«El Perfecto Ejemplo Del Desastre»

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—Señor Grus Theta —dijo con voz grave el profesor de Historia Terrícola, Isaac Osamayor, dirigiéndose a uno de sus alumnos, sentado en la primera hilera de pupitres—, lea por favor, en voz alta, fuerte y claro, el primer párrafo de la página 26.

Grus se puso inmediatamente de pie y acomodó tembloroso sus anteojos antes de levantar su libro del pupitre. Temeroso, con las manos transpiradas y la boca seca, el torpe y extremadamente tímido alumno comenzó a leer, titubeando.

—An...antiguamente, los habitantes de la...de la Tierra, consideraban que los planetas y el gran astro, al que llaman «Sol», giraban alrededor de la misma, y que ésta lo hacía...lo hacía a su vez sobre su propio eje. A estos dos movimientos los denominaban respectivamente trasla...traslación y rotación. Este hecho determinaba, según los «astrónomos» terrícolas, los fenómenos del día y de la noche, así como de las estaciones; otoño, invierno, primavera y...y verano...

—Es suficiente, Theta. Demasiado titubeo; debe leer mejor la próxima vez. —Lo interrumpió el profesor, al tiempo que los demás alumnos reían y cuchicheaban por lo bajo. —Ya puede sentarse —continuó Osamayor, al ver que Grus continuaba de pie, avergonzado—. Lo que su compañero acaba de leernos, ¿Qué nos indica, clase?

De pronto el silencio era absoluto. Cesaron los cuchicheos, ya nadie hablaba o se movía siquiera; el aula se había convertido en un jardín repleto de estatuas de mármol.

El profesor Isaac hizo entonces una larga pausa, mientras observaba los rostros de los alumnos; algunos temerosos, otros pensantes, distraídos o adormecidos, pero en su mayoría de total desconcierto.

—¿Nadie? —prosiguió, cruzándose de brazos—. Lo diré yo entonces. Lo que nos dice este párrafo es que la ignorancia terrícola debe ser un ejemplo para todos nosotros. Porque no hay peor ignorante que el que no sabe que ignora. Nos dice que si nuestros antiguos héroes exploradores no hubiesen sido lo suficientemente inteligentes como para mantenerse en el anonimato, o los salvajes terrícolas lo suficientemente ignorantes para no ver más allá de sus narices, ¡Habría llegado hace mucho tiempo nuestro fin!

El final vehemente del discurso del profesor Osamayor, que se encontraba acalorado y agitado, mostrando incluso unos segundos de su brillo de juventud, no pasó desapercibido entre los alumnos, cuyos rostros cambiaron la indiferencia o el desconcierto por una preocupación cercana al pánico. Todos a excepción de uno de ellos, sentado junto al cabizbajo Grus.

Al percatarse de aquello, el profesor intentó calmarse y endulzó la voz.

—Pero no tenemos por qué preocuparnos; no sólo las expediciones son un asunto del pasado, sino que un error que nos pusiera en evidencia a estas alturas, de parte de cualquier astroliano, es imposible e inimaginable. Im – po – si – ble — remarcó.

El único alumno que no sólo no estaba asustado, sino que de la emoción se encontraba sentado al borde de su silla, alzó su mano.

—Dígame, señor Saros— dijo el profesor.

Eclipse Saros era el alumno más distraído y el más torpe de la clase...después de Grus. Aunque a diferencia de éste, nunca recibía burlas ni maltratos, por lo menos de los que él fuera consciente.

Su mirada, siempre perdida, delataba a su mente que vagaba por cielos insólitos y lugares lejanos, los cuales imaginaba y añoraba conocer; en especial aquel mundo que su profesor tanto nombraba, menospreciaba, y sobre el que les advertía reiteradamente con sobrado ímpetu, justo como hacía un momento.

«Los terrícolas, ingenuos e ignorantes, atrasados, que no reconocerían a un "Astroliano" aun teniéndolo en frente», le resultaban a Eclipse absolutamente asombrosos e interesantes ¿Sería todo eso cierto? Si él nunca había visto un humano, pero sí los conocía por sus libros, había estudiado sobre la Tierra y visto dibujos de sus construcciones, de su evolución. ¿Por qué no podía él demostrar entonces que ambos mundos no diferían demasiado y que serían capaces de convivir en armonía? Ese era uno de sus mayores sueños.

Terranautas: Los Visitantes Estelares.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora