Los dioses de distintos panteones se reúnen en el Consejo del Valhalla, debaten sobre la humanidad y todo lo que han hecho hasta ese momento. No tienen dudas, son un virus para la Tierra. Y han tomado una decisión, extinguirlos. ¿Jehová lo aprueba...
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Frente al inexplicable acontecimiento, las deidades menores y mayores sintieron en lo más profundo de su ser algo que no era normal en seres como ellos.
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Observando en silencio, cada dios presente veía al cuerpo de Poseidón partido en dos fragmentándose, para en segundos, disolverse por completo. Sasaki veía el resplandor de un nuevo mañana, aquél día, tras dos duras derrotas, el perdedor más grande había conseguido su primer victoria, y la más significativa para su existencia.
El espadachín japonés sonreía aunque ahondando en su interior sentía un extraño vacío, finalmente había llegado a perfeccionar su técnica, y aquél deseo que lo llevó a enfrentarse contra el temible dios de los mares, se había cumplido. Solo necesitaba un enfrenamiento divino para alcanzar el nivel de un dios.
Aún con todo el público humano vitoreando la resolución, el anciano no dejaba de formular batalla tras batalla, aprendiendo más y más de cada segundo que había ocurrido en la contienda.
Heimdall: —¡La victoria de la tercera ronda del Ragnarok es arrebatada de las manos de los dioses por los humanos! —su grave y emocionado grito solamente sobresalía entre los otros miles de las gradas mortales por tener entre manos el cuerno Gjallarhorn.
Espectador divino: —No puede ser... ¿Cómo ha ocurrido? —dijo con los hombros vencidos por la derrota.
Espectador divino: —¿En serio un humano lo logró?
Geir: —¡Hermana! ¡Sasaki lo logró!
Brunhilde: —¡Sí! ¡Nunca dudé de él! —su mirada llena de orgullo se mantuvo mientras solo pensaba—: Vean, vean lo que los humanos pueden lograr, su potencial y ardan en furia por ver cómo seguirán cayendo.
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