Capitulo 12

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-No quiero apresurarnos. –musité, un poco temerosa.

-No sabes lo que dices. –dijo él acercando su rostro nuevamente al mío, para juntar nuestros labios.

-No. –negué firmemente y lo detuve por tercera vez, apartando mi rostro.

Su mirada me hizo sentir sumisa y sentí temor. No se atrevería a propasarse, ¿No?

Intenté salir de debajo de él, pero me lo impidió. Observé sus ojos, unas pupilas completamente dilatadas me aterrorizaron. Le devolví una mirada confusa y aspiré a tratar de zafarme nuevamente, haciendo caso omiso a mis pensamientos que creía erróneos. Él no se movió, solo negó lentamente con la cabeza.

Intentó besar mis labios, pero corrí mi cara para no visualizar su rostro. Me tomó desprevenida de mis mejillas y me besó en mi contra. Los intentos de apartarme fueron en vano, ya que no conseguía que apartase su boca de la mía. Mordió mi labio inferior, provocándome un fuerte dolor en él.

-No debemos arruinar el momento… -sollocé, el miedo se apoderaba cada vez más de mi cuerpo. Estábamos solos, nadie acudiría en mi ayuda.

Gastón negó mientras su mano buscaba el cierre de mi vestido.

Me desperté a la mañana siguiente. Algo raro sucedía. Abrí rápidamente mis ojos y me incorporé sobre la cama. Me encontraba en mi habitación ¿Cómo pudo suceder? Aparté rápidamente las sábanas para verme vestida con el pijama de seda. Mi cuerpo no padecía ningún dolor o remordimiento. ¿Todo fue una pesadilla? ¿Nunca vi a Bon Jovi? ¿Gaston no…?

Me puse de pié, me calcé las pantuflas y salí en busca de un explicación, y sabía exactamente en quién buscarla.

Golpeé la puerta de su supuesta oficina. “Pase” lo oí decir. Entré decididamente y apoyé mis manos sobre su escritorio, recargando mi peso en ellas. Lo miré desafiante, tratando de encontrar aquella respuesta en sus ojos. Él, inmutable ante mi reacción precipitada, habló.

-Buenos días, _______. Tengo el presentimiento de que algo está inquietándote. –dejo a un lado el bolígrafo con el cual escribía en un papel unos segundos antes.

-¿Qué es lo que ocurrió anoche, luego de la cena? ¿Me emborrachaste? ¿Me violaste? ¿¡Me drogaste!? -grité.

-Pero… ¿De qué hablas?

-¡O aún peor, ambas cosas! -sentí como mi corazón comenzaba a acelerarse y comencé a caminar de un lado al otro a lo largo de su escritorio. Él me miraba estupefacto. ¡Maldito sea! ¿No diría nada?

-Estás confundida. Nada de eso ocurrió. –respondió finalmente.

-¿Ah, no? ¿Aún puede empeorar? -mi confianza por él decrecía cada vez más.

-No.

-¿Y entonces qué ocurrió? -pregunté.

-¿Recuerdas que dije que no te embriagaría? -asentí- Luego de unos minutos, media hora para ser precisos…

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