Capítulo 9

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¿Puedes ver la oscuridad?

Killiam

Sí me acuerdo.

Me acuerdo de todo, pero cómo puedo aceptar que en mi estúpida debilidad había perdido la consciencia. Jamás voy a aceptar que me desmayé después de un polvo, que acción más humillante.

Fragmentos de la escena se cuelan en mi mente y asimilo que no me hubiera podido controlar por mucho tiempo, no después de la manera en la que ella me trata, es como si no le importara en lo más mínimo mi autoridad, como si a pesar de haberme visto asesinando no la intimidara en absoluto.

Creo que en parte es porque al ser latina su carácter es más agresivo. Pero eso no tiene nada que ver con la tolerancia que demuestra, ¿Será que la doctora es más de lo que dice ser?

Yo nunca he visto a nadie capaz de hacerme frente de esa manera a excepción de Chris y al hijo de puta del Coronel General Enric Anderson.

—Eres un maldito hijo de puta —escucho a Chris hablar detrás de mí.

—Siempre lo he sido —contesto sin detener mi marcha.

—Sí, pero nunca te he visto negando que te acostaste con alguien.

—Yo no estoy negando nada.

—A cualquiera puedes hacerlo estúpido, menos a mí.

—No te metas en lo que no te interesa Chris —advierto ante su continua molestia sobre el tema.

—¿Por qué? —vuelve a preguntar, ignorando completamente mi advertencia.

Durante todo el viaje no he hecho más que caer en sus continuas provocaciones como un idiota.

—Ya te dije que eso no te interesa.

Escucho que produce una carcajada con sorna —Ella te gusta — vuelve a hablar.

—No me gusta — intento zanjar el tema.

—Es obvio que sí, ella tiene marcado todo el cuerpo y tu pareces que te quisieron arrancar la piel con las uñas.

—Y explícame de nuevo. ¿Qué parte de todo eso te incumbe a ti?

—Que te gusta y no lo aceptas, pero que llegues al hecho de fingir amnesia es sumamente lamentable —detengo en seco mi marcha, cuando estoy por llegar al último escalón y me volteo a encararlo.

—Primero, no me gusta. Nada de ella me gusta —aclaro, tomando una postura seria ante la situación —Segundo, no estoy fingiendo nada. Si tu dices que algo pasó entre ella y yo, pues no puedo afirmártelo porque no lo sé, y en el caso que haya sido así, no te debería importar — miento.

—¿Entonces la odias? —pregunta levantando una ceja para acentuar su escepticismo en mis palabras.

—El odio y el amor son sentimientos. Si te digo que la odio te estaría mintiendo, porque yo por ella no siento absolutamente nada.

—A mi si me cae bien la doctora.

—Qué bien por ti —mascullo y sigo mi camino hasta el exterior de la mezquita en la que nos refugiamos, ya todos están afuera y faltan pocos minutos para que el sol decida empezar su trabajo del día.

Dos camiones están al frente de nosotros, con unos cuantos hombres que Angie trajo en nuestra búsqueda.

—¿Dónde está Karen? —Le pregunto a Angie, sin siquiera molestarme en mirarla. Sé que está a mi lado porque estas ultimas semanas se ha hecho continuamente insoportable.

ARRITMIA ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora