2O; ¿Dulce o asesinato?

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CAPÍTULO 2O

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    Quince minutos en el auto fueron suficientes para lograr que me quedara dormida en el asiento, mientras las canciones de un artista británico eran reproducidas en la radio del auto de Finnegan, y los demás en él hablaban entre sí.

Como había aclarado anteriormente, Finn parecía odiar el silencio incómodo, o quizá siempre tenía algo que decir.

Oliver y Bianca le seguían las bromas entre risas y comentarios sarcásticos.

Por otro lado, Hiden estaba tan callado como yo lo estuve a lo largo de esos quince minutos. Él se limitaba a asentir o negar cuando le preguntaban algo, y cuando la respuesta necesitaba una palabra concreta en lugar de "Si" y "No", solo se encogía de hombros.

Volviendo al hecho de que me dormí, no había más que resaltar que tenía una sensación de ser asfixiada al despertar, en realidad, desperté de golpe, aunque lo hiciera sin dar un salto como en esas películas de terror que había estado viendo durante las siguientes semanas. Era como si apenas cayera dormida la sensación me hiciera despertar al instante, pero no era así.

Sabía que había tenido el sueño de siempre, la sensación asfixiante de siempre. Pero volví a olvidar el contexto del sueño al abrir los ojos.

Mi cuerpo no saltó.

Ni siquiera parecía haber tenido falta de aire.

Supongo que empezaba a acostumbrarme, aunque me asustara.

Me acomodé en el asiento para recuperar una postura recta, a pesar de llevar puesto el cinturón de seguridad me sentí cómoda. Finnegan me miró de reojo aún conduciendo y sonrió, Oliver y Bianca seguían hablando de forma animada y Hiden aún estaba callado.

—¿Dormiste bien? —preguntó Finn entablando conversación. Ellos ya no llevaban sus cabezas de ciervo, y aparentemente, yo tampoco la mía, supuse entonces que solamente las habíamos usado para salir del pueblo, y que las usaríamos al llegar a Shallowtown solo como "disfraz".

—Si. ¿Cuánto falta para llegar? —inquirí mirando por el parabrisas delantero como la oscuridad de la carretera entre el bosque de noche seguía siendo lo que nos rodeaba.

—Faltan como diez minutos —aseguró.

—¿Cuánto dormí?

—Una hora más o menos —explicó de forma sencilla. Su respuesta hubiese sido una sorpresa sino fuese porque había dormido incluso doce horas seguidas cuando no me hablaba con Oliver, y la sensación seguía ahí, esa de dormirme solo unos segundos antes de la falta de aire—. Tienes el sueño pesado, ¿lo sabias?

—En realidad no sabía —contesté encogiéndome de hombros—. Shallowtown queda algo lejos de Cloudville.

—Si, bueno. Se supone que es el pueblo más cercano.

—¿Por qué el pueblo está tan alejado del resto de la civilización?

—¿Quieres oír la historia real o la inventada para quedar bien con el resto del país? —de soslayo su mirada pareció divertida, pero no de la forma en la que estaba acostumbrada a verle. Esta vez, su mirada parecía maliciosa, burlona y diabólica a la vez.

Vuelve a mí © CloudvilleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora