❀ treinta y siete ❀

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[narrado]

Sábado, 19:58 PM.

La Vale miraba inquieta como el Ignacio hablaba por celular para confirmar que podían ir al carrete sin dramas.

—Si, hueon, yo y mi polola nomá... mándame la dirección por insta. —dice el Ignacio antes de colgar y mirar sonriente a la Vale.

—¿Y? ¿Todo bien con qué vayamos sin cachar a nadie, ni siquiera a los cumpleañeros? —dice la Vale con tono divertido.

—Sí, mi amor, todo bien. Son unos mellizos los cumpleañeros. —dice el Ignacio buscando algo en su celular.— No tengo idea de cuantos cumplen, pero por lo que me dijo mi amigo los hueones van a tirar la casa por la ventana.

La Vale sonrió complacida y comenzó a buscar algo para ponerse.

—¿Crei que deberíamos llevarles algo? Onda pa no parecer tan desubicados. —dice la Vale parando en seco, mirando alarmada al Ignacio.

—Tranquila, compramos una botella de pisco para cada uno y les ponemos un moño. —dice el Ignacio acercándose a la Vale para acariciarla en los hombros.— No te calenti la cabeza, hoy la vamos a pasar bacán.

La Vale asintió convencida de que las cosas podrían salir mejor y que esa noche la pasaría muy bien junto a él.

—¿Qué debería ponerme? —dice la Vale a sabiendas de la posible respuesta del Ignacio.

—Lo que tu quieras, amor, todo te queda perfecto. —le responde el Ignacio dejándola boquiabierta.

¿Ese era él? ¿Es acaso que había escuchado bien al Ignacio? ¿No era una broma?

Y sin siquiera tratar de refutarselo o comentar algo, caminó hacia su armario y comenzó a ver entre sus faldas disfrutando de aquel comentario que su pololo le había hecho.

Todo te queda perfecto, le había dicho, y eso posiblemente era una de las cosas más bonitas que él le había dicho nunca.

—Pero me sentiría más cómodo si usaras pantalones... —agregó finalmente el Ignacio en un refunfuño.

Y la burbuja de ensueño explotó sin ningún miramiento previo.

Si la Vale estaba flotando, ahora se había caído de hocico.

—Tenía pensado usar falda o vestido, ya esta empezando a hacer un poco de calor en la noche. —dice la Vale hablando lenta y cautelosamente.

—Bien, pero no quiero que te separes de mi lado. Te quiero en mi vista todo el tiempo. —dice el Ignacio con un tono de preocupación tan patético que incluso la Vale dudó un poco de él.

—Esta bien. —sonríe la Vale antes de comenzar a rebuscar en su armario.

Finalmente la Vale decidió usar sus jeans favoritos con unas botas rojas y un top negro que dejaba su vientre al aire.

Y se dijo así misma que había elegido jeans, porque sus faldas lindas estaban en la lavadora, incluso habiendo visto su falda favorita doblada cómodamente junto al jeans que se había colocado.

El Ignacio miraba en silencio como la Vale se vestía y luego como esta se acercaba a su escritorio donde había una pequeña caja donde ella tenía maquillaje.

—No necesitas eso.

—Pero me gusta maquillarme. —murmura la Vale frunciendo el ceño.

—Lo que digas. —gruñe el Ignacio rodando los ojos.

La Vale soltó todo el maquillaje que tenía en sus manos y suspiro.

—¿Amor, puedes ir a buscar mi cepillo de pelo al baño? —dice la Vale tratando de echar al Ignacio de su pieza para poder maquillarse tranquila.

Cuando este salió, la Vale se apresuro a maquillarse tratando de hacerlo lo más perfecto posible en el corto tiempo que su pololo volvía.

—Aquí esta. —murmuro el Ignacio entrando para encontrarse a la Vale pasando una brocha por sus párpados.— Vaya.

La Vale se tenso por un momento y tomo aire para seguir maquillándose.

—Te dije que no lo necesitas. —gruñe el Ignacio.

—Y yo dije que me gusta maquillarme. —gruñe la Vale en un arranque de valentía.

Los ojos del Ignacio parecían desorbitados y por un momento la Vale pensó que todo se iba a ir a la cresta y no iban a ir al cumpleaños.

Pero él no dijo nada y la dejo seguir.

Él se estaba conteniendo cual granada, mientras ella bobamente creía que él al fin había superado la fase de mandonearla.

Tonta niña, no sabía que de la mano llevaba una granada que solo iba a dañarla a ella.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora