Capítulo 7: Wu Yun.

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La corte imperial siempre fue bulliciosa, pero en aquel momento era caótica. Las noticias de guerra iban de boca en boca, una fallida incursión de Yan por la frontera de Bai Lang era la noticia que había provocado todo, un Duque de Li Yun presento un informe de avistamientos desde el Este, pensar que solo llevaba un mes en la capital.

Algunos debatían si ir a la guerra, otros pedían la destitución de la princesa heredera al ser ella proveniente de Yan y parte de un tratado de matrimonio con dicha nación, otros pidieron un nuevo tratado y por último los que deseaban la guerra.

Aquel era un día duro, el Emperador había citado a todo aquel que podía interesarse en el tema, un callado Duque de Li Yun no opino, mientras algunos despotricaron sobre sus métodos y cuestionaron sus palabras, no se defendió, no le interesaban las palabras de aquellos que solo hablaban y no actuaban

La emperatriz y la emperatriz viuda daban fe de ello, ambas calladas, pero preparadas para comenzar a dar opinión nada más que los funcionarios se marcharan. La viuda miro las manos de su nuera, habían perdido el color tras apretarlas tan fuerte, solo sabía ver a su dulce hija desde atrás de la cortina, allí vestida con su reluciente armadura, sin poder hacer nada por ella, ambas estaban igual, mantenían todo el aplomo que podían.

Ellas también pedirían la destitución de la nuera imperial, no habían nacido hijos en el matrimonio y Yan había violado los acuerdos de paz, era aquella la única oportunidad que quizás tendrían para deshacerse de ella.

El Príncipe de Bai Lang se encontraba ausente, eso molesto a los ministros. 

¿Acaso no le importaba lo referente a su propia frontera?





La presuntuosa princesa heredera procedente de Yan era algo más que un estorbo y una cara bonita, ella, Wu Yun fue la única de los vástagos del antiguo Rey de Yan en sobrevivir a la ascensión de su hermano mayor, ahora el peón de Yan era un estorbo para ambas partes. Despidió a la última de sus sirvientas, por fin sola. La mujer no era una belleza que pudiera destruir ciudades, no lo necesitaba, nació princesa, su estatus era más que suficiente, el peor día de su vida fue cuando su hermano ascendió al trono de Yan, el maldito olvido todo lo prometido, no dejo de conspirar y utilizar a sus hermanas como monedas de cambio para consolidar un poder que en realidad no ostentaba, alguien más siempre se beneficiaba de él, una y otra vez. La había traicionado, el estruendo de la cerámica rota se escuchó por todo el salón, pero no le importo. Princesa Heredera de solo nombre y despreciada desde que llego a aquel lugar, nunca pensaron en ella más que como un enemigo.

Tras años de intriga había logrado su propósito, la familia imperial dividida, el Príncipe de Bai Lang viudo y sin descendientes, la cuarta princesa vivía en su retiro, había logrado que no confiaran en el mujeriego Duque de Li Yun, a los nobles no les gustaba los jóvenes con suerte y el Duque tenía demasiada.

Ahora su hermano le había fallado, atacar en la frontera de Bai Lang era tonto e irresponsable, ¿cuál sería su destino ahora?

No quedaba nada por lo que luchar en aquel lugar, no tenía nada en realidad.

Las puertas se abrieron sin anunciar a nadie, pero sabía quién era.

Liu Zhen, su título de príncipe heredero fue concedido desde que nació, miro a su esposa desde la entrada, cerámica rota le daba la bienvenida. Una media sonrisa se dibujó en sus labios, movió la basura con su pie y se adentró en la cámara. Miro a su esposa, aun y con los ojos llenos de ira seguía sin despeinarse, impecable a la vista.

- ¿Viene a mirar la locura de su princesa?

- Vine a mirar, no quiero devolverla herida.

Palabras hirientes, si, su esposo sabia donde echarle sal a la herida, el perder y ser devuelta a su patria deshonrada. Lo odiaba, realmente lo hacía, ni siquiera había sido capaz de consumar el matrimonio, había hecho de todo, intentar seducirlo, drogarlo, encerrarse con él mientras estaba borracho, pero nada, se había burlado de ella todas esas veces.

Liu Zhen ni siquiera se había acercado lo sufriente a ella antes de dar la vuelta y volver a irse.

La única satisfacción que le quedaba en aquel momento de su vida es que este nunca tendría herederos. ¿Envenenar a sus concubinas? Para que, siempre entraría otra a su harem, mejor deshacerse de las probabilidades por completo.

Sacudió lentamente el polvo de sus manos, satisfecha consigo mismo se acercó a la ventana, sin nadie a la vista, pero estaba segura de la escucharían.

- Libérale.

Esa única palabra no fue al azar, una sombra, como una briza en solo un instante antes de desaparecer de la nada.

Una orden se había emitido. 

La Diosa de la Guerra - El Sol de Xia ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora