Capitulo 6

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Al poco tiempo, me desperté. No notaba ningún cambio. No sentía ningún dolor. Me sentía completamente normal. No presentaba dolores o molestias en ninguna parte de mi cuerpo.

Continuaba recostada sobre la camilla y Gaston se encontraba a unos metros de mí, tirando los guantes que utilizó a la basura.

-¿Ya se terminó? -le pregunté confundida.

-No. Es solo el comienzo. –contestó él acercándose hacia mí.

Lo miré con desconfianza. ¿Qué demonios me había hecho?

Mercedes emergió de atrás de la puerta diciendo “Permiso”. Ella me condujo nuevamente hacia mi habitación y luego se retiró.

Me cambié de ropa por algo más cómodo. Me decidí por una remera holgada, un jean y zapatillas.

Sentada en un borde de la cama, repasaba cada instante desde el momento en que llegué a este castillo. Parecía estar viviendo una película de horror. Juraba que en cualquier momento aparecería una persona, un monstruo, una cosa que quiera matarme.

Sin darme cuenta, me dormí. Al despertarme, me percaté de que comenzaba a anochecer. El sol caía lentamente.

Me puse de pié y salí de la habitación. Me dirigí al jardín donde había encontrado a Guido. Apoyé mi cuerpo contra el árbol y me senté.

De repente, un ruido me sobresaltó. Vi a Guido acercarse con una botella de vino y unas copas.

-Valla, valla, valla -dijo feliz–. Ha crecido una nueva flor en el jardín. –agregó haciéndose el poeta y sentándose a mi lado. Él comenzaba a caerme mejor.

-¿A qué se debe tanta felicidad? -le pregunté sonriendo.

-Bueno… Estoy libre por unos días y he aprovechado para venir aquí contigo a celebrar. –respondió moviendo las copas y la botella de vino.

-¿Y qué estamos celebrando? -pregunté agarrando la copa con vino que él me ofrecía.

-Estamos celebrando que Gaston no está aquí.

-¿Qué? ¿Por qué?

-Él se ha ido a no me acuerdo qué lugar a buscar no me acuerdo qué cosa. –contestó desinteresado.

-Él no se puede haber ido… ¿Yo qué haré ahora? -me pregunté a mi misma al recordar que recién había comenzado el procedimiento.

-¿Qué harás? Disfrutarás, _______. Podría mostrarte el castillo, hay muchos lugares que no conoces…

-Pero… Hoy comenzamos con el procedimiento, ¿Y si algo sale mal? ¿Un efecto secundario? -dije preocupada.

La sonrisa de Guido se borró. Me miro seriamente, como si hubiera dicho algo que lo molestase.

-¿Ya comenzaron con el proceso? -preguntó.

-Sí.

-Debo irme. –dijo poniéndose de pié y comenzando a caminar.

-¡Espera, Guido! -dije parándome y tomándole el brazo.

-¡Suéltame! -hizo un movimiento brusco con su brazo para que lo soltara, yo lo miré asustada ante su reacción tan agresiva. –Disculpa -dijo apenado-. Necesito alejarme un poco. –agregó continuando con su camino.

Me quedé parada allí, expectante. ¿Había dicho algo malo?

Volví a mi habitación, me vestí con el camisón de seda y dormí.

Al día siguiente, me pareció extraño que Mercedes no me hubiera despertado para el desayuno o la cena. Cuando abrí los ojos, me encontré con una carta sobre la mesita de luz, al lado del velador. Me incorporé sobre la cama y la observé. ¿Quién la había puesto allí? El color rosa desgastado del sobre delataba sus años de uso.

Cuando la abrí, me sorprendí al ver su contenido.

“Huye”. Esa era la única palabra que poseía la carta, además de la delicada firma de un señor llamado Sebastián.

Dejé la carta donde la había encontrado y fui a la cocina a buscar comida.

Al llegar allí, me encontré con Mercedes revolviendo la olla en la que anteriormente flotaban un par de dedos humanos.

-Buenas tardes, Mercedes. -saludé.

-Buenas tardes, _______. –saludó ella colocando la sopa en platos.

Me senté sobre un taburete y apoyé mis codos sobre el mostrador.

-¿Qué hay para comer? -pregunté hambrienta.

-Sopa.

Observé con asco los platos que contenían la sopa. ¿Sólo eso? ¿Qué había ocurrido con los deliciosos platillos, el pavo, el vino, y otros manjares? Seguramente era por la falta de Gaston, pensé.

-No sirvas para mí, no tengo demasiada hambre. Con una manzana estaré bien. –dije sonriendo falsamente, tomando una manzana de la frutera que estaba sobre el mostrador, poniéndome de pié y volviendo a mi habitación.

Al llegar a mi habitación, cerré la puerta enojada, provocando un fuerte ruido.

-Tranquila, no querrás romper las ventanas. –dijo Guido, sentado sobre un sillón, hasta ese momento, no me había percatado de su presencia.

Le dediqué una sonrisa y me senté sobre la cama.

-¿Tú no te habías enojado conmigo? -le pregunté dándole un mordisco a la manzana.

-No me puedo enojar contigo… -dijo triste.

-¿Órdenes de Gaston?

-No. –respondió poniéndose de pié y acercándose hacia mí.

Por un momento pensé que me besaría. Se aproximó tan decidido que parecía que lo haría. Cuando ya estaba a centímetros de mí, cuando podía sentir su respiración sobre mis labios, cerré levemente mis ojos y entreabrí mi boca esperando sentir sus labios sobre los míos. La manzana que tenía en mis manos casi se cae al suelo, y quedé como una idiota al ver que solo fue a buscar la carta del tal Sebastián.

Cuando abrí mis ojos, él me dedicó una pícara sonrisa cuando poseía la carta en sus manos, eso hizo que me ruborizara.

-Sebastián… -susurró molesto.

-¿Quién es él?

*****

Espero que les haya gustado el capítulo número 6. No se olviden de dejarme sus opiniones, me importan mucho. Gracias :)

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