❀ cuarenta ❀

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[narrado]

Sábado, 17:56 PM.

La Rita sabía que no estaba bien el ocultarle aquello al Lucas, pero también bien sabía que el contárselo específicamente ese día era mala idea.

El Seba iba a llevar al Lucas a un cumpleños de unos mellizos que conocía, y era básicamente una salida para que pudieran retomar los viejos tiempos, ya que entre las inseguridades de el Lucas y la manera en que el Seba no se daba por aludido, habían comenzado a crear cierta distancia entre ellos.

Pero esa noche saldrían ellos dos, irían a tomarse unas chelas a aquel cumpleaños, se divertirían un poco, tal vez bailarían un rato, iban a ir a pasarla bien.

Así que cuando llamo al Lucas y le pidió que fuera a su casa se dispuso a inventar una chiva para no tener que cagarle la salida con el Seba.

Sin embargo cuando lo vio parado frente a ella con una sonrisa tan preciosa y ojos que confiaban puramente en ella, se sintió como mierda.

—Tengo que contarte algo. —decidió por fin la Rita mientras lo guiaba para que se sentara donde hace tan solo un par de horas también lo había estado el Seba.— Necesito que te mantengas con la mente fría, no me hagas pensar que me he equivocado.

El Lucas la miro extrañado y luego llevo ambas manos de la Rita hacia su boca para besarlas.

—Cualquier cosa que sea puedes confiar en mí.

La Rita suspiro apartando su mirada levemente de los ojos del Lucas.

—El Seba vino hace un rato, hablamos y muchas cosas vieron la luz.

A medida que la Rita hablaba el ceño del Lucas se fruncía, pero sus manos no se apartaban de las de la Rita.

—El Seba me dijo que siente algo por mí.

Y entonces pareció como si al Lucas se le hubiera salido el alma.

Casi como un acto reflejo el Lucas oculto su cabeza en el cuello de la Rita, como los niños pequeños cuando se hieren y terminan escondidos en un cuello que les de amor.

—Él me dio un piquito, nada más. —dice la Rita a la espera de un tornado.

El Lucas más quieto que nunca no paraba de mover su cabeza en el hueco del cuello de la Rita.

—¿No sentiste nada? —pregunta el Lucas por fin saliendo de su pequeño escondite.

La Rita negó con la cabeza, porque era verdad. No había sentido nada especial, nada como lo que siente cuando el Lucas la besa.

—Entonces esta todo bien. —susurra el Lucas acariciándole el rostro a la Rita.— Él tenía sus dudas, pero tú no. Y mientras tú elección no haya cambiado, todo esta bien.

La Rita sonrió con cariño y se estiro para esta vez ella acomodarse en el cuello del Lucas.

—¿Cómo fui tan tonta como para no ver antes lo bueno que eres? —le susurra mientras las manos del Lucas pasan tiernamente por su cabello y espalda.

—Lo bueno llega para el final. —dice el Lucas tirando la talla.

La Rita saco su cabeza del cuello del Lucas y lo acerco hacia ella para besarle.

No quería otros labios para compartir sus besos, ni otros brazos dónde recostarse.

Incluso en el futuro cuando mirara hacia atrás sabría que él era aquel que socialmente denominamos el amor de mi vida, porque incluso con su nivel de independencia sabía que nunca encontraría otro con quien quisiera compartir sus momentos como lo quiere con el Lucas.

Y tal vez era un amor demasiado joven, demasiado simple y rosa, pero les pertenecía y no los controlaba, los apoyaba y los hacia quererse.

La Rita sabía que jamás tendría al Lucas como una necesidad, ni viceversa. Pero bien sabían que adoraban haberse elegido para compartir el uno con el otro.

Porque una relación no es sinónimo de necesidad, sino de compañerismo.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora