Capitulo 15

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Oh... El sonido chirriante de aquella puerta seguía erizándome los pelos. Un olor a putrefacción invadió mis fosas nasales. Debía bajar las escaleras, buscar algún alicate y salir de allí lo más rápido posible. Recé por no encontrarme a ningún cadáver sobre la mesa de madera o a alguien moribundo entre las rejas de las jaulas.

Terminé de bajar las escaleras. Un único foco alumbraba el lugar, haciendo que todo me diera mucho más miedo. En el momento en el que mis pies tocaron el suelo, sentí un líquido escurrirse entre mis pantuflas ¡Demonios! Debí haber pisado algún charco de agua sucia, o eso esperaba que sea. A partir de allí, miraría con más atención el suelo.

Para mi suerte, no había nadie. Sobre la única mesa que había en el cuarto del terror, descansaba una caja de herramientas.

No puede ser tan sencillo... Pensé.

Me acerqué hacia allí. Fue inevitable que mis ojos no se entretengan con las gigantescas manchas de sangre que cubrían la mesa. En mi memoria, se revivió el momento en el que vi a Patricio cortar a aquella persona en trozos. Aparté esos recuerdos de mi mente. Levanté la tapa de la caja con el mínimo contacto que necesitaba para hacerlo, ya que todo estaba cubierto de sangre seca. Traté de hurgar lo menos posible en la caja, hasta que encontré un par de alicates. No quería imaginarme para qué lo utilizarían ahí, así que me dispuse a salir de ese espeluznante lugar tan rápido como podía, pero mis pies tropezaron con algo. Baje la vista y me encontré con un collar, un collar de perro. Lo tomé y lo pasé entre mis dedos. Era de color verde y tenía una placa con algo grabado, pero no podía llegar a descifrar lo que decía. Supuse que era del perro que se encontraba en el jardín, así que, con el alicate y el collar, iba decidida a ayudarlo.

Cuando llegué nuevamente al jardín, todo estaba tal cual lo había dejado. Me acerqué con cuidado al perro, y con la esperanza de que aún seguía vivo. Fui feliz al ver un leve movimiento de su pata. Acaricié su lomo y le dije, aunque él no podía entenderme:


-Tranquilo, bonito. Te ayudaré a salir de aquí.


Guardé el collar en uno de los bolsillos de la bata. Tomé el alicate y, con sumo cuidado, corté cada uno de los alambres que rodeaban su cuerpo. Contenía la respiración cada vez que presionaba para cortar el alambre, temiendo herirlo aún más. Incluso llegué a rasgarme la palma de la mano y los dedos, pero no me importó. Respiré con alivio al terminar de cortar el último alambre que ataba su cuello y ya era libre. Lo había liberado, pero aún no estaba en buenas condiciones, le esperaba una larga curación.

De pronto, aquel momento fue totalmente significativo para mí. Me encontraba en una situación similar: atada de pies y por el cuello, sin poder moverme e hiriéndome cada vez más con un intento de escaparme, esperando que llegara alguien que cortara los alambres y me haga libre, teniendo que después enfrentar las consecuencias de la libertad, pero no me importaba. Era libre. Bueno, no aún, pero algún día quizás...

Mientras estaba arrodillada e inclinada sobre él, lo acaricié, el perro movió su cola levemente luego de que mi mano pasara sobre su pelaje enmarañado y sucio. ¿Cómo haría para curarlo? Primero debía sacarlo de allí. ¿Cómo haría para moverlo? Sentí que alguien se aclaraba la garganta detrás de mí. Me volteé rápidamente, encontrándome con Patricio parado frente a mí. Traté de ocultar al perro.


-_______, ¿Qué estás haciendo? –preguntó, tratando de ver lo que había detrás de mis espaldas. -¿Qué ocultas?


Sentí el ritmo de mi corazón aumentarse rápidamente y la sangre abandonó mi rostro.


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