Capitulo 24. FINAL

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-¡Rock no lo hagas! –exclamé, aunque ya era demasiado tarde.

Rock había saltado sobre el brazo de Mercedes, el que tenía el vidrio, hincando sus dientes en él. Mercedes tomó a Rock de la parte trasera de su cuello, aprovechando las heridas aún no curadas que poseía como gancho.
Rock lloraba. Traté de bajar a ayudarlo, pero no conseguí llegar y mi corazón se estrujó de dolor cuando Mercedes atravesó el cuerpo de Rock con el gran trozo de vidrio. Me agarré de la baranda de la escalera, sintiendo cómo mis piernas no podían resistir más. El cuerpo entero me temblaba.

Rock…

Mercedes se deshizo del cuerpo sin vida de Rock con un ágil movimiento. Me miró y en su mirada pude ver toda la ira que tenía acumulada. Su rostro estaba bañado en sangre, de la que no sabía ahora a quién pertenecía. Secó su rostro con sus manos, logrando únicamente que la sangre se expanda aún más. Observó sus manos y luego a mí, otra vez. Comenzó a acercarse.

Me puse de pié y subí las escaleras lo más rápido que podía, deseando que allí arriba me espere una salida o que esto le dé el tiempo suficiente a alguien para ayudarme.

¿Dónde se habían metido todos?

¿Patricio?

¿Guido?

¿Gaston?

Entre tropiezos, llegué hasta el final de la escalera. Atravesé una única puerta, que conducía hacia un pasillo. Aquel pasillo es y será el más escalofriante que crucé en mi vida. Solo cabía una persona y estaba iluminado con luces rojas. En un momento, antes de llegar al final del pasillo, éste se abría, como si fuera un pequeño escondite. No iba a detenerme a ver qué había allí, pero por lo que las luces iluminaban, pude notar una cuna, un armario y una silla que se hamacaba.

Salí de aquel lugar, dándole fin al pasillo y el comienzo a la siguiente habitación.

Nunca me lo hubiese esperado.

Ese lugar era similar a un sótano, arquitectura simple, sin ventanas, ni puertas, ni nada. Solo había un enorme círculo en el techo, cubierto de vidrios como en las Iglesias. Una cúpula, eso era. Me detuve debajo de ella, examinando si había algo por dónde huir. O quizás un arma.

No había salida.

La puerta se abrió y solo pude escuchar los pasos de Mercedes, aproximándose sin ningún impedimento. Yo permanecía parada allí, en medio de la habitación. Cuando Mercedes ya se encontraba a tres metros de distancia, retrocedí un par de pasos, aunque no los suficientes. Mi cerebro se había trabado y no conseguía reaccionar.

-¡_______, vete hacia atrás!

Miré hacia donde venía aquella voz familiar.

Guido.

Mi corazón dio un vuelco cuando lo vi. Se notaba que estaba herido. Sus cabellos estaban revueltos, su ropa dañada y estaba sosteniendo una palanca que había sobre una de las paredes de aquel cuarto.

¿Qué había dicho…?

-¡Retrocede! ¡Ya!

Eso hice. Corrí hacia atrás. Cuando Mercedes llegó debajo de la cúpula, Guido accionó la palanca. Algo se resquebrajó. Era vidrio. La vista de todos fue llevada hacia arriba, hacia donde procedía. La cúpula comenzó a romperse.

-¡Agáchate! –fue la voz de Guido.

Me arrodillé y cubrí mi cabeza con mis manos. Pedazos de vidrios enormes comenzaron a caer. Mercedes se encontraba justo debajo de ellos y ella no hizo nada para apartarse. Es más, parecía haber esperado aquel momento. Algunos rozaban su cuerpo, cortándola. Una lluvia de cristal.

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