-¿Eso no te lo he dicho ya? -preguntó deteniendo su marcha y mirándome fijamente a los ojos.
-Sí, pero no… -respondí dudosa.
-No te entiendo. Explícate.
-Solo me has dicho una parte. Quieres aquella sustancia que tiene nombre raro que está en mi vientre. Lo que no entiendo es ¿Por qué no me la quitas y listo?
-No lo entenderás. –musitó acercándose nuevamente, pero cuando tomó mi brazo e intentó pincharme en la vena con la aguja, le quité mi brazo de un estirón.
-¿Cómo sabes que no lo entenderé si no me lo explicas primero? -pregunté inteligentemente.
Él suspiró. Parecía fastidiado.
-De acuerdo, primero debo hacerte estas pruebas para saber si puedo quitártela.
-¿Cuánto tiempo tardará esto? -interrogué.
-No lo sé. –contestó.
-¿No lo sabes? -pregunté con incredulidad.
-No, no lo sé –dijo serio-. Ahora, ¿Podrías quedarte quieta?
Obedecí sus órdenes y esperé a que terminara. ¿Cuántas veces debería quitarme sangre? Estas pruebas comenzaban a exasperarme. Se dirigió hacia la mesada donde prepara las jeringas, allí un hoja esperaba que sea leída. La tomó con una de sus manos y, luego de unos minutos, golpeó fuertemente el tablero de la mesada, haciendo un puño con la mano sin uso.
Si tan solo en aquel instante hubiera sospechado de él, si solo hubiera sido un poco más fuerte y resistente. Nada hubiese ocurrido. Él disfrazaba las mentiras tan bien, que parecían verdades.
-Dime, _______ -me llamó Gaston antes de que me vaya-. ¿Cuál es tu balada favorita?
-“Always” de Bon Jovi -me decidí luego de unos minutos, era una difícil decisión y no me esperaba esa pregunta-. Pero… ¿Para qué? -pregunté confundida.
-Solo curiosidad. -respondió.
Dicho eso, me retiré. Este hombre cada vez me causaba más misterio.
Luego de los procedimientos raros, el día transcurrió con tranquilidad y aburrimiento. No supe nada más de Guido, no sabía qué le había ocurrido… Tal vez no debí haberle contestado de esa forma. Pase toda la tarde en mi dormitorio. Me acostaba, dormía unos minutos y me despertaba. Me sentaba en la cama observando un punto perdido en el suelo. Caminaba a través de toda la habitación, buscando algo que hacer. Nada. Encontré un pequeño libro dentro de un cajón de la mesita de luz. Me dispuse a leerlo. Era aburrido. Quizás salía a buscar algo de beber o comer, luego volvía. En una ocasión, me encontré con Patricio, con quien charlamos sobre el hermoso jardín que había afuera del castillo. Me contó lo fabuloso que es para él observar a los capullos de las rosas abrirse con el paso de los días u oler la deliciosa fragancia que liberaban los jazmines a la mañana.
Pasaron 3 días. Ni una sola noticia de Guido. ¿Dónde se había metido?
Unos insistentes llamados me despertaron a las seis de la tarde.
-Señorita _______, levántese ya. –ordenó Mercedes.
- 10 minutos más… -susurré abrazando a mi almohada.
-Eso dijo hace una hora. ¡Despiértese! -gritó, eso hizo que saltara de mi cama por el susto– En una hora, debe estar lista para cenar con Gaston. Allí tiene la ropa –señaló sobre el sillón, donde se encontraba la ropa-. ¿Puedes cambiarte sola o precisa mi ayuda? -preguntó. Noté cierto tono de sarcasmo en su voz.
-Yo puedo sola. –contesté.
-Muy bien. –dijo atravesando la puerta para salir de la habitación.
Ella era muy extraña. Cada vez me trataba peor, era como si le hubiese hecho algo en la corta instancia en el castillo. Pensándolo bien, ¿Cuánto tiempo llevaba aquí? Había perdido la noción del tiempo.
Miré la hora, las nueve de la noche, me puse de pié y observé la ropa. No me impresioné, no era la primera vez que Gaston quería que use un vestido corto y tacones. Solo que en esta ocasión, el vestido era negro y sin mangas, los tacones eran rojos. El asunto se había invertido. No había collar, solo unos aretes de perlas.
Luego de una corta ducha, me vestí con aquella ropa y me maquillé, igual como lo había hecho Mercedes aquel día.
Cuando salí de la habitación, me encontré con Patricio esperando detrás de ella.
-Buenas, Patricio. –saludé y vi que él no me miraba. Como ocurrió la primera vez.
-Muy buenas noches, ________. ¿Has tenido un buen día? -preguntó amablemente.
-No del todo. –respondí al recordar cómo Mercedes consiguió despertarme.
-Espero que no sea nada grave. ¿Lista para ir a cenar?
-Eso creo. -respondí.
Comenzamos a caminar hasta el comedor. Durante el camino, traté de sacar algún tema de conversación, ya que durante la tarde me había sentido muy sola sin la compañía de Guido.
-¿No tenemos la suficiente confianza como para que me miraras? -pregunté observándolo, me tomé el privilegio de admirar todo su cuerpo sin que lo notara.
-No estoy seguro. Tal vez tu sí, pero yo no podría resistirme. –contestó.
-Hablas tan misteriosamente que a veces me gustaría ahorcarte –bromeé-. Pero te entenderé y no te pediré más explicaciones… Por ahora… Ya puedes relajarte. –dije sonriendo al ver lo nervioso que se había puesto. ¿Solamente por el temor de desobedecer una orden de Gaston? ¿O había algo que no debía saber?
Pasaron unos segundos, hasta que volví a romper el silencio.
-Patricio… -lo llamé.
-¿Sí?
-¿Tú sabes el por qué de esta cena?- pregunté curiosa.
-No, _______, no lo sé. Solo sé que te espera una gran sorpresa.
*****
Espero que les haya gustado el capítulo 10. No se olviden de dejarme sus opiniones :)
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¡Hey you!
Fanfiction¡Corre! ¡Corre y no te detengas! Enjaulada como un pájaro. Has perdido todo y ahora tu vida depende de un hilo. ¿Ves esa persona? No confíes en ella. ¿Ves aquella otra? Él es bueno, pero no lo suficiente. ¿Y aquella? Por nada del mundo confíes en el...