Abrí mis ojos despacio. Estaba recostada sobre mi cama. Pude visualizar a Patricio, quien estaba sentado a un lado de la cama, leyendo (O tratando de leer) el pequeño libro que había dentro del cajón de la mesita de luz.
-Esto es una porquería. –murmuró, arrojando el libro dentro del cajón de una forma muy sobreactuada.
Me reí levemente, atrayendo su atención. Él me sonrió. Me incorporé sobre la cama, tomando mi cabeza con mis manos, ya que ésta parecía estallar.
-¿Qué me sucedió? –pregunté, mi mano masajeaba mi sien.
-Te has golpeado la cabeza y te has desmayado. –respondió.
Una oleada de recuerdos invadió mi mente, haciendo que me sobresaltara y mirara a Patricio, examinando su rostro en busca de algún indicio de lo que haya pasado.
-Si estás pensando en lo que yo estoy pensando que estás pensando –dijo Patricio rápidamente, confundiéndome-, te alegrará saber que está bien.
Solté un suspiro relajado. Él se había salvado.
-¿Dónde está? –le pregunté, mirándolo fijamente.
Él dudó, meneando su cabeza de un lado al otro.
-No tengo ni la más mínima idea. Lo he buscado, pero no lo encuentro. Aún así –añadió- estoy casi completamente seguro de que está en el castillo. Escuché a Mercedes hablando de él.
-¿Y Gaston? ¿No sabes dónde está?
Planeaba vengarme de él. De alguna forma u otra le cobraría lo que había hecho. Generalmente, yo no era vengativa, pero Gaston hacía florecer mi instinto asesino.
-Tampoco lo sé. -bajó la mirada
-¿Cuánto tiempo estuve desmayada?
-Cuatro horas, quizás. Te he traído un poco de comida. –tomó un plato que estaba sobre la mesita de luz y me lo ofreció.
-Muchas gracias –dije, agarrando con entusiasmo el plato. La verdad era que tenía mucha hambre. Miré el contenido del plato. Sopa. Mi cara de asco fue incontrolable. –De todas formas, no tenía mucha hambre...
Patricio rió.
-La he preparado yo. –dijo, sonriendo.
Volví a tomar el plato, deseosa de probarlo. Patricio era un chef maravilloso. La sopa sabía increíble, a pesar de que era de verduras ¡Y de que era sopa!
-¿Nunca quisiste dedicarte a la cocina? –pregunté, dando un sorbo a la sopa.
-Jamás me ha llamado mucho la atención. Es decir, sí, me gusta, pero soy un simple aficionado.
-Simple aficionado, deberías pensarlo dos veces, cocinas realmente genial.
Continué comiendo con la compañía de Patricio. Estaba por acabar la sopa cuando él me comunicó que debía volver a su habitación. Se ofreció a llevar el plato y se retiró de la habitación.
Me recosté sobre la cama, tratando de conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos, veía la misma escena repetida de Guido siendo golpeado y arrastrado fuera de la habitación. Volví a sentarme sobre la cama, esperando tranquilizarme. Él está bien. Él está bien. Repetía la misma frase una y otra vez.
De repente, me acordé. Yo buscaba respuestas y sabía quizás dónde podía encontrar algunas. Rebusqué dentro del pequeño cesto de basura y allí estaba: el trozo de papel que me había dado Sebastián el único día que me lo crucé, que decía "Huye" y antes no había logrado darme cuenta, pero podía abrirse. Así que abrí el pequeño papel, encontrándome con un pequeño mapa dibujado y una frase "Ven cuando puedas". ¿Allí era su habitación? ¿Quería que nos veamos en ese lugar? ¿Aún estará esperándome? Rogué porque aún no era demasiado tarde. Miré el mapa con detenimiento: primero debía salir de mi habitación, caminar por el pasillo, girar hacia la derecha, entrar en la primera puerta, seguir caminando por un pasillo hasta llegar hasta la cuarta puerta que encuentre, entrar allí y listo. Podía hacerlo.
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¡Hey you!
Fanfiction¡Corre! ¡Corre y no te detengas! Enjaulada como un pájaro. Has perdido todo y ahora tu vida depende de un hilo. ¿Ves esa persona? No confíes en ella. ¿Ves aquella otra? Él es bueno, pero no lo suficiente. ¿Y aquella? Por nada del mundo confíes en el...