Capítulo 5

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CAPÍTULO 5.

(Gert Taberner/ Fallen)


Esa semana había estado en exámenes finales, por lo que no había estado de muy buen humor, y que Beck estuviera con todas las ganas de que yo perdiera la paciencia me estaba jodiendo más de lo que me hubiera gustado.

Ahora estaba gritando por el otro lado de la línea sobre no sé qué mientras yo me fumaba un cigarrillo tranquilamente ―aunque mi cabeza pareciera estar de todo menos tranquila― en la azotea de la universidad.

―... y aun así lo hiciste!

―Ya.

―¿Podrías dejar de decir ya, sí, no sé, no me importa, me la suda de una vez? Me estás cansado, de verdad ―casi me gritó.

―Es que me la suda todas las mierdas que me estás diciendo, Beck ―murmuré―. Igual y si me dejaras decir algo, podría decirte otra cosa. Porque lo ún...

―¡Es que nunca me escuchas! ¡Siempre todo es mi culpa!

―Igual deberíamos dejarlo. La última semana te has empeñado en que esta relación sana que era antes, me esté empezando a agobiar.

―¿D-dejarlo? ¿Me estás jodiendo?

―No.

―¿Es por ella, verdad? ¡Pues claro que es por ella! ―no dije nada, porque ni yo lo sabía. Ahora ni siquiera sabía por qué estaba realmente con Beck si no le veía de esa manera. Bueno, nunca la había visto de esa manera.―. ¿Sabes qué? Haz la mierda que salga de la polla, pero después, cuando esa zorra se vaya y me necesites... no estaré. Y... te arrepentirás de haberme dejado, capullo.

Y colgó.

Alguien se rio sarcásticamente detrás de mí. Me giré hacía la chica pelirroja que tenía un cigarrillo entre los labios, sonriendo.

―¿Peleas de matrimonio?

Le fruncí el ceño.

―¿Te conozco?

―No ―se acercó, sonriendo―. Lía Williams. De intercambio.

―Mhm... Iker.

―Lo sé, es raro que alguien no te conozca en esta mierda, después de todo eres el hijo de Lynda y Marcos. Los abogados más reconocidos del país.

Asentí con la cabeza, llevándome el cigarrillo a los labios. Era guapa, sí, pero no era mi tipo. Era algo alta, flaca y tenía cara de modelo.

―¿Y que haces aquí, Iker? Casi nadie sabe que se puede subir acá ―se apoyó a mi lado en la baranda que daba hacía el jardín delantero.

―¿Tú? Eres de intercambio por lo que llegaste hace poco, no creo que lo conozcas todo ―murmuré, mirándola de reojo.

Sonrió de lado, enseñando sus labios pintados de rojo fuego.

―Tienes razón, pero mi padre es el dueño, me dijo que podía fumar aquí así que...

―Pija, encima.

―No me digas que tu no lo eres, porque por algo estudias aquí, Iker ―contraatacó, sin dejar de sonreír.

―Bueno, mis padres son los que tienen dinero y el que me paga esta mierda es mi padre, si fuera por mí probablemente estaría en alguna universidad pública ―admití.

―Interesante. Pero bueno... es tema tuyo, ¿no? Te dejo, Henterman, que tengo clase en cinco minutos y algo... ¿nos vemos luego?

Sin esperar respuesta se fue, colgándose la mochila en el hombro.

Iker Henterman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora