O4; El inicio de un cambio

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CAPITULO O4

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—Aquí estabas con tus primas, Hanna y Beka —la abuela May llevaba quizá tres o cuatro horas relatándome momentos con sus álbumes de fotografías familiares, y yo empezaba a aburrirme.

Por supuesto, era un lindo gesto que toda la familia estuviese reunida en su hogar solo para que pudiesen verme y conocerlos, claro. Pero como era de esperarse, la mayoría, entre esos la abuela May y las hermanas de Ágata —mi madre—, pero algunos de los que se suponían que eran mis primos estaban muy desinteresados en el tema.

Primero que todo; ¿Por que tengo tantos primos?

Segundo; ¿Por que les valgo tanta mierda?

En casa de la abuela May solo estábamos mamá, Oliver y yo de la pequeña familia Mackenzie porque los Jones, era en serio una gran familia, contando con cinco hijas de la abuela May y el abuelo Freddie, que estaba muerto, mi madre siendo la hija del medio.

¡Ah, si! Y cada una de esas tías tenían mínimo de tres hijos, excepto por la tía Anais, que, solo tenía un hijo.

Ágata Rowlan Jones Mackenzie, mi madre, era la única que parecía amable y dulce con sus sobrinos de forma normal, porque las tías Anabell, Anais, Aranza y Ariana eran una mezcla de dulzura y terror que me perseguían a donde fuese, apretujando mis mejillas de manera dolorosa y dándome pastelillos cada segundo, aunque definitivamente se les veía actuado. Por otro lado, todas parecían tenerle cierto rencor a mamá, era como si la trataran por hipocresía, pero mi madre no se quejaba, era como si quisiera aguantar todo eso para no transmitirnos esa mala vibra a Oliver y a mí.

Pero créeme, mamá. Sentimos toda la mala energía de los Jones.

—Oh, Aggie, lo siento. Olvidé hacer chocolate caliente para ti, pero imagino que no tienes problema en hacerte el tuyo ya que igual no se como hacerlo para gente rica —tía Anabell había terminado de darnos a todos tazas con chocolate caliente, pero a la hora de detenerse junto a mi madre, sonrió tanto como pudo, con la bandeja en donde traía los chocolates, vacía.

Pero era tan fácil darse cuenta de esa tensión.

Oliver tomó asiento junto a mí en las escaleras. Como dije, había tantos nietos que los sofá de la abuela no eran suficientes. Aunque la abuela estaba al otro lado de la sala de estar con el álbum en manos, aquel que giraba para que yo lo viese a la distancia de vez en cuando.

—No entiendo la razón por la cual mamá insiste en venir si nadie la pasa bien por aquí —comentó él lo suficientemente bajo como para que solo yo le oyera, luego dio un trago a su chocolate caliente. Yo solté una pequeña risilla por lo bajo, viendo como éramos los únicos en prestarle atención a la abuela, el resto de nuestros primos estaban tan absortos en sus celulares que me sorprendió el hecho de que no los tuviesen en la frente.

—¿Por esto no ha venido papá? —le pregunté con el mismo tono.

—Creo que a ningún hombre de la familia soporta lo suficiente el trato hipócrita que hay por parte de los Jones —opinó señalando de forma disimulada como ninguna de las tías había venido con sus esposos—. Aunque solo tía Ariana y mamá tienen matrimonios estables —susurró sacando su celular del bolsillo de su pantalón tras oír que le llegaba una notificación—. No las hace mejor que nadie, pero podrás imaginarte a lo que me refiero.

—Las demás están divorciadas, ¿Cierto? —con eso, me gané una mirada divertida por parte de Oliver, que luego se dispuso teclear algo en su móvil.

Vuelve a mí © CloudvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora