❀ cincuenta y nueve ❀

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[narrado]

[ media hora antes del disparo ]

A la Laura siempre le desagrado el Ignacio, desde el primer momento en que su hermana lo trajo a la casa le provoco rechazo.

Tal vez fue la manera en que notó como su hermana cambiaba cuando él estaba alrededor o por la manera en que vió como la Vale tiraba sus vestidos favoritos diciendo que ya no le quedaban incluso cuando ni siquiera tres días antes le había pedido a Laura que le ayudará a probárselos para el cumpleaños del Ignacio.

Fuera lo que fuera que avivo la llama del rechazo dentro de la Laura, le demostró que tenía razón y de una manera u otra siempre trato de influenciar en la Vale, tratando de abrirle los ojos. Incontables peleas nacieron de sus intentos de ayudar a su hermana, pero al final ocurrió lo peor.

Él abusó de ella y casi la había matado, nadie había querido decir eso en voz alta para no provocarle más crisis de ansiedad a la Vale, pero la Laura sabía que su hermana no había dado su consentimiento la noche que perdió su virginidad, que él la había abusado esa noche y que de alguna manera retorcida la había convencido de que ella si quería.

Pero ahora el Ignacio estaba fuera de sus vidas y la Vale mejoraba poco a poco con el pasar de los días y con esas increíbles amigas que la Laura admiraba tanto.

Y mientras la Laura terminaba de echar las bolsas del supermercado al auto de su mamá, se preguntaba si había comprado todo lo que su hermana iba a necesitar para ir a la playa con sus amigas.

—¿Compramos bloqueador, cierto? —preguntó la Laura al subir al auto con el ceño fruncido.

—Si, Lau, 2 de factor 50 uno para que se lleve la Vale y otro pa' la casa.

La Laura asintió satisfecha y saco su celular escribiendo un mensaje rápido avisando a la Vale que ya se iban de vuelta, que pusiera la mesa, porque llevaban pollo asado.

No hubo respuesta por parte de la Vale.

La Laura no se preocupo pensando que debía de estar en el baño o hablando por video llamada con el Seba.

Ay, el Seba, a la Laura le había agradado desde el primer momento en que se conocieron, era todo lo contrario al Ignacio, y la Laura esperaba solamente que no decepcionara a su hermana, no creía que la Vale fuera capaz de sufrir por amor de nuevo tan luego.

Y mientras el auto se ponía en marcha, su mamá ponía la radio y bajaban las ventanas para dejar el aire entrar, la Laura pensaba en que todavía le faltaba un detalle para terminar el regalo de cumpleaños de la Vale.

No quedaban ni tres semanas para que llegara y sabía cuanto ansiaba su hermana a celebrar un cumpleaños sintiéndose feliz, sin sentirse culpable de estar pasándola bien.

—¿Pasemos por la churrasquería y compramos unas papas fritas pa' acompañar el pollo? ¿O hacemos pancito con pollo? —preguntó su mamá dando vuelta en una esquina.

—Compremos papas mejor, el papá había dicho que andaba con ganas de comer papas fritas. —dice la Laura sonriendo suavemente.

Si tan solo hubieran decido hacer pan con pollo en vez de ir por las papas.

El ir por las papas significaba desviarse 2 minutos de su camino.

Estacionar el auto y bajar requería de entre 30 segundos y un 1 minuto.

Entrar al local y hacer su pedido no alcanzaba a demorar ni 2 minutos.

Sin embargo, el esperar el pedido tomo alrededor de 15 minutos.

Volver al auto y encenderlo, 1 minuto.

Volver a su camino principal les llevo 3 minutos, debido a dos semáforos en rojo.

El llegar a la casa y estacionar solo les tomo 6 minutos.

Les quedaba menos de un minuto antes del disparo.

Al bajar del auto, la Laura no escucho el caer del cuerpo de la Vale debido a que cerro la puerta en ese momento.

Pero los gritos. Los chillidos de desesperación.

El disparo.

Eran ruidos que Laura no olvidaría nunca.

Cuando su madre, quien llevaba la bolsa con las papas en sus manos, escucho los gritos corrió disparada hacia la puerta y dentro de su desesperación no se molesto en abrirla con la llave sino que de un solo gran empujón la saco de sus cabales.

La puerta cayó con un sonido sordo al mismo tiempo que se escuchaba el disparo.

Al sonar el disparo la bolsa de papas también cayó y el grito desgarrado de una madre se sintió en toda la cuadra.

A Laura siempre le había desagradado el Ignacio, pero jamás le hubiera deseado que se matara como lo había echo aquella tarde en que su hermana al fin sentía que estaba volviendo a vivir.

El Ignacio estaba muerto, tirado en el piso de la pieza de la Vale, con sus ojos abiertos como platos y todo el rostro ensangrentado, la autopsia más tarde revelaría que una de las balas dio directa al cerebro.

Ámate, porfa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora