Capítulo 9

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Mis oídos zumbaron por alrededor de cinco minutos que fue lo que todos estuvieron en silencio. Iker me miró de inmediato, buscando algún tipo de reacción en mí. Pero solo pude bajar la cabeza y tragar duro para deshacerme del nudo que se había formado en mi garganta. Jeanine suspiró, susurrándole algo a Marcos que no logré escuchar.

Mi cabeza dio un giro.

Mi piel ardió en el momento que Iker dio un paso hacía mí e intentó cogerme de la mano.

Jeanine se acercó rápidamente y me cogió de la mano, ignorando la mirada derrotada de Iker sobre mí. La mujer me preguntó algo que no entendí y me dirigió hacía lo que parecía ser su coche. La verdad es que ni siquiera recuerdo bien.

Solo pude pensar en algo: lo necesitaba.

Tomé una larga bocanada de aire, espabilando. Busqué en los bolsillos de mi chaqueta desesperadamente el frasquito de pastillas. Me solté de un tirón de la mano de Jeanine y le quité la tapa con los dedos hormigueando.

Vacié dos pastillas en la palma de mi mano y me las llevé a la boca, mirando el cielo gris sobre nosotros mientras las tragaba con ayuda de saliva.

―Cielo...

―No me toques ―murmuré retrocediendo―, por favor...

―Te llevaré a casa, anda.

Una lágrima rodó por mi mejilla con lentitud mientras asentía con la cabeza lentamente. Apenas recuerdo el viaje a casa, solo sé que mi móvil vibró tantas veces que tuve que apagarlo. Sin embargo, antes de bajar Jeanine susurró:

―Mientras algunos juegan a ser inestables, los inestables jugamos a ser felices.

*

—Que hoy es Halloween y te vez guapa, eso celebraremos.

—Ya. ¿Y para qué? Si siempre me veo guapa con sudaderas y botas. No es necesario usar una faldita del porte de un dedo para verse guapa, Daysi —mascullé por milésima vez, dejando caer la frente contra la parte delantera del coche, al lado de donde estaba el estéreo.

—Pues que te vez mejor con esa falda que vestida de vagabunda, sí.

—Ya, pero...

—Sh. Que llegamos —aparcó, mirándome de lado.

—¿Era necesario venir a un lugar tan pijo?

—Iker te ha invitado, malagradecida —me pinchó la frente con un dedo, rodando los ojos—. ¿Crees que voy bien así?

―Ya, pero no quiero verlo ―mascullé, apretando los labios.

―Tienes que empezar a enfrentar tus problemas, Isabella ―me aconsejó, haciendo un puchero―. Te quiero, pero a veces evitas los líos solo para estar bien contigo misma. Y...

―No sabes de lo que hablas ―murmuré, desabrochándome el cinturón para luego bajar del coche, con la sangre hirviendo.

―Podría entenderlo si me lo explicaras.

Me había tomado la pastilla anti-ansiedad-que-me-dejó-volando-en-una-nube ―al igual que los otros tres días después de que me enterara de que Iker era bipolar― antes de salir de casa, porque mi cabeza estaba a nada de explotar con preguntas que ni siquiera tenían sentido.

Seguí a Daysi de pocos pasos más atrás que ella, mirando hacía todos lados para solo asegurarme de que los niños pidiendo dulces ya se habían metido a sus casas y los adolescentes recién comenzaban a celebrar a su manera.

Había una larga fila de adolescentes esperando por su turno para entrar, mientras que los guardias se mantenían firmes en las puertas del club de la hermana de Javier. Miley.

Iker Henterman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora