1O; Muchas emociones, una noche

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CAPÍTULO 1O

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    No recuerdo muchas cosas, eso es claro, pero si algo conocía era esa sensación que todos hemos vivido, aquella que te deja desconcertada y sin palabras, como cuando una amiga te acusa de querer robarle el novio, pero a ti el chico te desagrada y no sabes si reírte u ofenderte. Pues una sensación como esa estaba viviendo en ese instante.

Instante donde Hiden Covey me acusaba de no ser Dylan Mackenzie.

—¿Qué? —logré reaccionar mirándole con extrañes, tal como si no le hubiese oído bien.

—Sé que no eres ella —aseguró sonriendo con arrogancia aun a centímetros de mí.

—¿Cómo... Como demonios no podría ser Dylan?

—Créeme, hay muchas cosas que haces que Dylan no haría.

—Perdí la memoria, ¿no es esa suficiente justificación?

—Podría serlo. Sin embargo, te observo tan detenidamente cómo tú lo haces con cualquiera de nosotros, y sé, con exactitud, que no eres Dylan —sus palabras se volvieron más lentas, en un tono más ronco como si quisiera dejármelo bien en claro. Mis cejas se arquearon y se fruncieron a la vez, mis labios se torcieron extrañamente y esperé de igual modo haber escuchado mal.

—¿Y quién sería si no?

—Si tú no lo sabes, ¿por qué yo si lo haría? —me quedé sin palabras una vez más, mirando aquel gesto despreocupado de Hiden, gesto que tomó en lugar de una sonrisa arrogante como hace rato—. ¿Cómo debería llamarte?

—¿De...? —balbuceé aun sorprendida—, ¿De qué hablas?

—Si no eres Dylan, algún nombre debes tener, ¿no?

¿No?

—¿Dónde está ella? —preguntó.

¿Dylan?

—¿No te da vergüenza robarle la identidad a alguien?

¿Qué?

—Si las autoridades se enteran, podrías ir a prisión.

¿Enterarse de qué?

—Claro que si me dices donde está podría ahorrarme el delatarte y simplemente amenazarte de muerte. Por lo que vuelvo a preguntar, ¿Dónde está ell...?

Mi mano impactó contra su mejilla con rudeza mientras que mi pecho subía y bajaba con rapidez, de forma sonora mi respiración se aceleraba. No sabía si se trataba de enojo o simplemente confusión la razón principal para haberme hecho reaccionar de dicha forma. No obstante, la reacción de Hiden fue muy contraria a la que esperé.

En lugar de enojarse, solo permaneció un par de segundos con el rostro girado a un lado por la bofetada, su lengua chocó el interior de su mejilla y luego soltó una risilla con una sonrisa torcida. Me miró aún con su postura encorvada hacia mí y sin borrar su sonrisa habló:

—Eso no es algo que haría Dylan —me mantuve tan estupefacta como desde un inicio, desconcertada, abrumada, asombrada, extrañada.

La reacción que no tuve en el hospital, como había dicho el Doctor Hosterman, la tuve allí. Ese ataque de pánico que llegaba a ser violento, la desesperación, todo lo que describió.

Aún con el brazo que pasó sobre mi hombro y con un arma apuntó al castaño Hiden ante mí, seguí inmóvil, mi gesto no pensaba cambiar y dejar de mirar a Hiden con él no parecía una opción. Él seguía sonriendo de forma torcida hacia mí, tal como si dijera: te descubrí. Ignorando por completo que un arma le estaba apuntando directamente a la cabeza.

Vuelve a mí © CloudvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora