«Una Visita Inesperada»

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Con el príncipe aun inconsciente en sus brazos, Gal entró corriendo a su habitación y lo depositó en su cama. Nadie entendía qué podía haber pasado con él para que se encontrara de pronto en ese estado.

—No debí dejar que cargara el telescopio...no pensé...tal vez es sólo cansancio...—Gal balbuceaba y se agarraba la cabeza. No podía evitar sentirse culpable por el muchachito, ya que después de todo era el único adulto a cargo de él.

—Gal, no creo que sea tu telescopio...levantar objetos terrestres, así sean pesados, no nos dejaría...al borde de la muerte...—dijo Grus, observando incrédulo a Eclipse, cuya luz era tan tenue, que parecía un humano durmiendo en su cama.

—Qué haremos ahora —pensó en voz alta Luna.

—No importa el motivo de su estado, debemos llevarlo a casa, ahora mismo —aseguró Télesco.

—No podemos. Encontrándose así no resistiría los cambios al atravesar la atmósfera.

—Grus tiene razón —dijo Luna, secando sus lágrimas y caminando en dirección a la puerta.

—¿A dónde vas? —Grus la tomó del brazo, reteniéndola.

—Volveré a casa y pediré ayuda. Traeré a los médicos del palacio, al mismo rey si es necesario, pero no dejaré que Eclipse se apague.

El príncipe se encontraba en un estado similar al de su padre, poco tiempo atrás. No deliraba, pero su luz era demasiado tenue, la temperatura de su cuerpo era más baja de lo normal y estaba inconsciente.

—Espera —dijo Grus—. Creo que es mejor que vayamos nosotros, Teco y yo, y tú de quedes con él...

Luna observó de lejos por un momento al príncipe, y aceptó sentándose al borde de la cama.

Enseguida Grus y Télesco comenzaron a empacar sus cosas e ingirieron una pastilla de helio cada uno. Debían estar ágiles para llegar lo más deprisa posible al meteorito, y de allí de vuelta a casa, a pedir ayuda urgentemente. De lo contrario, el príncipe moriría. Los amigos se despidieron de él por última vez, dándole palabras de aliento, a pesar de no saber si podía escucharlos y ya listos se dirigieron a la salida.

—Grus, recuerda que cada hora que pasen en nuestro mundo es un día que Eclipse permanecerá aquí, dense prisa —dijo la princesa, antes de que atravesara la puerta.

—Lo sé, no te preocupes.

Los amigos de Eclipse corrieron todo el camino —que a esas alturas ya conocían de memoria— hacia el meteorito. De vez en cuanto se detenían unos segundos para recobrar fuerzas, pero enseguida retomaban la carrera. Era, literalmente, una carrera contra la muerte.

A mitad de camino, Télesco se detuvo repentinamente, agitado.

—¡Espera Grus! —le grito a su amigo, que continuaba corriendo.

—Qué sucede.

—¡Mira! —advirtió, señalando hacia arriba.

Un objeto caía velozmente a la tierra. Un meteorito. No podía ser otra cosa que un astroliano llegando a la tierra.

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Terranautas: Los Visitantes Estelares.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora