atraía, era bueno, simpático… Además de que tenía buen físico. Parecía perfecto, ¿Cómo no?

-¿Prefieres dormir en la cama  o en el sillón? –le pregunté, cambiando el tema de la conversación.

-Me matarán si me encuentran dormido aquí… -respondió dudoso y parecía estar librando con una batalla dentro de su cabeza.

-Hace demasiado frío como para dormir afuera. Duerme aquí, yo no tengo ningún problema.

-De acuerdo. –dijo, sonriendo falsamente. No estaba convencido totalmente.

Él se acostó en el sillón y yo en la cama.

-Buenas noches. –dije, una vez dentro de mi cama, que resultó ser muy cómoda y acogedora.

-Duerme bien. –respondió. Sonreí y abracé mi almohada, feliz de algún modo, de tener a alguien a quien podría considerar amigo.

Logré dormirme debido al cansancio. A la mañana siguiente, sentí una voz que me hablaba, no era la de Guido, eso me hizo pensar que lo habían descubierto.

Me desperté sobresaltada y vi a Mercedes a un lado de la cama. Mi corazón se aceleró inmediatamente. Volví mi vista rápidamente hacia el sillón donde Guido había dormido la noche anterior y él ya no estaba allí.

-Buenos días, _______ -saludó Mercedes-. Es hora de que se  prepare para el almuerzo.

Me fijé la hora en el reloj que colgaba sobre una de las paredes de la habitación. Su tic-tac era el único sonido que se escuchaba.

-Son las 8 de la mañana. ¿No será el desayuno? -le pregunté pensando que se había equivocado y que me dejaría seguir durmiendo un par de horas más.

-No. Tienes cuatro horas para prepararte y aprender muchas cosas sobre cómo debes comportarte.

¿Cómo debo comportarme? ¿Veré a un rey quizás? Me pregunté. Era solo un almuerzo. Trato de no imaginarme cómo se habría visto mi cara en aquel momento.

-De acuerdo -respondí haciendo a un lado las sábanas-. ¿Puedes retirarte mientras me visto? -le pregunté al notar que ellas seguía inmóvil en el mismo lugar, como si esperase algo.

Ella, sin decir palabras, se retiró de la habitación.

Comencé a buscar a Guido por todas partes, tal vez se había escondido. Debajo de la cama, dentro del armario, detrás del sillón, cero rastros de él por todos lados.

Había dos opciones: la primera era que huyó antes de que alguien abriera la puerta; y la segunda era que lo atraparon aún cuando estaba dormido.

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