❀ once ❀

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[narrado]

El Ignacio miraba a la Vale como si esta tuviera dos cabezas.

—No me mires así, solo te decía que hoy voy a salir con mis amigas. —dice la Vale con el ceño fruncido.

—¿Todavía te hablan? —dice el Ignacio con asco.

—Si, estoy tratando de arreglar las cosas con ellas. —dice la Vale con una mueca de disgusto ante el tono del Ignacio.

La Vale estaba tratando con todas sus fuerzas de no recordar el mensaje del Seba, pero era lo único que se le venía a la cabeza cuando estaba cerca del Ignacio.

—Ya, anda. —dice con tono brusco el Ignacio.

Este se dejo caer en la cama de la Vale mientras la veía escarbar en su armario en busca de ropa.

—Déjame botado nomá. —dice el Ignacio encogiéndose de hombros, haciéndose la víctima a sabiendas que la Vale suele caer en ese juego del niño pobrecito.

—Amor, no es que te quiera dejar botado, solo quiero salir un rato con mis amigas. Hace rato que no salgo con ellas. —dice la Vale no cayendo en el juego del Ignacio.

—¿Y conmigo? Ya no salimos tanto como antes.

La Vale frunció el ceño molesta y por primera vez un impulso la hizo hablar.

—¿Y de quién es culpa eso? ¿Mía? Porque yo no soy la que llama una hora antes para decir que no puede salir. —escupe molesta alzando su tono con cada palabra dicha.

—¿Qué? No me alces la voz, Valentina. —dice el Ignacio con un gruñido molesto.

La Vale trató de regular su respiración con un suspiro y sacó un crop top negro liso que iba a combinar con sus pantalones verdes que reposaban en su cama.

—¿Me estai hueveando que vas a usar eso? —dice el Ignacio mirando molesto la prenda negra.

—¿Qué tiene de malo? —murmuró confundida viendo su ropa que según ella combinaba y le quedaban bonitas.

—Es provocativo, es vulgar. Vas a parecer una cualquiera.

Las palabras hieren, eso la Valentina lo sabía por experiencia. Porque él no lo notaba, pero la hería tan fuerte que a veces sentía hasta que le dolía el pecho.

Pero él te ama, se repetía la Vale mentalmente como un mantra personal, él daría todo por ti.

Eso es lo que ella quería creer. Que él la amaba, y que daría hasta su vida por ella.

Pobre niña ilusa, pobre su corazón que ha soportado tanto. Pareciera como si estuviera ciega, sorda y muda.

Se había convertido en una muñeca de porcelana que pronto se rompería.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora