❀ cincuenta y ocho ❀

443 62 31
                                    

ADVERTENCIA:
el siguiente capítulo presenta amenazas de asesinato y mención de suicidio, también presenta manipulación mental severa y ataques de pánico.











[narrado]

—Hola, amor. —dice el Ignacio como si fuera algo natural el llamarla "amor" después de tanto tiempo sin verse, como si nada hubiera pasado y ellos aún estuvieran juntos.

Sus rodillas le temblaron y sintió ganas de vomitar, estaba demasiado cerca de ella y se estaba acercando aún más, peligrosamente cerca, con un arma en sus manos y con la mirada de locura que la Vale nunca había visto en él.

Su mirada siempre reflejaba cierto encanto, pero ahora la mirada del Ignacio solo reflejaba una locura interna que se acababa de liberar dentro de él.

—¿Q-qué que-queris? —dice a duras penas la Vale luchando con las nauseas que le provoca el estar tan cerca del Ignacio.

—A ti, amor, solo a ti. —dice él como si fuera algo obvio.— ¿No crees que seríamos felices? Podríamos irnos lejos, tu y yo. Juntos por siempre, ¿no suena increíblemente hermoso? Primero te dejo ir a ti y luego yo te sigo, solo 2 balas son necesarias.

La Vale trago con pesadez la bilis que se encontraba atascada en su garganta y tuvo que armarse de un valor que no reconocía haber poseído nunca, sintió como sus pies se clavaban con fuerza al piso y tomo una bocanada de aire.

—Lárgate antes de que me ponga a gritar. —dice la Vale sintiéndose más valiente de lo que nunca se había sentido.

No quiero morir, es el único pensamiento que corre por dentro de la mente de la Vale, no quiero morir.

—No hay necesidad de ponerse histérica, mi amor. —dice el Ignacio mirándola con una serenidad que hacía estremecerse a la Vale.— Conmigo nunca estarás en peligro.

—Contigo siempre estuve en peligro. —dice la Vale buscando el coraje suficiente para no echarse a llorar.

El rostro sereno del Ignacio comenzó a romperse y su mandíbula se apretó al notar que la Vale no estaba confiando en sus palabras, notando que sus palabras ya no tenían el mismo poder que antes en ella.

Fue entonces que una idea se cruzó por su mente, una idea que le parecía brillante, una idea que podía funcionar.

—¿Y ahora estas a salvo? ¿Acaso ese aweonao te hace sentir a salvo? —dice el Ignacio escupiendo cada palabras mientras su mano se aprieta con fuerza al mango del arma.— ¿Creis que él te va a esperar?

El rostro de sorpresa de la Vale casi hizo reír victorioso al Ignacio, estaba clavándole justo donde le dolía. Es extraño como él recordaba tan bien el como manipularla después de tantos meses separados.

—¿Creíste que no sabía sobre tu problemita? —dice el Ignacio enarcando una ceja.— A la Laura se le salió cuando nos topamos en el mall y me quiso echar la chorea.

La Vale siente su respiración más acelerada y trato de recordarse a sí misma las palabras de su terapeuta para calmarse, tratando de poner todas sus fuerzas en que aquella frase que había dicho el Ignacio no se pegara en su mente.

¿Creis que él te va a esperar? ¿Creis que él te va a esperar? ¿Creis que él te va a esperar?

—Porfa, Nacho, déjame tranquila. —dice la Vale tratando nuevamente de acabar con todo aquello de manera tranquila.

—¿Creis que te quiere tanto como para esperarte? —continua el Ignacio ignorando completamente las palabras de la Vale.— ¿Te amara tanto como yo, mmh?

¿Creis que él te va a esperar? ¿Creis que te quiere tanto como para esperarte? ¿Creis que él te va a esperar? ¿Creis que te quiere tanto como para esperarte?

Su mente era como si se hubiera quedado una grabación de las palabras del Ignacio y estas no paraban de repetirse, haciendo que su respiración se acelerara y sintiera todo su cuerpo temblar.

¿Y si él tiene razón?, comenzó a pensar la Vale sin siquiera preverlo, ¿Y si el Seba se cansa de esperar? ¿ y si no soy suficiente? ¿y si todo lo que me queda es la locura del Ignacio y problemas mentales? ¿y si ya nada importa, por qué siento tantas ganas de salir corriendo?

La Vale sentía como se le apretaba el pecho y como su respiración no hacía el menor asomo de normalizarse.

Ella conocía esa sensación, como si se ahogara, como si alguien le apretara los pulmones para quitarle el aire, como si se estuviera muriendo.

Era una crisis de ansiedad.

—N-no pue-pue-do... —trato de hablar la Vale, sintiendo sus ojos llenarse de lagrimas, sintiéndose presa de la desesperación, sintiendo unas inmensas ganas de gritar y aullar por ayuda.— M-me mu-muero...

El rostro del Ignacio palideció y se acerco rápidamente a la Vale, arrojando el arma sobre le escritorio de la Vale, para luego apoyar sus manos en los hombros de esta y observarla con los ojos muy abiertos. Ella por su parte se tironeaba el cuello de su polerón como si este fuera el que la estuviera ahorcando, mientras trataba de mantenerse de pie sintiendo sus piernas temblar como nunca.

Al sentir la cercanía del Ignacio, la Vale no logro aguantar más y comenzó a chillar como animal herido, sintiendo como si le quemara donde él la estaba agarrando. Ella aparto las manos del Ignacio de un tirón y al hacerlo no midió la fuerza que puso y termino cayendo al suelo, golpeando su espalda en el marco de la puerta.

Y sin siquiera el Ignacio preverlo, la Vale comenzó a gritar, a gritar con la fuerza que hace tanto había estado construyendo.

No quiero morir, no quiero morir, gritaba algo dentro de ella, quiero vivir, quiero ver al Seba, quiero ir de picnic con mis amigas, ¡quiero vivir!

—¡Ayuda! ¡AH! ¡Ayuda! —gritaba a más no poder, tratando de que sus pulmones le ayudaran un poco.

Luchando contra su crisis de ansiedad, tratando de pegarse a los recuerdos que la hacían feliz, tratando de convencerse que estaría a salvo.

¡Ayuda! ¡Quieren matarme! ¡Llamen a los pacos! ¡Ayuda!

Y si fue el pánico o la fuerza con la que gritaba la Vale, nadie lo sabrá jamás, el Ignacio se acercó rápidamente al escritorio, tomó su arma y apretó el gatillo.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora