Con la partida de los enfermos, en el palacio regresó la calma habitual. El rey se retiró a sus aposentos, temiendo que aquel trajín le supusiera una recaída; en cambio la reina, que había vuelto a su rutina, recordó de pronto a su hijo y sus demás invitados, a quienes no recordaba haber visto durante el tenso momento vivido minutos atrás. Aquello le parecía extraño e imperdonable, siendo los enfermos nada más y nada menos que su prometida y uno de sus mejores amigos.
—Cetus, ¿Por qué no he visto ni a mi hijo ni a sus invitados? Con todo el ajetreo y la preocupación dejé pasar ese detalle por alto. ¿Dónde están todos?
Afortunadamente para Eclipse, el plan contemplaba tal curiosidad.
—El príncipe Eclipse se encuentra con el señorito Grus Theta y se rehúsa aun a dejar sus aposentos, pero ya le he informado de todo, su majestad —mintió Cetus, frío como Plutón, rogando mentalmente que no lo descubrieran antes de tiempo.
—Me cuesta creer que ni siquiera por su amigo, o su prometida...en fin. —Lyra caminó hacia sus aposentos, absolutamente decepcionada de su hijo, pero al menos había creído las palabras de Cetus, que suspiró aliviado.
Lamentablemente su alivio no duró demasiado. Con el pie ya en el primer escalón de la escalera, la reina volteó hacia él.
—¿Y los demás? ¿Qué excusa tienen? Uno de ellos es incluso el hermano del enfermo...esto es inaudito.
—Ah, Majestad, casi lo olvido...—dijo Cetus, sacando dos sobres del interior de su saco y entregándoselos a la reina.
Aunque estaba nervioso, el fiel sirviente de la reina también tenía prevista una respuesta, con algo de suerte convincente, a esa pregunta. Télesco y la princesa Luna habían dejado en manos de Cetus dos notas antes de irse, para que se las entregara a la reina. La de Teco, escrita a las apuradas en un retazo de papel con el escudo real, propiedad del príncipe, decía:
Su majestad, reina Lyra Octans:
Decidí volver por mi cuenta a casa, al saber de la enfermedad de mi hermano. El rey me proporcionó un cometa con chofer para hacerlo. Le agradezco todo lo que hizo por nosotros, su hospitalidad y amabilidad, además de los cuidados para con mi hermano. Nunca olvidaremos los días que pasamos en el palacio y lamento no haberme despedido personalmente de usted ni de su majestad, el rey Febo.
Con infinito agradecimiento, su leal súbdito, Télesco Pium.
Luna había escrito prolijamente sobre un papel de carta con membrete de la casa real del reino Luna:
Excelentísima Reina Octans:
Le ruego me perdone por no seguir el protocolo y despedirme personalmente de usted y su majestad, el rey Febo, pero no quería interferir o estorbar ante el ajetreo que debió suponer la inesperada enfermedad de Télesco y Ara. Tomé la decisión de retirarme de inmediato, para acompañar a la enferma y hablar personalmente con sus padres, asegurándome de hacerles saber lo rápido de su reacción y el cuidado con el que fue tratada su hija por sus majestades. Agradezco mucho su hospitalidad y generosidad y espero con ansias poder regresar pronto.
Sinceramente, princesa Luna Argenta.
Al terminar de leer ambas notas, la reina se las devolvió a Cetus, convencida de su veracidad. Tranquilizada, continuó caminando hacia sus aposentos, dejando atrás a Cetus que hizo una reverencia, y esperó a que la reina se alejara, subiendo las escaleras, para relajarse y suspirar aliviado. Ahora sólo le restaba esperar que el príncipe y sus compañeros de viaje regresaran antes de que alguien notara la mentira y su ausencia.
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Terranautas: Los Visitantes Estelares.
Fantasy«Desde que el ser humano decidió echar su cabeza hacia atrás y observar el cielo, se ha preguntado el porqué del día y de la noche; del sol, la luna, las estrellas; el universo. Todo tan lejano, tan misterioso, tan incomprensible. Pero no por ello...