Insertad vuestras canciones favoritas en inglés aquí. Será una manera de dedicaros los capítulos.
Ah y ¿subo el capítulo siete mañana por la mañana o por la tarde con un maratón?
Abrí la puerta de casa, quitándome por completo la chaqueta mientras cerraba la puerta con el pie descuidadamente. Seguro mamá no estaba así que no me preocupaba hacer ruido. Dejé las llaves sobre la mesa que sostenía el televisor, observando el sofá, donde dormía un hombre desnudo.
Des-nu-do.
Me pasé la mano por la cara, continuando con mi camino hasta el pasillo. Encargándome disimuladamente de no mirar hacía el sujeto.
—¿A dónde vas, nena? —detuve el paso cuando sentí un asqueroso cuerpo caliente pegándose al mío.
—S-suélteme ―balbuceé, intentando liberarme.
No me lo permitió, claro está.
—¿Eres virgen, bonita? —susurró contra mi cuello, dando una pequeña lamida en el lateral derecho—. Parece que tu madre se ha equivocado a la hora de decir que eres una santurrona. Tienes pura cara de zorra hambrienta por sexo. Y, ¿adivina qué? Me gustan las zorras así.
—Suéltame —esta vez no tartamudeé, sin embargo, el miedo era palpable en mi voz.
—Lo haré, solo si...
—Te dijo que la soltaras, cerdo de mierda.
—Mi amor... solo hablaba con tu hija —se excusó el tipo, soltándome finalmente.
—Vete de mi casa antes de que te quedes sin pelotas. Ahora —ordenó mamá, nuevamente.
No escuché nada más. Tragué duro y caminé hasta llegar a mi habitación, donde me encerré rápidamente. Me pasé la manga de la sudadera por el cuello, sintiendo aún el asqueroso aliento del tipo en mi cuello. Entreabrí los labios apretando desesperadamente la piel blanda de mi cuello con ambas manos.
Me saqué la mochila de un tirón, lanzándola con fuerza a la pared en un golpe seco. Abrí una de las cómodas rebuscando entre mi ropa con los dedos temblorosos. Debía calmarme ya o... tomé una larga bocanada de aire en un intenta fallido de calmar el cosquilleo de mis dedos. Saqué el frasco lleno de pastillas blancas y aún con las manos hormigueando lo abrí.
La mayoría de las pastillas cayeron al piso por la fuerza con la que abrí el recipiente. Lancé el frasco contra la pared, apretando la mandíbula, enfadada conmigo.
Un sollozo ahogado salió de mi garganta, mientras me pasaba las manos por el pelo, desordenándolo aún más de lo que ya estaba. No podía. No podía. No podía.
La respiración se me atascó en los pulmones cuando mi móvil comenzó a sonar dentro de mi bolsillo. Pero no lo miré. Recosté la espalda contra la pared, sintiendo coma las lágrimas que tanto me había costado retener caían libremente por mis mejillas.
Un zumbido se apoderó de mis oídos mientras me dejaba caer por la pared. Una fina capa de sudor comenzó a cubrir mi frente, pero la ignoré. Sabía lo que venía ahora. Apreté los dientes, soltando un desesperado chillido mientras apretaba la raíz de las hebras de mi cabello.
Alguien tocó la puerta detrás de mí varias veces. Pero el ruido se escuchaba lejano. Mi habitación ahora estaba oscura. Una pequeña lampara tintineaba al fondo. Prendiéndose y apagándose. Un cuerpo inconsciente estaba frente a mí el que, también no tardé demasiado en reconocer.
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Iker Henterman (En edición)
RomansUn romance adolescente que no había acabado bien. Una chica con rencor, preguntas y el amor intacto soñaba con olvidar al chico que decía no querer nada más con ella. Un chico con problemas, rodeado de fiestas y chicas que deseaba olvidar sentimien...