Capítulo 53: Sin utilidad

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Al momento en el que la Gran Puerta del Empíreo se abrió y dividió al que atentaba contra Dios, la fragmentación en dos seres del líder de la rebelión creó una reacción en cadena por cada uno de los Cielos. Llegando al más bajo de ellos donde yacían gigantes, titanes y dioses. Y ese Cielo, el llamado Cielo 0, se partió. Cada parte del cielo tuvo a entes que lo gobernaran conforme sus designios, sin embargo, uno de esos pedazos le correspondió a la diosa Dana, la que fundaría el Panteón Celta.

Pero su pedazo de territorio era muy pequeño, y ningún dios, gigante, titán u otra criatura había estado en el lugar cuando todo se fragmentó. Así que estaba sola. Lidió por algún tiempo con su soledad, creando lugares donde le habría gustado que otras igual a ella habitaran, también sitios donde podrían estar criaturas para que consiguieran alimento; en caso de que padecieran hambre; y un sinfín de cosas más. Sin embargo, nunca llegaría nadie a llenar esos lugares vacíos que con tanto amor creó.

Y con su propia vida decidió crear un ser que tuviera todo lo bueno de ella, sin embargo, era consciente que ninguna existencia era buena sin un poco de penumbra que provocara el deseo incansable de brillar, y creó a alguien distinto a ella.

El panteón estaba dividido en tres regiones, siendo una de ellas la capital, Tuatha Dé Dánann. Luego a poca distancia estaba Tuatha Dé, y la región más distante de ambas era donde habitaban los Fomoré. 

La vida en el panteón cobró naturalidad con el paso de siglos y milenios, los dioses que surgieron de la primera creación de Dana tuvieron descendencia, poblándose las tres regiones.

Al rey de los Fomoré, Balor, le llegó el vaticinio de que su primigenia existencia llegaría a su fin a manos de su propio nieto, quien todavía no existía. Aterrado porque algo similar a lo que ocurrió en el Panteón Griego le ocurriera a él, mandó a su única hija a vivir confinada por la eternidad a lo alto de la Gran Torre de los Fomorianos, siendo cuidada solo por otras diosas de menor rango. 

Tras un tiempo, el famoso dios de Tuatha Dé Dánann, Cian, llegó a los parajes de los Fomoré a presumir a su preciado animal, una vaca que era famosa en todo el panteón por la cualidad que tenía la leche que daba. Todos la codiciaban, y aún más porque él no dejaba de presumirla por todos lados.

Cuando era momento en que la región Fomoré escuchara sobre su vaca, llegó a la primera construcción a las afueras de la ciudad, a la Gran Torre Fomoré. 

Cian: —¿¡Hay alguien allá arriba!? —gritó ansioso porque alguien le escuchara.

Una diosa se asomó por el balcón, quien tras escuchar una voz que jamás oyó, quiso saber quién era. No obstante, se ocultó al ver que su padre estaba detrás de ese dios que gritó.

Balor vio a Cian, en un instante lo distinguió y clavó su mirada en la vaca que lo acompañaba, si las historias de las otras regiones eran ciertas, esa vaca debía ser suya.

Balor: —Nadie que sea de tu interés, Cian —Cian volteó, viendo al rey Fomoré—. ¿Finalmente te has dignado a venir a este lugar de nuestro panteón? Veo que traes a la vaca que tanto presumes.

Cian: —¡La vaca más asombrosa que existe! ¡Ninguna se le compara y podría llamarla la diosa de las vacas!

Balor: —Eso he escuchado, y alguien como yo sería incapaz de dejar ir esta oportunidad.

Extendió sus brazos hacia los lados.

Balor: —Cian, te reto a un abrazo celta.

Cian: —¡No digas más! —corrió hacia el Fomoré, abrazándolo con una fuerza atroz.

Alternate Record of RagnarokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora