«La Cara Oculta De La Luna»

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Resultaría muy difícil para un humano hacer verdadera justicia con su imaginación al palacio Real de los Saros. No existen palacios así en la Tierra. Una construcción tan etérea como los seres que la habitan.

El palacio flotante se compone de miles de piedras celestes, ínfimas, mantenidas en suspensión por un campo de fuerza invisible, y dispuestas de tal forma que conforman las paredes, columnas, techo y piso. Todo es blanco, celeste, dorado y traslúcido; delicado y brillante. La gravedad que afecta a los humanos no existe y tampoco necesitan, como ellos, iluminar artificialmente los salones.

La arquitectura del palacio, en cambio, sí recuerda a los palacios terrícolas. Eso se debe a que el difunto rey Centaurus Saros —bisabuelo de Eclipse—, al regresar de una de sus expediciones, quedó fascinado con la forma de los palacios humanos, que apenas comenzaban a construir. Los admiraba, al igual que Eclipse, por su capacidad de edificar grandes recintos, estatuas o monumentos, luchando contra la gravedad y utilizando lo que tenían a mano. Para ellos —los astrolianos— era mucho más fácil. Un palacio podía construirse en una semana terrícola y remodelarse en pocas horas. Eso permitía a la reina cambiar la apariencia de los salones a su gusto, a veces con tanta frecuencia, que los sirvientes —y la misma familia real— se perdían a menudo.

Otra tradición que el rey Centaurus había traído de la Tierra eran los grandes bailes y fiestas Reales. Además de ser muy bonitos e interesantes, servirían para juntar a la realeza del reino Luna con la de su reino, y así entablar amistades, forjar alianzas y —sobre todo— acordar ambos reinos qué candidatos serían adecuados para sus herederos al trono.

En el caso de Eclipse, se decidió su futuro durante una fiesta cuando apenas tenía el equivalente a cinco años de edad terrícola.

En ese entonces él era un niño revoltoso, movedizo y travieso, que no lograba quedarse quieto ni hacer caso alguno a sus padres, mucho menos seguir un protocolo.

Poco recuerda Eclipse de aquel día, más que un incidente del que, por supuesto, él era el protagonista. Por poco había ocacionado un incendio al explotar, mientras jugaba, una de sus estrellas Nova de bolsillo.

La princesa Luna Argenta —una de las principales invitadas a la fiesta junto con su madre— era todo lo opuesto a él, a pesar de tener su misma edad. Todos los adultos elogiaban su comportamiento ejemplar, y el hecho además de seguir el protocolo a rajatabla.

Los invitados, que ya eran su público, morían de amor con cada reverencia de la pequeña, y con cada gracia que hacía, a insistencia de la orgullosa reina Selene.

Esa espantosamente obvia diferencia no hacía más que empeorar la situación del príncipe, a quien no podían evitar compararlo con ella, sin ocultar las muecas y miradas de desaprobación. Escuchaba tan a menudo «Por qué no eres como la princesa Luna» que no podía evitar sentirse molesto al recordarla. El sólo imaginar que las leyes de su mundo fueran iguales a las de la realeza de los humanos y lo comprometieran con esa niña tímida, modesta, mimada, perfecta de más, a la cual nunca sería capaz de igualar siquiera, le provocaba escalofríos. Hubiese preferido pasar el resto de su vida solo, en un agujero negro.

Afortunadamente era Ara Lynx, una bella y educada plebeya del reino Luna, quien había sido elegida por sus padres, a sugerencia de la reina Selene Argenta, como su futura prometida.

El crecimiento de Ara era monitoreado —sin que ésta lo supiera— por la reina, quien se aseguraba de esta forma que fuera la indicada para Eclipse. Lo mismo hacía, por su lado, el rey Febo con Grus.

Grus, aunque de apariencia modesta y escasa agilidad, era muy inteligente y estudioso, además de confiable, por tratarse del mejor amigo de su hijo. Por ese motivo es que, contra todas las probabilidades, el rey lo había elegido como prometido de la princesa Luna, sin que ni él ni Luna ni Eclipse lo supieran.

Terranautas: Los Visitantes Estelares.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora