Capitulo 5

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-¿Qué? -pregunté al no entender su respuesta.

-Olvídalo. Mira, ya llegamos. –dijo al llegar a la gigantesca puerta donde anteriormente había cenado con Gaston. Donde esa cena se reproduciría nuevamente.

Patricio abrió la puerta e hizo una reverencia para evitar contacto con mis ojos. Cuando entré, él la cerró.

-Buenos días, mi querida _______. -saludó Gaston de pié al lado de una silla que se encontraba al final de la gigantesca mesa llena de exquisiteces como la otra vez.

-Buenos días, Gaston. –lo saludé, él se sentó en su silla.

-Debo decirte que te ves hermosa con ese vestido, lo elegí yo mismo únicamente para ti.

-Muchas gracias. Me alagas. –dije levemente sonrojada y debo admitir que en ese momento olvidé completamente las palabras de Mercedes.

-Siéntate –señaló la segunda silla que se encontraba en el otro extremo de la mesa-. Tenemos muchas cosas por hacer hoy. Primero almorzaremos.

Estábamos en mitad del almuerzo cuando hablé.

-Gaston. -lo llamé.

-¿Sí?

-¿Podrías decirme cómo es que llegué aquí?

-Yo te he salvado la vida, _______ -respondió-. Chocaste con tu automóvil en mitad de una ruta.

Unas vagas escenas volvieron a mi mente. Recordaba ir conduciendo por trabajo y hablando por mi teléfono celular cuando una fuerte luz blanca me cegó. Sentí un fuerte impacto y luego todo se volvió oscuro. Recuerdo que ese día llovía. Cuando abrí mis ojos, luego de segundos, minutos u horas después, estaba desplomada sobre asfalto y vi un hombre, con botas para la lluvia y un tapado, acercarse y detenerse frente a mí.

Recordaba solo eso.

El almuerzo continuó en silencio.

En un momento, la gigantesca puerta de madera se abrió lentamente, produciendo un rechinido que atrajo la vista de ambos. Mercedes emergió detrás de ella. Se inclinó hacia el oído de Gaston y susurró:

-La sala ya está lista, señor.

El silencio era tal que oí perfectamente sus palabras.

-Gracias, Mercedes. Dile al sirviente que traiga nuestro mejor vino. Siga con su trabajo.

Ella hizo una pequeña reverencia y se retiró.

-Mercedes, fiel servidora. Un poco seria pero cumple bien con su trabajo. Nunca me ha decepcionado. -dijo cuando ella ya no se encontraba en la habitación.

Yo solo me limité a asentir.

-________, estás muy callada. ¿Alguien te ha hecho daño? ¿Ocurre algo que te preocupe?

-Disculpa, Gaston. No me ocurre nada… Es solo que esto es muy extraño. Aún no sé porqué estoy aquí. No sé cuánto tiempo estaré aquí.

-El tiempo que estés aquí depende de ti. –respondió.

Otra vez, la puerta se abrió. Vi a Guido asomarse por ella vestido de mozo y con un vino en sus manos.

-He encontrado un polizón durmiendo en tu habitación. –dijo Gaston con un tono sarcástico y enojado a la vez que Guido le servía vino en su copa.

¿Lo encontró durmiendo? ¿Acaso entraba en mi habitación cuando dormía? Los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse cuando vi a Guido acercarse a mí para servirme vino.

Él tenía un raspón de color rojo en su mejilla izquierda. Pensé en que lo habían castigado y se heló la sangre en mis venas.

Lo observé detenidamente mientras volcaba un poco de vino en la copa. Él me dirigió una mirada y sonrió tímidamente sin que Gaston lo notase.

-Vete ya. –ordenó Gaston.

Guido lo obedeció sin decir ni una sola palabra.

-No le pasará nada, si tú lo quieres.

Sus palabras me tranquilizaron un poco.

Gaston se puso de pié y se aproximó hacia mí. Por fin vería su rostro, pensé. Su cabello era corto y oscuro. Sus ojos eran marrones. Presentaba una barba cortada prolijamente. Su voz profunda encajaba perfecta con su cuerpo. Era idéntico al hombre que estaba pintado en el cuadro de mi habitación. Era él.

Me extendió su mano, yo tomé de ella y me levanté de la silla.

-Debemos empezar con el proceso. –dijo sonriendo.

-¿Tan rápido?

-Cuanto antes empecemos, mejor.

-De acuerdo. –contesté.

Lo tomé del brazo y caminamos hacia otra habitación. Atravesamos el comedor, pasamos por una puerta por la cual nunca antes había cruzado, hasta que llegamos a un pasillo. Doblamos hacia la derecha, caminamos y caminamos, una puerta se hizo a la vista. Gaston la abrió y me dejó pasar primero.

Aquella sala parecía un consultorio médico. Las paredes eran blancas. Había una camilla y muchos medicamentos en estanterías. Una balanza. Una repisa contenía un lavamanos y más medicamentos. Un pequeño estante poseía cajas de jeringas sin usar y otras de gasas.

Gaston se acercó hacia la repisa, se colocó unos guantes de color celeste y comenzó a preparar algo.

-Muy bien. Recuéstate en la camilla.

Hice lo que él mandó. Luego de unos minutos, se acercó hacia mí con una jeringa. Me sorprendí al ver el tamaño de la aguja.

-Tú dijiste que no me dolería. -dije asustada e incorporándome.

-Yo cumplo con mi palabra. Por eso, debo colocarte anestesia total.

Dudé por unos segundos, asentí y me volví a recostar. Aún no estaba segura de lo que estaba haciendo.

Él tomó mi brazo y me inyectó la anestesia. Ésta hizo efecto muy rápidamente. Antes de cerrar por un tiempo mis ojos, vi a Gaston con una pequeña sonrisa satisfactoria.

*****

Éste fue el capítulo 5, espero que les haya gustado y por favor dejenme sus opiniones. Gracias! :)

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