-Sí... Claro. –dije dudosa. Me acerqué hacia él y metí mi mano en su bolsillo. De repente, sentí lo íntimo que se estaba volviendo todo, comencé a ponerme nerviosa, hasta que por fin escuché el sonido de las llaves y logré sacarlas de allí.
-Es la que tiene una marca blanca. –dijo él.
Tomé aquella llave, la introduje en la cerradura y abrí la puerta. Pasé, prendí el interruptor de la luz y mantuve la puerta abierta para que pasara él.
-_______, busca en ese armario, debe haber algo que sirva como una manta.
Hice lo que dijo. Busqué entre las prendas que tenía el armario. En el piso de éste, había una manta de color turquesa.
-¿Puede ser esto? –le pregunté, mostrándosela.
-Sí. Está perfecta. Ponla donde quieras.
Acomodé la manta a un lado de una cama. Patricio dejó al perro suavemente allí.
-Quédate aquí, iré a buscar algo para curarle las heridas. –dije, no esperando que me respondiera y salí de la habitación como un rayo.
A los minutos, regresé a la habitación con todo lo que necesitaba. Incluso había encontrado gasa. La imagen de Patricio sentado en el suelo y acariciando al perro, quedará grabada para siempre en mi memoria. Era una imagen especial, como para sacarle una fotografía. Él se apartó para que pudiera curarlo.
Me sentí aliviada al ver al perro en un lugar seguro. Entonces, una vez que terminé de curarlo y vendarle las heridas, me tomé un respiro y observé la habitación. Era más pequeña que una habitación normal, podrían ser 5 metros por 5 metros. Lo justo para que entrara una cama y un armario. La cama, situada en una de las esquinas, estaba desecha y era solo un colchón arriba de un soporte de hierro, lo que me pareció incomodísima. Patricio se sentó sobre ésta.
-Así que... ¿Ésta es tu habitación? –le pregunté, poniéndome de pié y situándome cerca de la puerta.
-Así es. No es mucho, pero me alcanza para sobrevivir. –respondió, alzando los hombros.
-¿Y cómo haces para ir al baño? –le pregunté intrigada. Él rió.
-Está en la puerta siguiente.
-Ah... -no se me ocurrió nada más qué decir.
-_______, debes ir a dormir. –sugirió él con una sonrisa.
-Sí. Patricio, en serio, muchísimas gracias por esto. No sé cómo podría pagártelo. –dije sinceramente.
-Descuida, _______. Es todo un placer. –acotó sin dejar de sonreír.
-Bueno. Adiós –dije, dándole un beso sobre la mejilla–.Te veré mañana. –él asintió y yo me retiré a mi habitación.
No fue hasta que me adentré en mi cama cuando sentí lo agotada que estaba. No me costó para nada dormir.
Al día siguiente, Mercedes me despertó para almorzar. No pude evitar sobresaltarme al ver su rostro tan cerca de mío, incluso ahogue un grito.
-Mercedes, casi... Casi me matas de susto. –dije, con una mano sobre mi corazón que parecía que saldría de mi cuerpo.
-Hubiese sido una lástima... -oí que murmuró.
-¿Perdona? –dije, enfadada.
-Que Gaston la espera en el salón para almorzar.
Decidí no responderle. No parecía que eso le importó demasiado, dado que se fue de mi habitación. ¿Qué rayos le ocurría? Me vestí, esta vez, nada de vestidos lujosos ni joyas preciosas, unos jeans, una remera holgada y zapatillas. Por fin volvía a sentirme liviana y cómoda. Salí de mi habitación. Patricio no estaba al otro lado de la puerta, lo que me pareció raro. ¿Estará bien? ¿Habrán descubierto al perro? Cuando había comenzado a preocuparme, ya había llegado al comedor. Había llegado la hora de enfrentar a Gaston. Abrí las puertas con un poco más de fuerza que la que quería, llamando demasiado la atención. Mercedes, quien estaba sirviendo vino en la copa de Gaston, se asustó e hizo que unas gotas cayeran sobre él, manchando su impecable traje. Gaston, luego de regañar a Mercedes y limpiarse inútilmente el vino, levantó la vista y me vio. En su mirada había una mezcla de asombro y enojo. No quería tampoco eso.
-Buenos días. –dijo Gaston, con un extremado tono calmado en su voz.
Yo no le respondí y me senté directamente en mi silla. Obediente, coloqué una servilleta blanca sobre mi regazo. Mercedes se acercó con la botella de vino, pero yo me negué a beber. Y a comer. Aunque estaba famélica.
-¿No comerás? –preguntó Gaston, al cabo de unos minutos.
-No me apetece. –dije.
Gaston se me quedó mirando fijamente. A pesar de que se encontraba a una distancia amplia, podía intimidarme y casi me hizo que comenzara a devorar todo lo que tenía en el plato.
-Supongo que ésta es una especie de revolución. ¿No? –preguntó. Yo no respondí– Si tienes alguna duda, pregúntame y te responderé.
-Genial. ¿Puedes decirme qué fue eso que pasó ayer? ¿Un efecto secundario del proceso acaso? Nadie nombró que sangraría... ¡Y menos por allí! –mi voz subió de tono.
-Come y responderé tus preguntas.
Yo lo miré, desafiante. Corté un trozo de la carne asada que estaba en el plato y lo comí. Estaba deliciosa. Aquello empeoró mi hambre, quería más. Pero no iba a dejar que Gaston se salga con la suya. No otra vez.
Gaston negó lentamente con la cabeza y se puso a jugar con su tenedor y la comida.
-Sabes que esto no es bueno para ti, ¿Verdad?
-Obvio. No creo que sangrar sea algo bueno –espeté furiosa–. Ahora que ya he comido, ¿Puedes responder mis preguntas?
-Es un efecto secundario, ______. No debería haber ocurrido, no sé por qué pasó, pero espero que no vuelva a suceder. –su mirada me hizo preguntar si pensaba que yo era la responsable de eso.
-¿Estás diciéndome que fui yo la que hizo eso? –le pregunté, confundida.
-Yo no he dicho eso. –respondió, elevando una ceja.
-Para empezar, eres tú el que me ha inyectado cosas raras.
-Yo no he dicho que no lo he hecho.
Harta de su actitud de niño pequeño, arrojé la servilleta que tenía sobre mi regazo sobre la mesa y me puse de pié. Me giré hacia la puerta hecha una furia, Patricio se encontraba allí. ¿Cuándo apareció? ¿Habrá escuchado todo? Al ver que me acerqué, él me miró, confundido, luego miró a Gastón.
-No abran las puertas. –dijo Gaston.
*****
Espero que les este gustando la historia. Perdón por demorarme en subir los capítulos. No se olviden de contarme qué opinan. ¡Gracias a todos por leer! :)
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¡Hey you!
Fanfiction¡Corre! ¡Corre y no te detengas! Enjaulada como un pájaro. Has perdido todo y ahora tu vida depende de un hilo. ¿Ves esa persona? No confíes en ella. ¿Ves aquella otra? Él es bueno, pero no lo suficiente. ¿Y aquella? Por nada del mundo confíes en el...