O2; Chico Bonito

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CAPÍTULO O2

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    Salí de la habitación en busca de aquella pareja por una aspirina, la jaqueca había vuelto. Oí ruido en uno de los pisos de abajo, supuse que el matrimonio estaría allí, así que bajé las escaleras con cuidado de no caerme por lo débil que me sentía en parte por haberme estado alimentando de suero todo este tiempo, y por los nervios.

Ellos dos estaban en un sillón. La mujer lloraba en brazos de su marido, quien derramaba lágrimas, pero sin sollozar. Al notar mi presencia el hombre me sonrió ignorando sus lágrimas.

—Hola, ¿Cómo te sientes? —habló amablemente. La señora detuvo sus sollozos y se separó de él inmediatamente para verme. Se veía muy mal.

Por supuesto, había planeado preguntarles sobre lo ocurrido arriba, en el espejo. Solo que ese plan se desmoronó.

¿Y si a ellos les angustia más que a mi?

¿Y si se ponen más histéricos?

¿Y si eso de ver a otras personas en el espejo era normal y solo alguien me había jugado una broma?

—Yo... Bien —contesté dudosa—. ¿Pijamas? —ambos ríen entre dientes ante mi pregunta completamente improvisada.

—Hay algunas en tu armario —dice la mujer secando sus mejillas—, Pero puedes usar camisetas de tu hermano si eso quieres.

Oh, genial, alguien más del cuál que no tengo recuerdos.

—¿No se enojará? —ambos negaron con la cabeza por mis palabras.

—Su habitación está junto a la tuya —explicó el hombre sonriendo.

¿Por qué me sonríen si están tristes?

—¿Él dónde está? —pregunté curiosa.

—Su nombre es Oliver. Está en el pueblo vecino, vuelve Mañana para verte —asentí en respuesta.

¿En donde estamos?

—Buenas noches —murmuré, y sin esperar respuesta subí las escaleras nuevamente. Al entrar en la habitación indicada, pude definirla como; sin duda Varonil, muy acogedora y lujosa. Incluso reconsideré en dormir allí, ya que, por alguna razón, el olor varonil que emanaba esta, era delicioso ante mi nariz y sin duda, me era familiar. Aunque, la razón principal era que la otra habitación era una explosión de pasteles y dulces que me hacían pensar que quizá tenía doce años en lugar de diecinueve. Bueno, no exactamente. Pero tanto color no me hacia sentir cómoda por alguna razón.

Me dirigí al armario y noté que había mucha ropa, sus atuendos eran masculinos y de buen gusto, la mayoría parecían de marcas caras, y en su mayoría suéteres. Supuse que ese tal Oliver era el chico con parecido al señor Mackenzie que usaba un suéter en las fotografías de mi habitación. Tomé una camiseta blanca algo larga y me hizo pensar que sin duda ese sujeto era mucho más alto que yo.

Volví a la habitación que me pertenecía, abrí el armario y antes de dedicarme a inspeccionarlo, solo busqué un pantalón de pijama. Muchos pensamientos respecto a lo ocurrido en el baño empezaban a atormentarme, pero decidí ignorarlos, manteniéndome fiel a la posibilidad de que alguien me gastaba una mala broma. Me saqué la ropa y entré al baño. Me di una ducha, me cambié con la camiseta que había tomado y un short azul del guarda ropa de la chica que se suponía que soy. Sequé mi cabello y evité mirarme al espejo en todo momento, luego apagué la luz para poder ir a dormir, pero al oír un auto pasar, mi vista fue a la ventana de la habitación.

Vuelve a mí © CloudvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora