Capítulo 49: El choque de dos grandes

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Ambos bandos, divino y humano tenían elegidos a sus representantes, y uno de ellos estaba en el umbral de su entrada. Siendo preparado por su inseparable amiga para todo lo que pudiera recibir. Lugh se estiraba mientras Morrigan le daba puñetazos, codazos, rodillazos y patadas por todo el cuerpo. Cada agresión era amistosa, ninguna tenía la intención de herirlo y dejarlo en desventaja para la pelea, pero era una tradición que siempre llevaban a cabo si uno de los dos iba a tener una batalla uno a uno.

Sin embargo, cuando el anunciador nórdico debía pasar sin más a su lado dirigiéndose al centro de la arena para iniciar todo, este se detuvo para hablar con Lugh, mostrándole una tableta encendida similar a la que poseía Brunhilde.

Heimdall: —Lugh... Disculpa que sea de imprevisto esto, pero... Brunhilde envió un mensaje para ti.

Lugh: —¡Sin problema, Guardián! —tendió su mano, Heimdall le entregó la tableta, pero Morrigan no dejaba de golpearle—. A ver qué dice... —abrió el mensaje, dio un vistazo rápido y luego uno más lento porque su amiga le pidió saber qué decía la valquiria.

El dios celta aclaró su garganta para leerlo en voz alta, Heimdall también se enteraría y quizá unos cuantos de los espectadores en las gradas cercanas.

Apreciable Lugh,

Te ofrezco una disculpa por decírtelo con tanta demora, pero toda la situación del Juicio me robó un poco de tiempo y no dispuse de mucho, seré breve, mi einherjer elegido tiene una petición especial para ti. Seguro conoces a Gawain, y como dios de todo, también debes saber su historia o al menos parte de ella, la petición en cuestión es que desea enfrentarte en un territorio que conoce, sentirse en la Tierra otra vez le llena de ilusión y tú puedes cumplirle ese deseo, ¿Aceptas que la arena del Valhalla se cambie a Somerset, Inglaterra? Más precisamente, a la Somerset tras la batalla de Camlann.

Tu respuesta la recibiré viendo la pelea.

Morrigan: —En pocas palabras el humano pide una arena especial... ¿Piensas aceptar, Cabezota?

El dios apagó la tableta y se la devolvió a Heimdall.

Lugh: —¡Por supuesto que sí! ¡¿Qué sería de mí como guerrero si no le permito a un oponente elegir el lugar de su muerte?! —empezó a reír con fuerza, Morrigan lo hizo callar con una patada seria—. Oye, eso no es lo que hacemos.

Morrigan: —Quería recordarte que sigo aquí, y que tienes una deuda conmigo.

Lugh: —¿Piensas cambiar el cómo pagaré esa deuda? ¿No querías que...?

Morrigan: —¡No! No estoy cambiando nada, solo te digo que si aceptas debes estar preparado, el humano podría tener estrategias pensadas para vencerte.

Lugh: —Estrategias... —razonó, rascándose la barba—. ¡Me da igual! ¡En ese lugar ya murió una vez! ¿Quién sería capaz de hacer algo que yo no? —dijo refiriéndose a que alguien logró matarlo, porque de alguna forma tuvo que morir en esa batalla.

 ¡Me da igual! ¡En ese lugar ya murió una vez! ¿Quién sería capaz de hacer algo que yo no? —dijo refiriéndose a que alguien logró matarlo, porque de alguna forma tuvo que morir en esa batalla

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