❀ diciséis ❀

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[narrado]

La Scarleth camino hacia la puerta riendo de una talla que había tirado el Alexis sobre el pelo del Lucas. Sin embargo, al abrir la puerta su risa paro y se encontró con el Ignacio parado en frente de ella con sus brazos cruzados.

—¿Qué chucha estay haciendo acá? —chillo la Scarleth.

El Alexis al oír el tono de la Scarleth se acercó para cachar que onda.

—Hola, ¿en qué te puedo ayudar? —dice el Alexis poniéndose más derecho haciéndolo lucir más grande.

—Vine a buscar a la Valentina.

Una mueca se mostró instantáneamente en el rostro de la Scarleth.

—No. Ella se va con nosotras, más tarde.

—No. Ella se va conmigo, ahora. —dice el Ignacio como si la Scarleth fuera tonta y no supiera sumar.

El Alexis frunció el ceño y se cruzo de brazos.

—Cuidaito, hueon. —le gruñe el Alexis molesto por el tono que uso para hablarle a la Scarleth.

El Ignacio le rodo los ojos y al notar que no lo iban dejar pasar decidió ponerse a gritar.

—¡Valentina! —gritó como si se le fuera la vida en ello.

La Vale que se encontraba recostada en un sillón totalmente volá frunció el ceño al oír la voz de su pololo.

—¡Vale, amor, soy el Nacho! —volvió a gritar el hueon.

La Scarleth quiso lanzarse sobre él pa que se callara, pero ya era muy tarde la Vale ya venía a lanzarse a sus brazos.

—¡Hola, bebé! —lo saludo la Vale lanzándose a él y besándolo.

El Ignacio sonrío y la agarro por la cintura. Al separarse él la miro y le acaricio las mejillas.

—¿Nos vamos? —dice él prácticamente arrastrándola fuera de la casa dejando estupefacta a la Scarleth.

La Vale frunció el ceño y negó con la cabeza.

—No po, yo me voy con las chiquillas. —dice sonriendo tontamente.

El Ignacio apreto la mandíbula y agarro con leve fuerza la cintura de la Vale.

—Nos vamos. —dice el Ignacio sonriéndole casi con cariño.

La Vale trato de alejarse un poco, pero el Ignacio no se lo permitió.

—Amor, nos vamos. —dice el Ignacio firmemente.

—¡Que no! —grita la Vale dando un saltito para alejarse un poco del Ignacio.

Ante tremendo grito salieron todos a ver que onda, él primero en salir fue el Seba seguido por la Rita.

—¿Qué onda? ¿Estay bien? —dice el Seba en tono de alarma.

La Vale asintió y se zafó por completo del agarre del Ignacio.

—¿Así qué por eso no te queri ir? ¡Porque está este ahueonao! —gruñe con furia el Ignacio.

—¡No! —chilla la Vale cubriéndose las mejillas.— Estoy pasándola bien, ¡además la Rita se está pelando con él!

La Rita se puso roja como tomate y miró de inmediato al Lucas.

—Yo... nosotros no... —balbuceó torpemente la Rita.

El Lucas frunció el ceño molesto y se entro a la casa casi corriendo, la Rita sintió como le temblaba levemente el labio y se lo mordió levemente para que nadie lo notara.

—Vale, vámonos. —dice el Ignacio agarrándola de las manos.

—Oye, socio, la Vale ya dijo que no. —dice el Angel frunciendo el ceño dando un paso hacia adelante.

El Ignacio le lanzó un oyudo y miró nuevamente a la Vale.

—Solo sé hace del rogar. —dice el Ignacio divertido como si todas las mujeres hicieran lo mismo.

—No es no, ¿podi meterte esa huea en la cabeza? —dice la Rita ya molesta por los comentarios de mierda del Ignacio.

La Vale miro a sus amigas y luego al Ignacio, se notaba la tensión en el aire.

—Ya, vámonos, Nacho. —dice la Vale rindiéndose.

La boca del Seba casi llega hasta el suelo y la decepción estaba reflejada en el rostro de todos los presentes, excepto en la del Ignacio. Ese hueon solo parecía victorioso, una vez más la Vale le había dado en el gusto a él.

—Amiga, si no quieres, no tienes por qué ir. —le dice la Cata con un tono bañado en preocupación.

—Tranquila, voy a estar bien. —se encoge de hombros la Vale.

La Rita la tomo de la muñeca antes de que se fuera con el Ignacio y la miro intranquila.

—Llámame cuando llegues a tu casa. —entonces la jaló hacia ella y la abrazo.— Él no es tu dueño, tú eres tu propia dueña. No dejes que él mande tu vida, porfa. —le susurro al oído.

La Vale la miro con sus ojos casi cristalizados y le beso la mejilla.

Entonces el Ignacio la tomó de la cintura y se la llevó sin dejar que se despidiera de los demás.

Y por primera vez la Vale realmente escuchó a la Rita, aquellas palabras dichas por su amiga se le grabaron como nunca lo habían hecho.

Quería creer que su amiga no notaba que ella misma era su dueña y que el Ignacio solo trataba de hacer lo mejor para ella.

Pero los títeres nunca saben que los manipula alguien más, siempre piensan que se manejan solos.

La Vale era el títere, y el Ignacio su titiritero.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora