❀ veintiocho ❀

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[narrado]

El Ignacio llevaba gritándole al menos 20 minutos sin dejarla hablar. La Vale estaba encogida sobre si misma todo el tiempo que los gritos de él resonaban por la casa que casualmente se encontraba vacía.

—¡¿Pero en qué chucha estabai pensando?! —ruge el Ignacio agarrándola fuertemente por los hombros y dándole leves empujones con sus dedos.

La Vale chilló ante el fuerte agarre del Ignacio y sus ojos se comenzaron a cristalizar.

La cosa que había sucedido no era lo que ella llamaría un gran error, ni siquiera lo categorizaría en error.

La Vale le había comentado a su hermana mayor que había tenido relaciones con el Ignacio mientras ella no era capaz de manejar los cinco sentidos, y esta le dijo que él era un abusador, que el estado de ella solo fue la oportunidad que él tomo para aprovecharse de ella.

Y la Vale le contó al Ignacio.

Y el Ignacio se volvió loco.

—¡¿Qué crees que va a pensar de mí?! ¡No soy un abusador! ¡No deberías habérselo dicho a nadie, ¿Me oyes? A nadie! —grita el Ignacio sin aflojar su agarre en los hombros de la Vale.

—Suéltame, me lastimas. —susurra la Vale con la voz temblorosa.

La mirada del Ignacio cambió totalmente y de inmediato quito sus manos de los hombros de ella.

—Lo siento. —susurra casi sin aliento el Ignacio.— Perdóname, amor, nunca te dañaría.

Y la Vale simplemente lo quedo mirando, no quería seguir viéndolo, necesitaba salir de allí.

—Ándate, Nacho. —susurra la Vale dando un paso atrás.

Él la quedo mirando atónito y se acerco lentamente a ella para abrazarla.

—Amor, perdóname, por favor. —murmura el Ignacio dejándose caer de rodillas frente a la Vale quedando así abrazado a la cintura de esta.

La Vale negó sin que él la viera y luego trato de alejarlo.

—Déjame sola, porfa.

El Ignacio la quedo mirando como si ella fuera una persona completamente distinta.

—Amor... —ruega el Ignacio mirándola como asustado.

La Vale logró alejarse de él y miro hacia otro lado.

—Ándate, porfa. No quiero estar contigo ahora.

El Ignacio se levanto con el rostro dolido y luego la agarro brutalmente de las muñecas.

—Te amo, eres mía. No lo olvides. —murmuro antes de marcharse.

Al bajar la vista a sus muñecas ya podía notar el enrojecerse de estas.

Él la había lastimado y por primera vez ella se dio cuenta de verdad.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora