Los dioses de distintos panteones se reúnen en el Consejo del Valhalla, debaten sobre la humanidad y todo lo que han hecho hasta ese momento. No tienen dudas, son un virus para la Tierra. Y han tomado una decisión, extinguirlos. ¿Jehová lo aprueba...
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Hércules: —¿Piedad? —desconcertado y sorprendido por la sencillez con la que consiguió herirlo, dudó.
Las gradas tan solo eran un reflejo de Hércules, sorprendidas por todo lo que ocurría, ver sangrar por diferentes heridas al más grande héroe griego era algo que ni siquiera en las peores calamidades que en su vida como semidiós había sufrido.
Zeus estaba plenamente sorprendido, y aunque Ares rebosaba de felicidad por verlo en tales circunstancias, también era destacable que Odiseo no era un humano con el que se podría jugar.
Odiseo: —Sí, piedad —reafirmó con un ligero tono de vacilación—. Me veo obligado moralmente a hacerlo por alguien como tú, un griego que gozó de la mejor vida y nunca tuvo que preocuparse por realmente superar una adversidad —exhaló súbitamente, recordó algo—. Más que sufrir a manos de tu... ¿Ahora es tu madre, verdad? ¿Y a la vez tu suegra? Ustedes los dioses sí son extraños.
Hércules: —No sé qué es lo que hayas leído sobre mí, pero no tienes derecho a asumir que todo fue sencillo. Fue más complicado que lo que podrías lidiar.
Odiseo: —Yo creo que no —levantó su arco, y el sol artificial de Troya encegueció su mirada por breves instantes—. Quise decir... No... Qué más da, no tengo porque seguir viviendo abrumado por los tuyos.
Hércules: —¿A qué te refieres?
Odiseo: —Tu hermana, tu tío, toda tu familia son pura escoria que se cree superior que nosotros solamente por poseer un lugar más alto.
Si antes el desconcierto por las heridas de Hércules era grande, ahora era mayor, y las deidades griegas se estremecían ante las palabras del prudente héroe aqueo.
Odiseo: —Ustedes son caprichosos, arrogantes, opresivos, traicioneros, despiadados, injustos, malvados, egoístas, vengativos, maliciosos, depravados, desleales, altivos, confiados, y es por eso, que salté y reí de la felicidad al escuchar que el anterior humano partió en varias partes al miserable dios del mar.
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