Capítulo 22: Jinetes de Li Yun.

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Duquesa de Li Yun, se llamaba a si misma duquesa princesa para referirse a un estatus real y al ficticio, pocos sabían de su extraña forma de llamarla, y esos pocos la vieron con otros ojos. En aquellas tierras la llamaban por su género y la respetaban como si fuera un hombre, diez años ya desde que había tomado el manto de hombre y mientras otras mujeres de su edad tenían varios hijos ya ella tenía un cuerpo lleno de cicatrices y secretos.

Era diferente a los demás, se negó alguna vez a contar la verdad sobre sí misma, el vínculo, la simbiosis de dos almas.

La actual ella era diferente, aquel renacimiento en las aguas del río YanHe había sido el inicio del todo. Porque ella había llegado allí, no lo sabía, si realmente los dioses existían solo se lo podía achacar a ellos. Aquel cuerpo era el de Liu Shui Yue, pero no era más que un recipiente que su propia alma utilizo, consumió lo que quedaba de la pequeña princesa, haciéndola suya por completo.

Tenía recuerdos vagos de aquella vida pasada, ahora remplazado por los años desde se renacimiento. Pero si estaba consiente de algo, el conocimiento previo había sabido aprovecharlo bien en los últimos años.

No perdono la corrupción de aquellos que habían degradado aquellas tierras, corto de raíz todo mal, no eran un sistema perfecto, pero ahora el pueblo no moría de hambre, los padres no vendían a sus hijos, las mujeres no eran raptadas y violadas, no se llegó a cometer pecados siniestros tras los muros de Tongwancheng. Abrió escuelas, acepto a inmigrantes y los médicos estaban al alcance de hasta el más pobre. Cuando ya el pueblo fue convencido de sus buenas intenciones había creado un nuevo sistema en Li Yun, no había incorporado al azar en las áreas rurales, solo aquellos que por su propia voluntad se incorporaban podían pertenecer al ejército, eran entrenados de forma muy dura, solo los mejores, los soldados eran recompensados por sus méritos, algunos habían logrado casarse y tener tierras.

Tras esto el ejército de Li Yun creció, nadie fue vendido al ejército, ellos iban voluntariamente. Fue selectiva a la hora de desempeñar los papeles, no todos podían ser talentosos para ir al campo de batalla, si no servían para la guerra podrían tener otro tipo de trabajo para ella.

La desventaja era que proporcionalmente en cantidades ellos ahora se enfrentarían a un gigante, 2800 hombres contra 5000.

Que importaba, cada uno de ellos podía pelear por 10.

Aporto mucho en aquellas tierras, del conocimiento que tenía y recordaba logro mejorar la eficiencia de la poca tierra cultivable de aquellas regiones, sus locas ideas fueron logradas con ayuda de expertos, pero en aquellas bélicas tierras su forma de mejorar la armadura lamelar fue apreciada y alardeada por los artesanos, mas liviana y mas precisa, junto con la incorporación de los conocimientos extranjeros la hizo conocida por sus dotes bélicas.

Ahora allí, la yo actual, aquella que es fuerte e independiente, preparo su arco, acomodo su espada a la silla de montar y se preparó para la batalla, sonrió para sí, era más fuerte de lo que alguna vez había logrado imaginar, en esta viva o en la otra.

Tongwancheng era el cruce de los cuatro caminos, era la tierra de muchas etnias, pero era un solo pueblo que debía luchar por mantener esa paz. 



Se levantaban nuevos estandartes en cada uno de los rincones de los altos muros de la ciudadela, mientras el sonido de los tambores continuaba retumbando una y otra vez.

Los tambores comenzaron a retumbar con más fuerza, al otro lado de las murallas los soldados de Yan se preparaban, su General Yuan Hong Zhen, observaba como el fuego de las antorchas iluminaba a la bien abastecida ciudad. Buenos soldados, podría decir, buena disciplina, desde aquella distancia se veían perfectamente alineados mientras los tambores de guerra sonaban en su simétrico retumbar.

La Diosa de la Guerra - El Sol de Xia ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora