28; El ciervo de dos piernas prt.2

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CAPÍTULO 28

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—¡No te dejes ganar! ¡Dale! ¡Con todo! —exclamó Bianca animando al abuelo.

—¿Asi? —preguntó el hombre mayor con el arma de juguete en manos, disparando en aquel videojuego de arcade a sus contrincantes.

—¡Eso! ¡Eso! —seguí yo. Bianca y yo animabamos al abuelo en su juego, mientras jugaba contra Oliver y Finnegan. Hiden apoyaba a Oliver dando exclamaciones como lo hacíamos nosotras, mientras que Finn se veía totalmente relajado y divertido.

—¡No, no, no! —chilló Oliver al perder. Él y Hiden soltaron un suspiro de derrotar en unísono, para que luego el azabache dejara su arma de juguete a un costado de la máquina. Gracias al gritillo del azabache, su perro se había alterado un poco, por lo que Oliv tuvo que inclinarse a acariciarle para calmarlo.

Entonces, solo quedaban el abuelo Arnold y Finnegan en el juego. Como podíamos ver la pantalla del abuelo, su jugador estaba recargando las balas de su rifle detrás de un escritorio.

Él había matado al jugador de Hiden.

—Vamos abuelo, solo queda uno —comenté.

—¡Acabe con él, señor Arnold! —dijo Bianca.

—¿Y por qué no me animabas a mi? —preguntó Oliver riendo.

—Porque yo soy mejor que tú —contestó el abuelo con diversión sin apartar la vista de su pantalla. Los presentes reímos de ello, pero no pasó mucho tiempo cuando el personaje de Finnegan acabó con el del abuelo—. Mierda.

—No se preocupe, señor Arnold —habló Hiden—. Collins siempre gana. Es hábil en todo lo que tenga que usar sus manos.

—¿No es un poco tarde? —avisó Oliv viendo su reloj de muñeca.

—¿Podemos quedarnos unos minutos más? —inquirí mirando a Oliver y luego al abuelo por aprobación.

—¡Por supuesto! —soltó alegre el hombre mayor, luego giró a ver a Oliver—. Claro, si es que tu hermano quiere.

Las miradas de todos cayeron en el de ojos azules. Tanto Hiden, como Finn y como Bianca, parecían cómodos en casa del abuelo. Incluso yo me sentía cómoda en dicho lugar. Oliver sonrió divertido por como todos querían quedarse.

—Está bien —respondió con rendición.

—¿Vamos a la mesa de billar? —preguntó Finnegan mirando al abuelo con curiosidad. Tomando en cuenta que nos encontrábamos en la sala de juegos de la mansión del abuelo Arnold, habían tantas cosas con las que divertirse que solo me hacía pensar en unas cosas.

¿Por qué un anciano qué vive solo necesitaría tantos juegos? ¿Se aburre mucho por aquí?

Aunque tomando en cuenta que el lugar tiene algo de polvo, puedo creer que está sala fue hecha especialmente cuando de pequeños todos solían venir aquí.

¿Por qué habrán dejado de venir?

—Por supuesto, ¿quieren jugar? —el Abuelo también se veía alegre con nuestra visita.

—¿Qué le parece una apuesta entre usted y yo? —propuso el de ojos verdes elevando una de las comisuras de sus labios.

—¿Qué tipo de apuesta?

—Ya lo verá. ¿Vamos? —retó al. El abuelo, convencido se dirigió a la mesa de billar.

—Acepto.

Vuelve a mí © CloudvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora